Cuando hace 4 años, a Fernando le diagnosticaron la Esclerosis Lateral Amiotrófica (SLA), me estremecí – cuenta María-. Estaba asustada y llena de miedo. El, intuyendo mi estado de ánimo, me susurró: “Yo estoy listo, verás que Dios nos dará la gracia para vivir este momento precioso”. Sentí que renacía: también yo quiero adherir al designio de amor que Dios preparó para nosotros. Así comenzamos esta aventura.
Pasado un tiempo Fernando es tratado y reanimado por una crisis respiratoria. Nuestra forma serena de enfrentar la enfermedad y la actitud de amor que él tenía hacia los médicos y enfermeros, hizo que la relación profesional rígida se convirtiera en familiar y amistosa.
Toda la familia del Movimiento de los Focolares y las personas conocidas en el círculo de nuestra vida se nos acercan. Alrededor nuestro se desarrolla una auténtica carrera de amor: no he tenido que tomar nunca un medio de transporte público, se organizan por turno para acompañarme en el sanatorio y para ayudar en las tareas necesarias para la atención domiciliaria.
Volviendo a casa, enfrenté las dificultades de la vida cotidiana para atender a Fernando de día y de noche, y aprendí a usar los instrumentos necesarios para cuidarlo. De noche mi oído estaba siempre vigilante y mi sueño a menudo es interrumpido. Pero, si alguna vez estoy un poco tensa, la mirada amorosa de Fernando me sostiene siempre.
En estos cuatro años he experimentado constantemente que Dios es Padre y se presenta cada día de la forma más inesperada sobre todo a través de los hermanos: una mañana la doctora que vino a atenderlo me encuentra en la cama porque me sentía mal. Entonces ella, después de haber realizado su tarea, prepara la sopa, carga el lavadora y se ocupa de Fernando.
Pequeños hechos de este tipo ocurren cada día. Un domingo se me terminaron los guantes que necesitaba para la asistencia, en ese momento llega la vecina que sin saber nada me trae una caja con cien guantes. También las pequeñas tareas de cada día tienen solución porque aparece alguien que me toca el timbre y me dice: “¿Tienes facturas para pagar hoy?”
Fernando no se hizo nunca el enfermo: con sus 87 años, en él predomina la alegría y el entusiasmo hacia todos. Se mantiene al día, y continúa siguiendo de forma especial la política y sobre todo la escuela del Movimiento políticos por la unidad. El, que fue intendente de Ghilarza (Oristano) por tres períodos y director del CED –Centro de elaboración de datos de la Región Cerdeña-, tiene en el corazón de forma especial a los jóvenes a quienes les aconseja que se comprometan en política y recomienda: “Es necesario hacer la purificación del pensamiento”
Mientras tanto la enfermedad se desarrolla e impide las acciones más simples y elementales pero él vive esta realidad en una dimensión de cielo, tratando de hacer la voluntad de Dios con simplicidad tal cual como cuando estaba bien y su fe nos sostiene a todos los que estamos a su alrededor. Si alguien viene a visitarlo y lo compadece, él después me dice: “Ellos hablan de muerte, yo siento la vida que desborda!” y no duda en comunicar a los creyentes y no creyentes, su experiencia y filosofía de la vida. “Me entrego completamente a Dios como Jesús. Cuando tengo miedo no temo. El miedo destruye la vida”
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