Ruth Pfau es una doctora que se ha prodigado ofreciendo su servicio en Paquistán, a través de un trabajo por la paz que va mucho más allá de la atención sanitaria. Es una cristiana que –como dijo el obispo evangélico Christian Krause – “ha superado el abismo entre hombres y mujeres en una sociedad dominada por los hombres, entre ricos y pobres, entre tradición y modernidad, entre culturas extrañas”. Una religiosa que ha hecho experimentar el Amor de Cristo a personas de las convicciones más variadas, como subrayó Mons. Joseph Coutts, presidente de la Conferencia Episcopal Paquistaní, al agradecerle en nombre de la Iglesia de Paquistán. Con la ayuda de la Asociación Alemana de lucha contra la lepra y la tuberculosis, Ruth Pfau construyó un hospital en la metrópolis paquistaní de Karachi. Por su programa de control de la lepra y de la tuberculosis fue nombrada “Secretaria de Estado” por el Gobierno de Paquistán. Desde hace más de 20 años colabora con la misión “Christoffel” de ayuda a los no videntes. Se ha ganado así una gran estima en una sociedad casi enteramente musulmana. El aprecio por esta mujer, nacida en 1929, proviene también de parte del obispo de Aquisgrana Heinrich Mussinghoff y de la presidente de los Focolares, María Voce, quien la considera una “testigo del amor de Dios y artífice de una sociedad justa y fraterna”. La figura y el patrimonio espiritual del obispo Hemmerle, quien falleció en 1994, es recordado en el Movimiento de los Focolares cada dos años, con la entrega de este Premio que lleva su nombre. ¿Qué tiene en común ella con el teólogo Klaus Hemmerle, quien fuera obispo de Aquisgrana y contemporáneo suyo? Lo subraya el periodista de televisión y profesor de Teología Michael Albus, encargado del encomio en la catedral de Aachen (Aquisgrana) donde, el 8 de mayo pasado, tuvo lugar la ceremonia de entrega del premio.
Ambos han tenido “el valor de osar dar un salto, de decidirse a ayudar donde hay necesidad. Sin argumentaciones teóricas, políticas o incluso teológicas. Y sin preguntar –como se usa en el mundo capitalista- ¿cuál será la recompensa?”. Un rasgo que tienen en común, así como “el deseo de construir ‘una iglesia que salva a Dios en un mundo que muere por congelación’ –como recordaba San Martín-”. Ruth, tomando la palabra afirma: “Podemos ayudarnos recíprocamente a ser personas y permanecer llenos de humanidad”. Para ella, un signo de esta humanidad significa ‘perder tiempo’. Esto es lo que Asia le ha enseñado. En los hospitales y en los hogares de ancianos en Alemania, este “perder el tiempo con los ancianos” se ve rara vez. Esto es un signo de pérdida de humanidad. Agradece que el premio honre esta “pérdida de tiempo”, aunque la motivación subraya su capacidad de “construir puentes, de ser artífice de unidad mediante su donación radical a los pobres, a partir de la fe vivida con convicción en medio de los conflictos”.
Pequeños actos, gran impacto
Pequeños actos, gran impacto
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