Un pueblo / 70 años en 7 días (6)

 
Ya Juan Pablo II calificó al Movimiento como un pueblo, el pueblo de la sonrisa.

Y en palabras de Michele Zanzucchi –periodista, autor de numerosos libros y enviado especial de Città Nuova para cubrir los viajes por todo el mundo de la fundadora de los Focolares- “el Movimiento de los Focolares es un pequeño pueblo formado por varios millones de personas que han decidido libremente, de los modos y en los tiempos más variados, aportar su ladrillo a la construcción de la fraternidad universal. Esto era y esto es el Focolar: un pueblo con su propia visión del mundo, su Weltanschauung, su ‘método’ evangélico de estar en el mundo. Un pueblo nacido del Evangelio”. (1)

Un pueblo, además, que se incultura y hace uno con las tradiciones del lugar en que se encuentra; pero que también lleva la cultura del Evangelio, del mismo modo que Jesús la trajo a la tierra.

Un pueblo que vive y hace fiesta juntos. Como con las conexiones mundiales que tienen lugar actualmente cada dos meses. Cuando surgieron eran cada quince días; después pasaron a ser mensuales. En ellas se comparten los desafíos y las alegrías, además de un pensamiento espiritual para vivir todos al mismo tiempo.

O las múltiples iniciativas promovidas como Movimiento y que muestran cómo se vive la espiritualidad de la unidad en los diferentes ámbitos: en la familia con el Familyfest, entre los jóvenes con el Genfest, entre los chicos con el Supercongreso , entre los sacerdotes,… O iniciativas desarrolladas a cuerpo con otras realidades, como Juntos por Europa.

Un pueblo que quiere llegar a los confines de la tierra involucrando a todos, haciendo a todos protagonistas de la construcción de la fraternidad. Un pueblo con las características que Chiara Lubich definió el 25 de diciembre de 1973 en lo que se ha venido llamando su testamento:

Si hoy tuviera que dejar esta tierra y me pidiesen una última palabra para expresar nuestro Ideal, os diría –segura de que comprenderéis en el sentido más exacto– “Sed una familia”.
¿Hay, entre vosotros, quienes sufren pruebas espirituales o morales? Comprendedlo cómo y más que una madre, iluminadlos con la palabra o con el ejemplo. No dejéis que le falte, es más, incrementad alrededor de ellos el calor de la familia.
¿Hay entre vosotros quienes sufren físicamente? Que sean los hermanos predilectos. Sufrid con ellos. Tratad de comprender hasta el fondo sus dolores. Hacedlos partícipes de los frutos de vuestra vida apostólica, para que sepan que ellos han contribuido más que demás.
¿Hay quien muere? Imaginaos que estáis vosotros en su lugar, y haced cuanto desearíais que os hicieran a vosotros hasta el último instante.
¿Hay alguien que goza por un logro o por cualquier motivo? Gozad con él para que su consolación no se vea entristecida y el ánimo no decaiga, sino que la alegría sea de todos.
¿Hay alguien que se va? Dejadlo marchar, no sin antes haberle llenado el corazón de una sola herencia: el sentido de la familia, para que lo lleve adonde lo hayan destinado.
No antepongáis nunca ninguna actividad de ningún tipo, ni espiritual ni apostólica, al espíritu de familia con los hermanos con los que vivís.
Y adonde vayáis para llevar el ideal de Cristo…lo mejor que podréis hacer es tratar de crear con discreción, con prudencia, pero con decisión, el espíritu de familia, que es un espíritu humilde, que quiere el bien de los demás, que no se envanece…; que es, en fin, la caridad verdadera, completa.
Concluyendo, si yo tuviera que separarme de vosotros, dejaría que Jesús en mí os repitiera: “Amáos mutuamente….para que todos sean uno”. (2)

(1) FONDI, E.M y ZANZUCCHI, M.: Un pueblo nacido del Evangelio. Madrid: Ciudad Nueva, 2005

(2) VANDELEENE, Michel: Chiara Lubich: La doctrina espiritual. Madrid: Ciudad Nueva, 2002

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