Madagascar nos ha enriquecido

 
De viaje por Madagascar para encontrar amigos conocidos y otros por descubrir.

Familia_webUn verano diferente el que vivieron Albert y Cinta junto a sus hijos Oriol, Clara y Bernat, y su amigo Albert. Lo cuentan en las páginas del número de enero de la revista Ciutat Nova a través del artículo de Jordi Rodríguez Salleras. Lo reproducimos a continuación debido a la importancia de la experiencia vivida construyendo puentes entre dos continentes y dos culturas, entre situaciones sociales tan distintas y tan enriquecedoras.

“Y tú, ¿cómo imaginas Madagascar?” Es la primera pregunta que me hace la familia Capdevila Lacasa cuando los voy a ver para que me cuenten su viaje. No me deja indiferente ya que soy yo, en teoría, quien tendría que preguntarlo. El coloquio ha empezado al revés y así también empieza el artículo: planteando la cuestión al lector, “y tú, ¿ cómo imaginas Madagascar?” En este punto empieza la explicación: Del 2 al 22 de agosto del pasado verano, la familia formada por Albert i Cinta, junto con sus hijos Oriol, Clara y Bernat, acompañados también por un amigo de sus hijos, Albert Illa, pudieron disfrutar de una experiencia única y singular a más de 8.000 quilómetros de casa.

Pero, ¿de dónde surge la idea de ir a un sitio tan alejado? “De Fernando Rico” me responden. Fernando es un focolarino que actualmente está en Madagascar y que fue el contacto para gestionar los días que pasarían allí. “Lo conocíamos de su etapa en Barcelona y Valencia y planeando el verano, hablamos con él». Así es cómo se decidió este viaje, si bien Fernando advertía que “esto es muy pobre, esto no es Europa…”, para mentalizarnos de una realidad que se presentaba totalmente diferente a la que estamos acostumbrados a vivir. Pero la ilusión era mayor.

Llegados a Madagascar hicieron “como dos viajes distintos”, explican. El primero más bien turístico, conociendo la realidad de allí y el segundo, el de la construcción y   la vivencia de la Mariápolis de Madagascar que se celebraba por aquellas fechas.

Baobab_webEl primer viaje sirvió para conocer el país, si bien es cierto que “nunca tienes bastantes días”. Asimismo, nuestros protagonistas cuentan que así pudieron ir entendiendo cómo vivían y eso fue fundamental para poder vivir después la Mariápolis. Durante los primeros días pudieron disfrutar de diferentes paisajes: zonas más áridas, zonas más verdes, lagos, bosques de baobabs… Este recorrido por diferentes zonas de Madagascar fue acompañado de un primer contacto con la sociedad malgache y su cultura. Y de eso me hablan constantemente: de este encuentro con la sociedad, la gente de allí y, sobre todo, su manera de hacer y de vivir. Por ejemplo, una de las diferencias más relevantes de la cultura malgache con respecto a la europea consiste en la visión del progreso. En Madagascar hay muy pocas carreteras asfaltadas y muy pocos coches. “Nadie piensa en llevar la tecnología”, con la excepción del móvil: “allí casi todo el mundo tiene uno”. Como ejemplo, la familia explica que la línea de tren que los franceses dejaron cuando se fueron de la isla después de la independencia de Madagascar el año 1960, se ha ido utilizando hasta que los trenes se han estropeado. Actualmente, las estaciones están cerradas sin que haya intención de reparar los trenes. Asimismo, un ingeniero que conocieron, sacaba agua de un pozo con una cuerda y una polea, y no se planteaba diseñar ningún mecanismo de extracción de agua más sofisticado.

Esto nos podría plantear la pregunta de si es precisamente este enfoque el que los convierte en pobres. “Sí, pero no de miseria, no pasan hambre”. Los ejemplos en este caso también son diversos. Allí las gallinas corren por los campos, sin ningún tipo de corral: cuando tienen hambre, las cogen y se las comen. Así y todo son pobres. “Las casas están construidas con madera y una especie de barro; se destruyen en la época de lluvias y después se tienen que volver a construir”. Además, en algún sitio se observan grandes contrastes entre, por ejemplo, “mineros con pantalones cortos que viven de forma más paupérrima y unos pocos terratenientes con casa señoriales y 4×4”.

Así pues, ¿cuáles son las inquietudes de esta sociedad? “El día a día” responden; y así mismo lo pudimos comprobar en la Mariápolis posterior.

clara_webEntre sonrisas, se les escapa que fueron días en los que “se vivió muy sencillamente y, aún así, uno era completamente feliz”. ¿Cuáles eran las dificultades durante la Mariápolis para conseguir esa felicidad? Ducha con agua caliente a 45 minutos andando; lavabos al lado sin ningún lavamanos ni sistema de alcantarillado, con el hedor correspondiente; arroz para desayunar, comer y cenar, etc. La Mariápolis y el campo de trabajo previo para prepararla se celebraron cerca de la ciudad de Betafo, en el centro del país. Participaron unas 260 personas “que fueron llegando porque inicialmente había muchas menos inscritas” y los Capdevila y Albert no fueron los únicos extranjeros. “Había monjas de Filipinas, gente de Méjico, Kenia, Burkina Faso, Alemania, Francia, Islas Mauricio… ¡Hasta catorce lugares distintos!”, aunque los que más llamaban la atención eran ellos porque “íbamos toda la familia”.

Una experiencia muy distinta a la hecha en España ya que “allí todos hacíamos de todo: cocinábamos, hacíamos la colada, íbamos a buscar agua…”. Pero en todo caso, una experiencia “que en esencia no era nada diferente a otras Mariápolis”. A pesar del hándicap de la lengua –en Madagascar se habla malgache y francés– al final “nos acabábamos entendiendo” ya sea a través de palabras, gestos, música o sonrisas. Ponen mucho énfasis en este aspecto: la alegría y la sonrisa. Comprobado: con el lenguaje del amor, todo el mundo puede entenderse, y el mejor reflejo de este lenguaje es la alegría y la sonrisa.

Tortugues_webUn auténtico intercambio de culturas, en toda regla. Por un lado, nuestros protagonistas intentaron aportar su granito de arena, a través de la música, de la cocina o de las actividades con los más pequeños. Por otro lado, adaptarse y enriquecerse de la cultura malgache… a otro ritmo, eso sí: “¡Nunca llegábamos tarde a los sitios!”. Y es que las actividades, aunque tenían un horario, empezaban cuando la gente llegaba y eso podía ser dos horas más tarde de lo previsto. Y cuántos momentos de intercambio de experiencias… Recuerdan que muchas giraban “en torno a problemas económicos”, de deudas perdonadas, sobre todo. En cambio, aquí es muy difícil que surja una experiencia así.

Ya veis, días vividos con mucha sencillez fuera del ritmo frenético que acostumbramos a vivir por aquí. ¿Y ahora? “No se tiene que perder de vista que nuestra realidad es Barcelona y que es aquí donde tenemos que vivir y trasladar todo aquello que hemos vivido en Madagascar. Hemos vivido una realidad ajena que nos hace más conscientes de nuestra propia realidad”.

Jordi Rodríguez Salleras

Agradecemos a Ciutat Nova la cesión del artículo y a Elisenda Manuel la traducción del mismo. Y a todos los viajeros por el video.

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