Voluntarios de Dios

 
Se cumplen sesenta años de la propuesta de Chiara Lubich: "Es necesario edificar una sociedad nueva donde resplandezcan el amor, la justicia y la verdad".

voluntarifestEl 15 de enero de 1957 Città Nuova publicaba un artículo de Chiara Lubich tituado Los voluntarios de Dios. De ahí el nombre de esta ramificación de los Focolares que une a hombres y mujeres de todas las profesiones y categorías sociales que eligen seguir a Dios radical y libremente –de ahí la palabra voluntarios– viviendo en su día a día la espiritualidad evangélica de la unidad.

Chiara Lubich escribe tras los terribles sucesos en la Hungría de 1956. Propone un nuevo tipo de humanidad que se guía por el amor recíproco: “Amor recíproco que significa: hechos concretos, proyección de todo nuestro amor hacia los hermanos por amor de Dios”. Y estos son los voluntarios que ahora cumplen 60 años y a los que Rome Reports dedica una noticia.

Reproducimos a continuación el texto de la fundadora de los Focolares, pretendiendo ser un homenaje y un agradecimiento a tantas personas que a lo largo de este tiempo han vivido y continuan viviendo por esta nueva sociedad.

«Hemos estado en Viena. Hemos estado con grupos de refugiados: El mundo ha sentido profundamente la tragedia de ese pueblo y corrió en su ayuda. Los refugiados, de hecho, pudieron tener muchas cosas: alimentos, dulces, ropas, refugio, cortesía y, sobre todo, respiraron libertad.

Uno de nosotros se acercó a un muchacho de dieciséis años. Aún tenía su pistola. Fue herido en un combate y se mostraba orgulloso de haber matado a dieciséis. Pero cuando nos interesamos por él más profundamente, comenzó a llorar y expresó su deseo de volver a ver a su mamá. Se le preguntó si conocía a Dios. Respondió decididamente que no. Después continuó diciendo que había escuchado blasfemar tanto a su madre como a su padre y, como había sido educado de esta manera, se sorprendió cuando su madre lo invocó al comienzo de las revueltas en Hungría. De todas maneras para él Dios no significaba nada. Tanto para él como para muchos, muchos otros jóvenes que hemos encontrado.Duccia Calderari

Fue ante esta anulación del nombre de Dios en aquellas almas cuando comprendimos de manera nueva y más profunda por qué el Santo Padre había gritado: “¡Dios, Dios, Dios! (…) Dios los ayudará, Dios será vuestra fuerza. ¡Dios! ¡Dios! Resuene este inefable nombre, frente a cada derecho, justicia y libertad, en los parlamentos, en las plazas, en las casas y en las oficinas…”[1].

Ha existido entonces una sociedad capaz de borrar el nombre de Dios, la realidad de Dios, la providencia de Dios, el amor de Dios del corazón de los hombres. Debe existir una sociedad capaz de volverle a poner en su lugar. Dios está, Dios está, Dios está. No sólo porque lo creemos, sino porque, quisiera decir, lo vemos: ¿quién ha hecho esta bellísima tierra?, ¿quién ha fijado las estrellas en el cielo?, ¿quién nos ha dado un alma que siente y distingue el bien del mal?, ¿quién nos ha creado?

¡Dios quiere salvarse en la humanidad y  la humanidad por él!

Es necesaria gente que siga a Jesús como quiere ser seguido: renunciando a sí mismos y tomando su cruz. Que crea en este arma: la cruz, más potente que las más potentes bombas atómicas porque la cruz es una brecha en las almas, a través de la que Dios entra en los corazones de sus hijos y los hace sus atletas.

Es necesario hacer un bloque de hombres de todas las edades, razas, condiciones, unidos por el vínculo más fuerte que existe: el amor recíproco que nos dejó el Dios hecho hombre como testamento cuando estaba moribundo; ideal supremo e insuperable fuerza. Amor recíproco que funde a los cristianos en una unidad divina indestructible a los ataques de lo humano y del mal, la única que puede oponerse a la unidad provocada por el interés, por motivos de esta tierra, por el odio.

Amor recíproco que significa: hechos concretos, proyección de todo nuestro amor hacia los hermanos por amor de Dios. Es decir, son necesarios discípulos de Jesús, auténticos, en el mundo, no sólo en los conventos. Discípulos que voluntariamente lo sigan, impulsados solo por un iluminado amor hacia él. Gente que esté dispuesta a todo. Un ejército de voluntarios, porque el amor es libre.

DoriEs necesario edificar una sociedad nueva, renovada por la buena nueva siempre antigua y siempre nueva, donde resplandezcan con el amor, la justicia y la verdad. ¡Una sociedad que supere en belleza y en concreción a cualquier otra sociedad, que sea el sueño hecho realidad por los hombres para los hombres, que sea donada por Dios a sus hijos que lo reconocen y lo adoran como Padre!

Una sociedad que testimonie un sólo nombre: Dios. Porque igual que a aquel refugiado húngaro no le bastaba la libertad, no le bastaba el pan, sino que le era necesaria su madre (pues se trata de regresar a lo puro que da la naturaleza, primer escalón hacia el creador), de igual manera para cuantos están diseminados en el mundo y creen en el triunfo de ideas aparentemente bellas, pero amenazadas en su base por el ateísmo, es necesario el don de Dios. Dios sólo puede colmar el vacío excavado durante tantos años».

Chiara Lubich


 

[1] Radiomensaje de Pio XII el 10 de noviembre de 1956

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