Mirar la naturaleza

 
Comentario de Chiara Lubich en torno al amor y la naturaleza.

Fue en 1975 y en Loppiano[1]donde Chiara Lubich pronunció estas palabras, tras una pregunta de un habitante de esta ciudad boceto de una humanidad renovada en la que la única ley es la del amor recíproco.

Pregunta: “Tengo un amor particular a la naturaleza y tantas veces me he preguntado cómo debe ser mi relación con la naturaleza, para que no sea una relación sentimental, sino una relación como Dios la quiere. ¿Puedes decirnos algo sobre tu relación con la naturaleza?”

Chiara: Bien, Markus, quieres que te cuente algo, ¿no? Hablemos de tú a tú, que ninguno nos oiga.

En mi vida espiritual he tenido distintos momentos en los cuales el Señor me ha hecho sentir más este aspecto de la vida, el contacto con la naturaleza. Pero ha sido un encuentro con la naturaleza un poco particular; podría contarte varios episodios.

En estos episodios, lo que el Señor me ha hecho ver en la naturaleza, no era tanto la naturaleza, como primera cosa, cuanto a Dios que sostenía la naturaleza, Dios que mantiene viva la naturaleza, Dios que está bajo ella, que da a la naturaleza la belleza de las bellezas, es decir, la armonía, la unidad entre todas las cosas que están en la naturaleza. Porque he visto que todas las cosas de la naturaleza están vinculadas entre sí con un hilo de oro, con armonía, con unidad. Cuando el río va hacia el mar, va al mar por amor, no por casualidad. Cuando una flor florece, florece por amor, no por casualidad. Así, cuando el otoño llega y caen las hojas, no es que caen por casualidad, sino por amor, por ese amor que se asemeja a Jesús Abandonado es que caen las hojas. Toda la naturaleza está sostenida por el Evangelio, está totalmente sostenida por Dios.

Más de una vez, en mi vida, el Señor me ha hecho comprender, me ha hecho ver, querría decir, casi con estos ojos, pero ha sido con el alma, la presencia de Dios bajo la naturaleza. Como un gran sol que ilumina toda la naturaleza. Por lo que la naturaleza ha alcanzado una belleza que yo todavía la tengo en los ojos. Una belleza que no ves, si no tienes esa gracia, pero que después de haberla tenido, te das cuenta que… no la olvidas nunca.

Ahora bien, como nosotros somos hijos de Dios, siendo el amor lo que, como una madre, sostiene la naturaleza, todas las cosas de la naturaleza son hijas de Dios. Por ello San Francisco las llamaba hermanas, hermanos: hermana luna, hermano sol, hermana agua, por eso: porque era verdad. Porque todas éramos criaturas del mismo Creador.
El haber descubierto, haber visto, haber tenido la gracia de ver a este Dios que desde abajo une, como a tantas hermanitas, las cosas de la naturaleza, o como a tantos hermanitos las otras cosas de la naturaleza, ha sido una gracia enorme, que me ha hecho respirar, no tener temor de la naturaleza, sino abrazarla: con los ojos, con la pintura, no lo sé, mirando un cuadro, acogiendo a todos los artistas, comprendiéndoles profundamente, entendiendo que hay algo en los artistas, que como he dicho ya otras veces, asemejan a los santos. Porque los verdaderos artistas, han captado ese algo, en algún momento de su arte, de su inspiración, que está bajo la naturaleza: es Dios.

Habiendo captado esto, la naturaleza ha adquirido un valor enorme: la dignidad de una hija de Dios. Y ya no es ella, el mísero hilo de hierba o la florcilla o esto o aquello, y es necesario estar atentos a tocarlos, y es preciso estar atentos a mirarlos y verlos todos como criaturas del mismo Creador, de Aquél que nos ha creado a nosotros.
Por lo tanto, ningún miedo a mirar la naturaleza. Si tú la miras separada del propio Creador, entonces la miras sentimentalmente; si tú la miras como hija de Aquél que te ha creado, la miras de modo sobrenatural, y puedes mirarla cuanto quieras, y te llevará cada vez más cerca de Dios.

Texto extraído del Centro Chiara Lubich.


[1] Primera de las llamadas ciudadelas del Movimiento de los Focolares esparcidas en todo el mundo. Son pequeñas ciudades testimonio del amor recíproco que viven sus habitantes. El 10 de mayo de 2018 el Papa Francisco la visitó.

 

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