Amar la patria de los demás como la propia

 
Se cumplen 60 años de la consagración de los pueblos a María Reina durante la Mariápolis de 1959.

Diez años después de la primera Mariápolis[1], pasaron por los italianos Dolomitas doce mil personas de veintisiete países. Era el verano de 1959 cuando a Chiara Lubich le nace el deseo: “Si un día todos los pueblos, o al menos algunos de ellos, se consagraran a María…”. Y así hicieron el 22 de agosto. Una persona por cada pueblo, fueron leyeron un acto de consagración a María, “para que ella multiplicara la fraternidad universal en el mundo”.

El contexto, en principio, no podía ser más desfavorable, como afirma uno de los presentes en 1959, Danilo Zanzucchi: “En ese momento, hablar de patria significaba excluir una parte u otra. Y aquí, en cambio, me hablaban de amar la patria del otro como la propia. Esto era un cambio completo de la forma de pensar que existía entonces. Y, sin embargo, todos nos comprometimos”.

Gabri Fallacara explica el significado de esa consagración, tal importante entonces como en la actualidad: “Si amamos el pueblo en la persona que conocemos, que quizás es un fugitivo de alguna guerra, un desafortunado refugiado que sin embargo tenía una casa en su tierra, tenía una escuela, tenía una ciudad y ahora, de repente, se ha convertido en cero. Y estar ante ese cero nos hace casi temer. Aquí pienso que el acto de consagración nos pide salir del miedo, de escuchar lo que el otro nos dice; cuando esta consagración viva en nuestra carne, dentro de nuestros huesos, en nuestra prisa: detenernos, escuchar y creo que esto, si lo viviéramos hoy, sería maravilloso”.

Video Amar la patria de los demás como la propia, sobre la consagración de los pueblos a María el 22 de agosto de 1959. Realizado con motivo de la Mariápolis Europea de 2019. Transcripción del video en castellano.

 

[1] Una Mariápolis (Ciudad de María) es un encuentro de personas construyendo una ciudad temporal basada en la fraternidad y el respeto recíproco. La primera se celebró de forma espontánea en los Dolomitas, lugar donde Chiara Lubich –fundadora de los Focolares- y un grupo de sus primeras compañeras, se encontraban de descanso. Se repitieron los años sucesivos hasta que empezaron a realizarse también en otros lugares del mundo.

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