“Hoy estando en casa sin poder salir por el coronavirus me he propuesto vivir la Palabra de Vida: ‘Hacer a los demás como me gustaría que me hicieran a mí’. Estaba leyendo y me he acordado de Angelita, una vecina de 90 años que vive sola. Hace unos días le daba la Palabra de vida y me dijo que no se la diera más porque no la veía ni con lupa. Entonces, he dejado de leer y la he llamado; me daba las gracias porque como se aburre, se duerme y así puede hablar con alguien; ha estado hablando mucho y antes de colgarle le he preguntado si quería que le leyera la Palabra de Vida. Y con mucha alegría me decía que sí. Ella me decía que coincidía con lo que está pasando ahora, ya que hay mucha gente que quiere ayudar a los mayores. Y me decía que su vecina, aunque no se conocen mucho, pero que se le ha ofrecido a comprarle lo que necesite. Nos hemos despedido diciendo ella: ‘hasta mañana, que me llames’.

También he llamado a Teresa, una amiga mía que lleva varios años enferma, no pudiendo andar y casi ni hablar. Le ha dado mucha alegría que le llamara. Después de escucharle un rato, le he dicho que había misa a las 19 horas en la TV. Después me ha llamado ella con mucha alegría para darme las gracias porque no lo sabía. Al despedirse me pedía que le llamara todos los días y así por lo menos hablaba con alguien.

He llamado también a Josefina, una señora mayor que vive con una señora interna. Ha sido muy oportuno el haberla llamado porque la señora se había ido hasta mañana por la noche y estaba muy sola. Yo he tratado de amarla escuchándola, se ha quedado más tranquila.

Luego he llamado a Maruja, otra amiga con la que no nos vemos mucho; está cuidando a su marido, enfermo desde hace varios años. Le ha dado mucha alegría el poder hablar; me daba las gracias por acordarme de ella.

Ha sido un día de llamar y escuchar. Todo ha sido como a mí me gustaría que me lo hicieran.”