Atreverse

 
Juan Carlos Duque, de la Universidad de Deusto, comparte sus reflexiones en torno a "atreverse a cuidar".

Este artículo se ha publicado en Inteligencia emocional y en Ciutat Nova (Català / Castellano).

Llevo varios días dándole vueltas al tema que quiero abordar aquí y me surgen unos cuantos: las elecciones estadounidenses, la ecología, el fin de la cultura occidental capitalista tal como la conocemos, o, al menos, su evidente deterioro y galopante decadencia (no puedo evitar recordar constantemente la caída del Imperio Romano), los movimientos migratorios (pateras, campos de refugiados, tráfico de personas, el proxenetismo, la pederastia, las muertes colaterales…), los conflictos bélicos en África y Medio Oriente, los recientes atentados de Kabul, La Paz, Niza, Viena, el enriquecimiento de unas/os pocos/as – con la que está cayendo –, el empobrecimiento de tantísimas personas – directamente vinculado a lo anterior – y, casi se me olvida, la Covid-19…

De pronto me he encontrado con la noticia de que Pablo Alcaide, un adolescente de 16 años, hijo de una barrendera de Logroño, orquestó con sus amigas y amigos una campaña de limpieza tras los destrozos causados durante unas reivindicaciones, tal vez legítimas, pero inexplicablemente incívicas, de sus conciudadanos/as. Dio un paso al frente para hacer lo posible por poder ayudar un pocoSe atrevió

Atreverse es sinónimo de aventurarse, de osar. Es tener el suficiente coraje para hacer algo, y después hacerlo. Son muchas las personas que se atreven. Lo sabemos, las vemos cada día. Y yo, ¿me atrevo?

¿Atreverme a qué? Poco a poco he ido descubriendo que este verbo puede conjugarse con cualquiera de los temas que me rondan la cabeza. Pero en muchos de ellos sólo puedo concienciarme, informarme, reflexionar, opinar, debatir y, eventualmente, hacerlo con quienes están cerca de mí y realizar juntos este ejercicio para después compartirlo con otras personas. En algún caso podría colaborar también con alguna organización directamente implicada y aportar así, al menos, un granito de arena… A pesar de esto, me siento frente a esas cuestiones como una hormiguita insignificante.

Pablo me ha dado una lección. Puedo también atreverme a cuidar lo que tengo delante de mi nariz: mi familia, mis amistades, mis colegas de trabajo, mi vecindario, mi entorno, mi ciudad, mi país… En resumen: mi universo cotidiano. Y en este universo yo estoy en el centro y, en gran medida, depende de mí.

¡Venga! ¿Nos atrevemos?

 

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