Médico y nacida en Madrid, donde hasta ahora ha vivido la mayor parte de su vida, está preparando las maletas para su traslado al Centro Internacional de los Focolares en Rocca di Papa (Roma). Allí, se dedicará a la tarea que Margaret Karram, Presidenta de los Focolares, le ha confiado junto a Etienne Kenfack, el aspecto de la naturaleza y vida física[1].
Antes de su viaje, nos ha dedicado unos momentos …
Pregunta: ¿Cuándo y cómo entraste en contacto con el Movimiento?
Respuesta: A los 13 años, en un encuentro para los jóvenes en un colegio de Madrid. Me atrajo la alegría que veía en ellos y que me parecía auténtica. Tres años después, empecé a asistir a las reuniones donde nos proponíamos vivir el Evangelio. Descubrí que esa era la raíz de esta alegría, y que estaba hecha también para mí.
P. Pasan los años y sientes que Dios te pide algo especial…
R. No sentí nunca que Dios me pidiera algo especial, sinceramente. He sentido siempre que Dios me ofrecía la felicidad. Y en mi caso, bajo la forma de vida en el focolar[2]. Suponía dejar atrás cosas, pero siempre al encuentro de algo hermoso, y que percibía y percibo como una gran oportunidad. En Loppiano (Italia) la escuela de formación, de una gran internacionalidad, me abrió mucho la mirada y el deseo de conocer los muchos modos de vida, de percibir el mundo y de construir la sociedad. En distinto modo pero es la misma experiencia que sigo haciendo en el focolar y en las comunidades donde he estado.
P. Y volviste a España, a Madrid. Una característica bastante usual en los focolarinos y focolarinas, es que a lo largo de su vida, suelen vivir en diferentes ciudades, países y continentes. ¿Cómo has vivido tu permanecer en tu ciudad de nacimiento?
R. Es verdad. Regresé a Madrid; aunque cambié varias veces de focolar, es decir tuve varias mudanzas, pero siempre entre distintos puntos de la Comunidad de Madrid. Eso me ha dado la posibilidad de una continuidad de relación con las personas, de conocer a muchos cuando tenían 3 años y ahora son padres o madres de hijos. Es una experiencia muy bonita poder compartir la vida a lo largo del tiempo, vernos crecer…
P. El último año ha sido diferente para todos a causa de la COVID. Desde tu trabajo como médico, ¿cómo lo has vivido?
R. Trabajaba en un centro para personas con discapacidad, cuando empezó el confinamiento, de acuerdo con el focolar me quedé a vivir en la residencia. Con la fortuna de que en ese mismo centro de trabajo había otros con los que compartíamos la espiritualidad de la unidad y que hicimos una profunda experiencia de familia al servicio de los más vulnerables. Además del cansancio y la alegría, quiero dejar constancia de la sorpresa continua de la Providencia, que nos llegaba de mil maneras concretas, y que nos hacía sentir a Dios al lado, en medio de tanta incertidumbre. Con la fuerza de la unidad, tuvimos también muchas ocasiones para construir relaciones fuertes que perduran con sanitarios de otros centros, con familias, se iba creando una red de fraternidad y relaciones sinceras que permanece.
P. Como corresponsable de los Focolares en España desde 2013, has tenido ocasión de establecer muchas relaciones y entrar en contacto con diferentes realidades de la sociedad. ¿Qué ha supuesto para ti?
R. Un gran regalo, hay personas grandes por todas partes, asociaciones, grupos que no se ven, que sostienen con su amor y su dedicación familias, barrios, grupos, escuelas… gente que vive para hacer mejor la vida de otros. Y la posibilidad de entrar en contacto con distintos carismas, proyectos, solo eso va generando una sociedad nueva. Esto lo he disfrutado especialmente.
P. Participaste en la Asamblea General de 2014 y ahora en la de este año. Ya solo por la forma en que se han desarrollado, han sido muy distintas. ¿Qué destacas de la experiencia vivida hace pocos meses?
R. En esta ocasión tuvo que realizarse de forma completamente telemática y pondría de relieve que el online gestionado con las herramientas adecuadas, y con un trabajo preparatorio ímprobo, no ha sido un obstáculo sino una oportunidad para poder participar desde los 5 continentes, en tiempo real, y con posibilidad muy abierta y dinámica de compartir ideas, experiencias, modos de ver. Y destaco también el esfuerzo de comprensión recíproca y de exponer con sinceridad el propio punto de vista, lo que siendo de culturas tan diferentes ha supuesto una riqueza iluminadora.
P. Fuiste elegida entre los 22 consejeros mundiales. ¿Cómo fue y cómo te sentiste, en ese momento y ahora?
R. Fue muy sencillo, fruto de las votaciones; en el primer momento sentí más el esfuerzo de pensar en tener que “recoger” todo aquí para trasladarme a Roma, en cierto modo era cerrar una etapa de mi vida y eso me costaba; ahora me viene más en relieve que es una oportunidad muy valiosa de construir unidad entre personas de una gran diversidad porque el equipo es muy internacional.
P. Tienes encomendado el aspecto de la naturaleza y vida física junto a Etienne Kenfack de Camerún. ¿Cuáles son, en principio, vuestros objetivos?
R. Esta pregunta creo que es para dentro de unos meses (risas). El equipo anterior ya ha empezado a pasarnos los contenidos de todo lo desarrollado en los últimos seis años. Sin duda, la conversión ecológica integral estará muy presente, así como la atención a las situaciones de vulnerabilidad, como la ancianidad, la salud mental, etc… en la situación de pandemia y no solo. Todo esto está muy relacionado con la dimensión de la familia que no obstante las dimensiones del Movimiento, quisiéramos que fuera nuestra “medida y experiencia natural”.
P. Dentro de poco viajarás al Centro Internacional de los Focolares en Rocca di Papa (Roma). ¿Qué te llevas de España?
R. El testimonio de una generosidad que crece más cuanto más alto es el desafío, la alegría de la vida en comunidad, del disfrutar juntos, la capacidad de trabajo y de pasión, y el deseo de comprendernos, tan distintos y a la vez tan hermanos. Y un gran agradecimiento.
[1] El espíritu de la Obra de María, que es caridad, se manifiesta y concreta en siete aspectos concretos que abarcan la totalidad de la vida diaria. Uno de ellos es naturaleza y vida física, que abarca la salud física y espiritual de cada persona y el cuidado de la creación.
[2] Pequeñas comunidades de laicos. Están formadas por hombres y mujeres que trabajan y ponen en común sus bienes. Han sido atraídos por Dios, a quien le dan su vida, convencidos firmemente de Su amor. Han dejado padre, madre, familia, patria para contribuir a realizar la oración de Jesús: “Que todos sean uno”.