La responsabilidad de las religiones en la crisis de la globalización

 
Intervención de Margaret Karram en el Encuentro Internacional El grito de la paz organizado por Sant Egidio en Roma.

Intervención de Margaret Karram en el Encuentro Internacional El grito de la paz organizado por Sant Egidio en Roma.

Un año más, se ha celebrado el encuentro por la paz promovido por Sant Egidio. En esta ocasión se ha celebrado en Roma bajo el título: El grito de la paz: religiones y culturas en diálogo.

Margaret Karram, Presidenta de los Focolares, ha participado en la mesa redonda 13 – La responsabilidad de las religiones en la crisis de la globalización.

Reproducimos a continuación su intervención:

Estoy particularmente contenta de estar aquí hoy y por eso agradezco a la Comunidad de Sant Egidio que me ha invitado a formar parte de este evento que nos permite reunirnos para implorar el don de la Paz, o mejor: “gritarlo”, tal como dice de modo muy eficaz el título de estas jornadas.

Desde hace años está a la vista de todos la fuerte crisis de la globalización; y especialmente desde que estalló la guerra en Ucrania – sin olvidar los otros conflictos menos difundidos por los medios de comunicación – se habla de una ruptura de las relaciones internacionales. El mundo está cada vez más dividido y polarizado. De hecho, durante décadas, en muchas áreas del mundo, la globalización se ha percibido y a menudo se ha sufrido como resultado de la influencia de los países desarrollados; y no ha aportado ni inclusión ni igualdad de derechos.

Estamos viviendo –como dice el Papa Francisco– una “guerra mundial a pedazos”; la alternativa, como explica en la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, es una verdadera “paz mundial” que no se contente con una paz “efímera”, reservada solo a una “minoría feliz”, fruto de situaciones de desequilibrio y dependencia[1]. Esta sería una paz sin futuro, porque contendría en sí la “semilla de nuevos conflictos y de variadas formas de violencia”[2].

Una globalización sin solidaridad ha creado mayores desigualdades no solo entre países y pueblos, sino también dentro de los Estados. Incluso durante la pandemia, hemos sido testigos, por ejemplo, de la tentación del nacionalismo de las mascarillas y de las vacunas.

Para decirlo con una expresión querida por el Papa Francisco, se han multiplicado las periferias, es decir, los excluidos, los expulsados, los descartados y no solo en sentido económico, sino en el sentido más profundo de la negación de la dignidad de cada persona y del valor insustituible de cada pueblo y de cada cultura.

Sin embargo, el mundo en el que vivimos ya está globalizado, porque somos partícipes de un destino común. Pensemos en el cambio climático, en la seguridad alimentaria, en la energética, en los riesgos relacionados con el comercio y el uso de armas.

Nuestra patria común hoy es la humanidad, además de la tierra de la que provenimos. Sin embargo, aunque a menudo experimentamos la fragilidad, nos cuesta mucho trabajo cuidarnos unos a otros.

En una palabra, más que de la globalización, necesitaríamos un mundo fraternizado.

¿Es una utopía? Diría que no. Pero una visión así de la humanidad, para no parecer ingenua requiere mucho coraje; requiere capacidad de diálogo basado en un amor concreto por el prójimo que – como dijo Chiara Lubich, la fundadora del Movimiento de los Focolares – “lejos de encerrarse orgullosamente en el propio recinto, sabe abrirse a los demás y colaborar con todas las personas de buena voluntad para construir juntos la unidad y la paz en el mundo[3]”.

Y sigue diciendo: “Y para responder a este desafío sin precedentes, la contribución de las religiones es decisiva. ¿De quién, si no de las grandes tradiciones religiosas, podría partir esa estrategia de la fraternidad capaz de marcar un viraje incluso en las relaciones internacionales?[4].

Hasta aquí Chiara Lubich.

Fuera de las instrumentalizaciones de las que a veces son objeto, las religiones tienen en el corazón de su mensaje una perspectiva universal, que va mucho más allá de la idea misma de política internacional.

No se trata solo de colaborar para la salvación del planeta: por el clima, la comida, el agua. Se trata de reconocer una identidad compartida del género humano también en su relación con la creación y en su relación con Dios.

En esta perspectiva, el diálogo interreligioso no puede quedarse solo en una conversación amistosa y fraterna, debe transformarse en proyectos al servicio no solo del bien común sino de los «bienes comunes», es decir, de todo lo que es necesario para que la vida de las personas y de los pueblos se desarrolle bajo el signo de la dignidad y de la compartición.

Se están realizando notables esfuerzos a nivel internacional; no podemos dejar de mencionar el compromiso incansable de la Comunidad de Sant’Egidio y el valioso trabajo de Religions for Peace; el “Documento sobre la Fraternidad Humana” de Abu Dabi[5], solo por citar algunos ejemplos.

También la experiencia de diálogo entre personas de diferentes religiones que el Movimiento de los Focolares está llevando adelante desde hace más de 40 años nos está enseñando que un ámbito de encuentro muy prometedor es el local: es decir, trabajar en red en el territorio, junto a las distintas organizaciones para responder a las necesidades específicas de las poblaciones. La colaboración entre personas de diferentes credos religiosos no solo ofrece soluciones sociales, civiles, solidarias, sino que muestra que la humanidad puede ser una familia.

Para concluir, las religiones pueden contribuir a recomponer nuestro mundo destrozado, pueden ser realmente fábricas de paz y de fraternidad, “Porque – termino con algunas palabras de Chiara Lubich – frente a una estrategia de muerte y de odio, la única respuesta válida es construir la paz en la justicia; pero sin fraternidad no hay paz. Solamente la fraternidad entre individuos y pueblos puede asegurar un futuro de convivencia pacífica[6]”.

Gracias por su atención.

Margaret Karram


[1] Cf. FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (24 de octubre de 2013)

[2] Ibid. Nº 219

[3] Chiara Lubich, “Qué futuro para una sociedad multicultural, multiétnica y multirreligiosa”. Londres, 19 de junio de 2004

[4] Ibid.

[5] Documento sobre la Fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común. Abu Dabi, del 3 al 5 de febrero de 2019

[6] Chiara Lubich, “Qué futuro para una sociedad multicultural, multiétnica y multirreligiosa”. Londres, 19 de junio de 2004

 

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