Nacido en Madrid, ha vivido desde su juventud entre Barcelona y Madrid, conjugando, según afirman quienes le conocen, lo bueno de ambos lugares.

Recientemente elegido miembro del Consejo General de los Focolares, Ángel Bartol, licenciado en derecho, hasta ahora venía siendo Representante de los Focolares en España. En esta ocasión no participaba en la Asamblea. Recibió una llamada telefónica que le comunicaba su elección. A la mañana siguiente viajó a Castelgandolfo para aceptar la nueva responsabilidad.

A lo largo de esta entrevista nos cuenta cómo afronta su futuro y cómo han sido estos últimos años.

* ¿Cómo conociste los Focolares?, ¿tienes algún recuerdo especial de aquella época?

Tenía 13 años cuando me encontré con personas que decían haber descubierto en el amor la plena felicidad, que hacían experiencias del Evangelio, por lo que era posible vivirlo y no solo creer en el con una fe desencarnada. Fue como una liberación, com

o si se abriese una puerta que me impedía realizarme como persona, como cristiano… Y efectivamente experimenté la felicidad, la que nace del dar y darse, la que no pide nada y vive en función de los demás, la que nace de vivir con la presencia de Jesús vivo entre aquellos que se aman, un tesoro éste por el que valía la pena vivir… Y todo ello con la libertad de quien es amado por Dios y descubre que puede amarlo con todo el corazón, con todas las fuerzas.

* Pasó el tiempo y sentiste que Dios te quería en una comunidad focolar. Estuviste en Loppiano, en la escuela de formación. ¿Y después?

He vivido a caballo entre Madrid y Barcelona, aunque también se abrieron posibilidades de ir a Costa Rica o Argentina, aunque nunca se hayan concretado. Todo ello me ha ayudado a no atarme con hilos -por finos que estos sean- para poder estar disponible para vivir y llevar la fraternidad y construir el mundo unido allí donde fuese más oportuno, pero sabiendo que empieza por el día a día allí donde estamos.

Sin duda, todas han sido experiencias muy ricas, que me han abierto al encuentro con culturas diferentes, lenguas diferentes, tradiciones diferentes y, en la medida en que me he dejado construir por ellas he podido dar también mi aportación, en un intercambio de dones, todos necesarios para construir el mosaico de la familia humana.

* Durante estos últimos años el servicio ofrecido por ti dentro de los Focolares ha sido especial, ¿qué destacarías?

En la última visita que Chiara Lubich hizo a España, nos invitó a hacer una experiencia de unidad entre los pueblos y culturas presentes en España, que contuviese la rica diversidad, una unidad que contiene y expresa también lo diverso, y no lo mortifica ni lo anula. Para ello hizo nacer la ciudadela Castillo Exterior, un lugar donde vivir y hacer visible esta experiencia, esta realidad, como una aportación fruto de su carisma de unidad.

Han sido años apasionantes, a veces recorridos por caminos oscuros, pero siempre llenos de humanidad, de comunión… Que nos ha hecho constatar la presencia de Dios como alguien vivo y presente en el día a día, que nos guía y nos sostiene, ilumina y da fuerza para seguir trabajando, conscientes de que es una tarea difícil.

Al mismo tiempo me ha dado la posibilidad de relacionarme con personas de muchos ámbitos: eclesiales, sociales, de los medios de comunicación, de otros movimientos y comunidades eclesiales, etc. Una riqueza que me acompaña, que me ha ayudado a dilatar el corazón, a amar con intensidad todo aquello que he tenido ocasión de conocer… en un continuo intento por acoger, amar y ofrecer el don recibido a cuantos he encontrado, en un diálogo continuo lleno de reciprocidad.

* Ahora comienza una nueva etapa en Roma, ¿qué te llevas de España?

Me llevo una experiencia muy rica, que ahora continua con otros matices, pero fundamentalmente consistente en vivir de forma que podamos llevar la unidad y la fraternidad a todos los hombres y mujeres de este mundo, tan sediento de ser familia y de vivir como tal.

* ¿Cómo esperas que sea este nuevo periodo, ¿cómo lo afrontas?

Es una nueva página de un libro que escribimos juntos, independientemente del lugar en el que estemos, por la presencia de Dios vivo entre nosotros.

Por otro lado, todo aquello que ha sido verdadero, que ha sido amor, permanece en mí, o mejor, soy fruto de todo ello, por tanto fruto del amor de muchas personas que he ido encontrando. No es algo del pasado sino del presente.

La experiencia de unidad y diversidad vivida es también una luz que me acompaña, una luz que adquirirá nuevas tonalidades en esta nueva etapa de mi vida, en este nuevo servicio que puedo prestar al Movimiento, a la Iglesia y a la sociedad.

Es una etapa que vivo con apertura, con sorpresa, con pasión y con sencillez… seguro de que cualquier cometido dará fruto si es expresión del amor entre nosotros, de la presencia de Jesús en medio de nosotros, que se abre camino para seguir ofreciendo el carisma de Chiara a toda la humanidad.

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Tras la celebración de la Mariápolis 2014 en Granada, Ángel Bartol concedió una entrevista a Catalunya Cristiana. Puedes leerla aquí.