Maria Voce -Presidente del Movimiento de los Focolares- expresa su experiencia y la de todo el Movimiento a través de un comunicado hecho público el 18 de enero. Lo reproducimos a continuación:
“Uno se pregunta hoy, después de los asesinatos de París y las masacres en Nigeria y el Pakistán, si es necesario el diálogo entre personas de diferentes culturas y religiones. Me permito revertir la pregunta: ¿se puede vivir sin diálogo en un mundo globalizado? En un planeta donde a los flujos migratorios voluntarios cada vez mayores por trabajo o por otras razones, se añaden poblaciones enteras que se ven obligadas a huir de la persecución llevada a cabo en diversas partes del mundo. Desarraigados de su mundo y su futuro, se ven obligados a convivir con personas de etnias, culturas, opiniones y creencias diferentes.
La cuestión en nuestros países occidentales es acuciante. ¿Cómo se puede vivir con estas personas? La respuesta es clara: o se dialoga o se combate los unos contra los otros. Pero luchar conduce a la destrucción, tanto de los residentes como de los inmigrantes. Mientras que la apertura y el diálogo crean vida y conducen a la vida, porque el diálogo entre personas de diferentes creencias siempre conduce a construir juntos algo válido para el bien de la sociedad en la que se vive y para toda la humanidad. Pues cada acción está basada en el hecho de reconocernos hermanos. Lo he podido comprobar en los viajes realizados en los contextos dramáticos de Medio Oriente, África y Asia. El valiente compromiso del diálogo es vivido por niños en las escuelas, por familias con sus vecinos, por muchas personas en sus ambientes de trabajo.
El diálogo más eficaz es aquel que se basa en la vida, en el compartir la existencia diaria. No comienza por una confrontación de ideas, porque es esencial iniciar por el conocimiento del otro – y no por la religión del otro – con el fin de descubrir el vínculo de fraternidad que une a todos los seres humanos. Sobre esta base se puede establecer la comprensión de la fe del otro para poderla respetar, para que el diálogo sea realmente constructivo y no se limite a una convivencia no beligerante que impide construir juntos el futuro común.
Sólo en este diálogo se descubre que cada uno tiene algo para darle al otro y encuentra que la diversidad no es necesariamente motivo de contraposición, sino que puede ser motivo de enriquecimiento recíproco. Y realmente se enriquece, porque Dios es generoso y derrama sus dones sobre todos los hombres, sin importar la fe a la que pertenecen. Descubrirlo nos hace más ricos y también más libres en la mutua relación.
En este proceso es particularmente iluminador lo que el Papa Francisco manifiesta con la palabra y con sus actitudes, destacando la acogida, la empatía, la atenta escucha de las razones del otro. El Papa habla mucho sobre la amistad, invita a relacionarse con los otros como hermanos y amigos, como personas que saben entenderse y saben valorar los bienes que encuentran los unos en los otros.
Igualmente valiosa es la indicación del Papa a no descontar nuestra identidad de cristianos, con el fin de prepararnos para este diálogo, porque sigue siendo cierto que sólo podemos dialogar si somos profundamente y auténticamente cristianos. El diálogo debe comenzar con la conciencia de que cada encuentro puede ser una oportunidad para donar al otro los valores de nuestro ser cristianos, sin imponer, pero con delicadeza, seguros de que es un tesoro del cual los otros también tienen derecho a participar.
He comprobado muchas veces que cuando se dialoga, se identifican los temas comunes sobre los cuales encontrar soluciones e iniciativas compartidas. Decisivo es el espíritu con el que se afrontan los problemas. Si el espíritu se ve reforzado por una espiritualidad – es decir, desde una concepción de la vida que emana de una espiritualidad – no sólo conduce a valorar todo lo bueno que hay en el otro, a descubrir los dones de Dios presentes en cada tradición religiosa, a ponerlos en luz, sino también a hacerlos progresar. Entonces un cristiano o un musulmán son mejores caminando por el camino del diálogo y descubren que se progresa juntos y que este progreso conduce a obras comunes, comenzando por la paz, que benefician a toda la humanidad”.
María Voce