Palabra de Vida – Diciembre de 2013

 
“Que el Señor los haga crecer cada vez más en el amor mutuo y hacia todos los demás” (1Tes 3,12)*

“Que el Señor los haga crecer cada vez más en el amor mutuo          y hacia todos los demás” (1Tes 3,12)*

Estas palabras conforman una de las expresiones habituales de san Pablo, cuando le propone a la comunidad crecer en el amor y, al mismo tiempo, le pide al Señor gracias especiales. (Ef. 3,18; Fil. 1,9).

Solicita para los tesalonicenses la gracia de un amor recíproco siempre creciente, abundante. No hay un velado reproche, como si diera a entender que el amor mutuo estuviera ausente en la comunidad, sino más bien expresa que se trata de una exigencia propia del amor mutuo: el crecimiento constante.

Al ser el amor el centro de la vida cristiana, de no progresar toda la vida queda afectada, se debilita y puede apagarse.

No basta haber comprendido luminosamente el mandamiento del amor al prójimo, y ni siquiera haber experimentado el entusiasmo, los impulsos y la entrega propios del comienzo de una conversión al Evangelio. Es necesario acrecentar el amor y mantenerlo siempre vivo, activo, en acción. Y esto ocurrirá en la medida en que sepamos aprovechar, con creciente prontitud y generosidad, las variadas ocasiones que la vida ofrece cada día.

Para san Pablo las comunidades cristianas deberían tener la frescura y el calor de una verdadera familia.

Por lo tanto, se comprende la intención del apóstol al poner en guardia frente a los peligros que con frecuencia amenazan: el individualismo, la superficialidad, la mediocridad.

Pero san Pablo quiere prevenir también de otro grave peligro, estrechamente relacionado con el primero: el de acomodarse a una vida ordenada y tranquila, pero encerrada en sí misma.

Él pretende comunidades abiertas, dado que es propio de la caridad amar a los hermanos en la fe y, al mismo tiempo, abrirse a todos, ser sensibles ante los problemas y las necesidades de todos. Es propio de la caridad saber acoger a toda persona, tender puentes, poniendo en evidencia lo positivo y uniendo los propios deseos y esfuerzos de bien con cuantos demuestran buena voluntad.

¿Cómo vivir entonces la Palabra de vida de este mes? Tratando de crecer en el amor recíproco en nuestras familias, en el ambiente de trabajo, en nuestras comunidades o grupos eclesiales, en la parroquia…

Esta Palabra nos exige una abundante caridad, es decir: una caridad que sepa superar los límites mediocres y las barreras que provienen de nuestro sutil egoísmo. Será suficiente pensar en ciertos aspectos de la caridad (tolerancia, comprensión, acogida recíproca, paciencia, disposición de servicio, misericordia para con las reales o presuntas faltas de nuestro prójimo, comunión de bienes materiales…) para descubrir muchas ocasiones por vivir.

Además, es evidente que si en nuestra comunidad se respira este clima de amor mutuo, el calor se irradiará inevitablemente hacia todos. Incluso quienes no conocen aún la vida cristiana advertirán su atractivo y fácilmente, casi sin darse cuenta, se encontrarán inmersos hasta sentirse parte de una misma familia.

Chiara Lubich

Publicación mensual del Movimiento de los Focolares
* Este texto fue publicado por primera vez en 1994.