Palabra de vida – Febrero 2019

 
“Busca la paz y sigue tras ella” (Salmo 34, 15)

En este salmo, David expresa su alegría y reconocimiento frente a la asamblea: ha conocido el peligro y la angustia, pero ha invocado con confianza al Dios de Israel y ha encontrado paz.

El protagonista de este himno es Dios con su misericordia, su presencia fuerte y decisiva junto al pobre y al oprimido que lo invoca. Para que otros alcancen la misma salvación, David sugiere algunas actitudes del corazón: apartarse del mal y sobre todo practicar siempre el bien.Y subraya la necesidad de no difamar al prójimo. En efecto, la difamación puede llevar a la guerra.

“Busca la paz y sigue tras ella.

En el lenguaje bíblico, la paz tiene numerosos significados, como por ejemplo el bienestar físico y espiritual o el acuerdo entre las personas y los pueblos. Pero antes que nada se trata de un don de Dios, a través del cual descubrimos su rostro de Padre.

Por lo tanto es indispensable buscar con intensidad y pasión a Dios en nuestra vida, a fin de experimentar la verdadera paz. Es una búsqueda que nos exige hacer nuestra parte, seguir la voz de la conciencia, que siempre nos impulsa a elegir el camino del bien y no el del mal. A menudo bastaría con dejarnos encontrar por Dios, que desde siempre está a la búsqueda de cada uno de nosotros.

En cuanto cristianos, por el bautismo, estamos ya en relación íntima con Jesús: el Dios cercano que nos ha prometido la paz; es Él la paz. Y hemos recibido el don del Espíritu Santo, el Consolador que nos ayuda a compartir con los demás los frutos de la paz de Dios que hemos experimentado. Él nos indicará el camino para amar a las personas a nuestro alrededor y superar así los conflictos, evitando las acusaciones infundadas, los juicios superficiales y el hablar mal de los otros, para abrir el corazón a la acogida del prójimo.

No podremos hacer callar todas las armas que ensangrientan muchas regiones de nuestra tierra, pero sí actuar personalmente y reavivar las relaciones heridas en la familia, en nuestra comunidad cristiana, en el ambiente de trabajo, en el tejido ciudadano.

Con el empeño de una pequeña o gran comunidad, decidida a dar testimonio de la fuerza del amor, pueden reconstruirse puentes entre grupos sociales, entre iglesias, entre partidos políticos.

“Busca la paz y sigue tras ella.

La búsqueda convencida de la paz nos sugerirá también comportamientos adecuados para proteger la creación, que es también un don de Dios para sus hijos, confiado a nuestra responsabilidad para con las nuevas generaciones.

Escribía Chiara Lubich en 1990 a Nikkio Niwano, fundador del movimiento budista japonés Rissho Kosei Kai: “Si el hombre no está en paz con Dios, la tierra misma no lo está. Las personas religiosas advierten el ‘sufrimiento’ de la tierra cuando el hombre no la usa de acuerdo con el plan de Dios, sino solo por egoísmo, por un deseo insaciable de posesión. Es este egoísmo y este deseo lo que infecta el ambiente más aún que cualquier otra contaminación, que es una consecuencia de esta actitud. Si se descubre que toda la creación es el don de un Padre que nos quiere, será mucho más fácil encontrar una relación armoniosa con la naturaleza. Y si se descubre también que este don es para todos los miembros de la familia humana, y no solo para algunos, se pondrá más atención y respeto ante lo que pertenece a la entera humanidad, presente y futura”.

Letizia Magri