Saber callar, saber decir, mirándose a los ojos

 
Un encuentro dedicado especialmente a las familias.

Familias de 12 ciudades se dieron cita en Mariápolis para un fin de semana de retiro que ofrecía un análisis a fondo en la relación de pareja bajo la propuesta de “comunicar para amar, amar para comunicar”.  A  partir de la historia de un matrimonio en crisis, dramatizada en tono de comedia – “Nuestro Amor”, Bob Reiner, 1999 -, el tema quedó instalado desde el primer momento en el cine-debate que le siguió, ayudados por la fácil identificación en las características contrapuestas de los distintos personajes. Sin duda una parodia que resultó motivadora para confrontar las diferencias y plantearse cómo conjugarlas en el crisol de la vida cotidiana.

Con la guía de Sara y Marcelo Fullone, respectivamente asistente social y psicoterapeuta, especialistas en el tema, los participantes pudieron ahondar en los distintos matices propios de la comunicación en la familia a través de exposiciones, diálogos en pareja y trabajos de grupo. Las distintas manera de comunicarse, el valor de los gestos y los silencios, más que las palabras, el influjo de las condiciones ambientales y familiares de origen, el coraje del diálogo, el miedo a la intimidad, la riqueza y el manejo de las emociones, la conquista de los tiempos y lugares propicios para dialogar, iban describiendo el amor no sólo como mero sentimiento natural,  sino sobre todo como construcción consciente y compartida en las distintas etapas de la vida. En efecto, había matrimonios con su primer embarazo, junto a parejas que superaban las bodas de oro rodeados de hijos y nietos, que se enriquecían en la comunión de experiencias iluminando los pasos y los cambios que cada uno comprendía para su propia vida.  No por nada  se volvía casa vez más espontáneo entonar “Cambia, todo cambia…”, la canción con que se había iniciado el retiro.

En la conclusión, una andanada de testimonios, algunos a pedido y otros espontáneos, dando cuenta del valor fundamental de la comunicación en el variado mundo de la familia, cerró con el estribillo de otra canción que lo dice todo: “Vamos, decíme, contáme/ todo lo que a vos te está pasando ahora / porque si no cuando está tu alma sola, llora./ Hay que sacarlo todo afuera,/ como la primavera, / nadie quiere que adentro algo se muera. / Hablar mirándose a los ojos, / sacar lo que se puede afuera /  para que adentro nazcan cosas nuevas”.

Indudablemente habían nacido, y también renacido, muchas cosas nuevas. Lo decía la alegría que todos disfrutaban al despedirse felices de estos momentos de unidad tan intensos.

Finalmente, no faltó el saludo de agradecimiento al equipo de familias que, desde distintos lugares, con dificultades de comunicación y capacidad de riesgo, lograron organizar sobre la marcha un retiro tan al detalle. Y otro sentido agradecimiento a quienes realizaron, paralelamente, un campamento para los niños, que disfrutaron a pleno. El agradecimiento por el luminoso clima otoñal de ese fin de semana ya se sabe a quién estuvo dirigido.