La mirada de los padres

 
Un encuentro con las familias de los jóvenes de la Mariápolis donde se afianzaron aún más los lazos.

Expectativas y añoranzas, alimentados por la distancia y el desapego de sus familias, convirtieron en un verdadero acontecimiento el reencuentro de los jóvenes que este año hacen su experiencia en la ciudadela, con sus padres y hermanos llegados o conectados de todos lados.

El programa, preparado por los jóvenes, se abrió con una presentación variopinta alternando, junto a la seriedad de sus testimonios directos, una brillante y divertida escenificación de los distintos aspectos de sus vivencias en Mariápolis, que ayudó a reconocerse, hacer un balance y celebrar el camino de recorrido hasta aquí.

La propuesta que le siguió, a padres e hijos, de “ponerse en los zapatos del otro” para tomar conciencia de gustos compartidos pero también de conflictos instalados entre ellos, contribuyó a desacomodar la imagen habitual que cada uno tiene del otro y a descubrirse y hacerse cargo, recíprocamente, desde otra mirada más real y actualizada. Una breve y eficaz reflexión sobre el “recomenzar” convirtió esa dinámica en un momento de gozosa interioridad.

“La distancia y el desapego nos han hecho crecer tanto a nuestros hijos como a nosotros mismos – reflexionaban algunos padres, a los cuales les había costado la separación, casi como haber entregado lo más precioso que tenían – , y verlos ahora empoderados de su experiencia, ser recibidos en su espacio de pertenencia y relacionándose con nosotros desde otra medida de su libertad, cedida por  un lado y conquistada por el otro, daba al vínculo nueva solidez y perspectiva.

“De alguna manera, también los padres vivimos la experiencia de Mariápolis que hacen nuestro hijos, enriqueciéndonos en la entrega, mientras ustedes – asistentes, profesores, padrinos y todos los que los acompañan en este período en la ciudadela –  viven a su manera nuestra paternidad. Por eso podemos decir que nosotros, los padres,

somos parte de la ciudadela y ustedes son parte de nuestra familia. En síntesis, que somos entre todos un equipo”.

Algunas familias, de más cerca, habían llegado numerosas, mientras otras se pudieron hacer presentes a la distancia por distintos medios. Sin duda el más llamativo fue el Zoom planetario, con su sugerente imagen de internacionalidad integrando las antípodas, desde Corea a Paraguay, España a Ecuador,Costa Rica, Estados Unidos…, y por supuesto las provincias argentinas. Una conmovedora muestra de familia universal de diferentes culturas,  nacionalidades, lenguas, hablando el mismo idioma de la fraternidad que anima la ciudadela.

Dos días de intensa convivencia intergeneracional  compartiendo las confidencias de la vida en las casitas, los trabajos, los éxitos y los contratiempos, las amistades, el juego, las comidas, la fiesta, los recuerdos y los sueños, la oración… Inolvidable el momento de la improvisada bendición laica de todo el resto de la ciudadela a los padres, con la mano en el hombro, acompañando la lectura de la página-testamento de Chiara Lubich “sean siempre familia”.

Al partir, el comentario de muchos padres que conocían la Mariápolis por haber pasado en ella períodos importantes de su vida, coincidía en señalar el espíritu de fraternidad que se palpa genuino, enriquecido por la diversidad, a todos los niveles. Es lo mejor que nos podían decir.

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