Diez días en la “ciudad nueva”

 
Jóvenes de distintos lugares. Unas divertidas vacaciones donde se experimenta que los otros son aliados imprescindibles en la construcción de la propia felicidad.

Antes la llamaban “Experiencia de gen de paso” mientras que ahora la llamamos “Convivencia de verano”; pero la sustancia no ha cambiado: una fuerte experiencia comunitaria que involucra cada año a decenas de jóvenes que se dan cita en la Mariápolis Lia en O’Higgins, durante el mes de enero.

Días intensos, profundos, en la mayor simplicidad, como es simple el estar juntos o compartir momentos de juegos, alegrías, talleres sobre temas fundamentales, las comidas, lavar los platos… Todas estas realidades condimentadas con un “algo” especial como lo es cada realidad de la Mariápolis, donde se trata de vivir el amor evangélico en las pequeñas cosas de cada día.

La propuesta concreta ha sido la de proponerles a los más de 60 jóvenes participantes de ser ciudadanos de la “ciudad nueva” durante los 10 días de su permanencia. Para este objetivo, la Mariápolis ofrece un marco adecuado para que cada uno pueda hacer esta personal y a la vez comunitaria experiencia: un inmenso y hermoso parque, casas acogedoras, una Capilla donde quien lo desea puede encontrarse con el verdadero y primer ciudadano de este lugar: Jesús. También es frecuente el cruzarse por las calles o en los lugares de trabajo con personas que comparten el mismo sueño y que con un simple saludo o sonrisa comunican un irresistible optimismo. Todo en la ciudadela habla de Evangelio, de esfuerzo cotidiano por hacerlo vida, de dificultades compartidas, de metas alcanzadas…

El impacto con la Mariápolis no deja indemne a quien viene: y los 60 participantes de este año lo han experimentado en primera persona. Más allá del programa –preparado hasta en los mínimos detalles por los jóvenes de la Ciudadela–, cada uno pudo experimentar que otro mundo es posible, que existe la posibilidad de cambiar esas realidades que nos hacen sufrir y que tenemos frente a nuestros ojos todos los días en los noticieros, que no estamos solos en el soñar y construir un futuro mejor. Y que es posible reencontrarse consigo mismo como decía uno de los participantes: “Aquí me siento yo mismo, aquí puedo experimentar la parte más verdadera de mí, la mejor”. Y otro: “¿Ustedes que viven aquí, se dan cuenta realmente de que la Mariápolis es una bomba? ¡Tienen que hacerla conocer a todos!”

Unos cuantos tienen claros sus próximos pasos: “Quiero regalar un año de mi vida para construir junto con ustedes esta ‘utopía’”.

Al final, inesperado, indeseado o por algunos motivos también temido, llega el día de la conclusión de la convivencia. En el saludarse las inevitables lágrimas, largos abrazos, infinitas “selfies”, son el signo de una experiencia colectiva que para muchos permanecerá como un sello imborrable. Cada uno emprendió el regreso con el deseo de ser luz en el mundo, tal como era el título de la convivencia.

Y la Mariápolis una vez más saluda a estos jóvenes que con su simple presencia la han enriquecido con nuevos matices de vida. Y ya se empieza a pensar en la Convivencia del verano 2021 para que sea todavía más bella y profunda.

Para muchos, el futuro soñado a partir de hoy está más cerca…

(Colaboración Luca Pestarino – fotos: Diego Alejandro Balan)