Misión en un barrio de Guatemala

 
La inserción de un Movimiento laical en una parroquia a partir de la colaboración en una actividad evangelizadora.

Rara vez nos detenemos a conversar, pues es sabido que cuando se hacen ejercicios debe concentrarse uno en los movimientos y en la respiración. Sin embargo, esa mañana con el sol apenas despuntando Gloria, una vecina, me hizo seña de detenerme. La Junta de vecinos había estado planificando con la parroquia hacer dos semanas de misión en nuestra colonia y solo les faltaba una casa donde establecer la sede de las actividades. Entre todos pensaron en nosotros y Gloria aprovechó para decírmelo.

Curiosamente desde inicio de año nos preguntábamos como acercarnos a nuestra parroquia. En una ocasión habíamos ido a la secretaria para saludar al párroco, pero no lo encontramos. Y ahora llegaba esa propuesta, insólita, muy atrayente por su misma originalidad: ¿cómo dejarla pasar? nos dijimos, sin dudar, esa noche cuando lo comenté en focolar. Comenzaron las actividades, por dos semanas, a cargo del equipo de misioneros: Misa diaria a las 6 de la mañana; luego el equipo misionero con su “visiteo” casa por casa regresaba a mediodía para hacer un balance; a las tardes reunión con los niños o jóvenes y a la noche plenaria con los vecinos, al comienzo 3, luego 5, luego 10 hasta tener a 20 personas que llenaron el focolar cada noche para orar o ver una película o tratar temas sobre la familia. Pasaron los días y nos dimos cuenta que el desayuno juntos, un café a media tarde y el compartir las actividades nos estrechó en un solo equipo evangelizador y además nos hicimos amigos. En efectos la relación entre misioneros y focolarinos alcanzó tal profundidad que permitió experimentar la Iglesia-familia, presencia de Dios.

En palabras de P. Guillermo la misión fue una experiencia de comunión. “La misión me ha dejado el ver a Cristo vivo- agrega Paola – que muchas veces no somos capaces de ver en nuestros hermanos”. Para Luis ha sido muy bueno “haber tenido la oportunidad y privilegio de habernos unido a focolares y parroquia pues ambos estamos en la misma actitud de servir a Dios”. Y para Magaly ha sido maravillosa “por la acogida que las personas han hecho … la casa que nos ha recibido tan bien, nos ha acogido con mucho amor y han sido parte de esta gran actividad”. Miriam, una de las vecinas más participativa quiso expresar su sentir: “nosotros como familias recibimos muchas bendiciones no solo de los misioneros sino del sacerdote el P. Guillermo, de ustedes los focolares, quienes en la colonia son de mucha bendición.”

Aquello que se presentaba como una incógnita se reveló una experiencia de iglesia en el sentido Paolino de armonía de carismas que juntos forman el cuerpo de Cristo, también en una parroquia “donde cuesta” como suelen decir. Unos días después un joven del grupo de misioneros visitó el focolar y antes de despedirse nos pidió mantenernos en comunicación “pues en aquellos días entre ustedes yo vi a Dios”.

 Felipe, focolar de Guatemala

Normas(500)