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“Después de tanto esperar, finalmente salimos para Brasil. Somos unos veinte jóvenes venidos de Europa, nos acoge un clima frío y lluvioso. Pero el tiempo desfavorable no frena el entusiasmo y la alegría de encontrarnos para la experiencia que nos espera.  Estamos alojados en la ‘Mariápolis Ginetta´, la ciudadela de los Focolares a 70 Km. de San Pablo. Los primeros días participamos en un congreso sobre la fraternidad como categoría política para encarnar en la sociedad, junto con alrededor de 400 participantes brasileños de la región de San Pablo. El intercambio de experiencias es muy rico y denso.  Empezar con este congreso ha sido muy importante para nosotros, para orientar la brújula y no correr el riesgo, en los días siguientes, de perdernos en un falso activismo. Comprendemos que tenemos que apuntar a relacionarnos con la gente del lugar y su realidad cotidiana, haciendo el esfuerzo de entrar en su cultura. Estos primeros días nos han ayudado a preparar la mente y el corazón para acoger las realidades concretas que tendremos que enfrentar.

La ciudadela de los Focolares empezó hace tantos años –entre tantas otras actividades- dos proyectos: el ‘Jardín Margarita’ y el “Barrio do Carmo”. El primero es un centro educativo y de tantas otras iniciativas, situado en un pequeño barrio al frente de la ciudadela. Ya desde hace muchos años hay una escuela para niños y adolescentes. Enseguida nos injertamos en sus actividades. Una joven alemana junto con una argentina dan clases de canto a un grupo de niños brasileños. Después se hacen talleres de danza, educación física y, obviamente, de fútbol. El amor y la buena voluntad de todos, logra hacer superar la barrera del idioma.

El “Barrio do Carmo” es una aldea afro-brasileña, muy pobre. Allí no existen las estructuras para las actividades que se desarrollan en el ‘Jardín Margarita’, pero hay una panadería y una salita de costura, donde se dan cursos de formación laboral a los jóvenes de la aldea. Un colombiano de nuestro grupo organiza torneos de fútbol con unos cuarenta muchachos felices. En la sala de costura, algunas muchachas del grupo, de Alemania, Colombia e Italia, se suman al grupo de aprendices y, juntas, hacen las camisetas para el equipo de fútbol de la aldea. Otro grupo se pone a frisar y pintar las paredes de la casa. Algunos muchachos del lugar, intrigados, quieren colaborar. En poco tiempo nos encontramos en una gran obra, todos mezclados. Como delante de la casa hay tanta basura, otro grupito empieza a recogerla. Los muchachos involucrados se entusiasman y llaman a sus amigos. El pequeño grupo inicial crece enseguida. Todos están contentos de estar juntos, de trabajar jugando… y no se detienen hasta que la aldea no está limpia.

Los 15 días pasan deprisa y llega el día de volver para el evento conclusivo que tendrá lugar en el noreste de Brasil, junto a un grupo de Recife. Junto con las personas dejamos también muchas lágrimas.  Hemos vivido momentos extraordinarios con ellos y resulta duro separarnos. El amor concreto que hemos podido dar con nuestras fuerzas y talentos ha sido retribuido ampliamente con la alegría que experimentamos en nuestros corazones. Hemos construido relaciones auténticas, que permanecerán y fructificarán como semillas de fraternidad”.

(Rafael y Sara)

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