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Como Chiara Luce
Conexión telefónica mundial
Castel Gandolfo, 9 de marzo de 2000

(A cargo de Thomas Klann)

 


Trascripción del vídeo (pdf)

(…) queridos todos:

En nuestro Movimiento – aun en medio de las inevitables pruebas que encuentra en su camino una Obra de Dios – estamos viviendo, en estos últimos tiempos, momentos de una alegría especial por distintas circunstancias.
Una de ellas es, sin duda, el progreso del proceso de beatificación de Chiara Luce Badano, nuestra gen de la región de Liguria, que ya es “Sierva de Dios”. Este proceso, concluida la primera fase en su diócesis, pasa ahora a Roma.

¡Chiara Luce! ¡Cuánta luz en nuestra Chiara! La trasmite sus fotografías, sobre todo del último periodo de su vida.
¡Cuánta luz en sus palabras, en sus cartas, en su vida dedicada a amar concretamente a muchos!
La revista Ciudad Nueva italiana y sus 33 ediciones en el mundo, han empezado a hablar sobre ella. Así podremos conocerla, edificarnos con su vida, contemplarla como modelo de los nuestros y de todos los jóvenes, pero también como testigo, para jóvenes y adultos, de un Ideal vivido con madurez a los 18 años.
No puedo y no quiero anticipar aquí mucho sobre la belleza, grandeza y santidad de su breve vida. Deseo que todos empecemos a conocerla leyendo nuestras revistas o una biografía suya que aparecerá dentro de poco.

Pero algo me gustaría decir.
Una lección, un estímulo deseo extraer de sus convicciones, todas impregnadas de Ideal.
(…) En una de sus últimas cartas, Chiara Luce me revela su decisión – dictada únicamente por el amor y por el Espíritu Santo en su corazón – de querer amar a Jesús abandonado por Él mismo, sin instrumentalizarlo en beneficio propio.
Por lo tanto, amar el dolor por Él, por Jesús abandonado y no porque una alquimia divina, que conocemos, lo transforma en amor.
Y Chiara Luce experimentó muchos dolores, principalmente en la última etapa de su vida terrenal. Pero había comprendido que esos eran perlas preciosas que debían ser recogidas con predilección a lo largo del día.
En el sufrimiento, que le suponía la fortaleza, la paciencia, la perseverancia, la constancia, etc., (todas virtudes necesarias para poder llamarse cristiano en momentos tan difíciles), era allí donde sentía que podía amar.
Era en las “sorpresas” (así llamaba a las repetidas alarmas de su físico) que podía encontrarse con Él, reconocer su rostro, desfigurado y lleno de amor y abrazarlo como una auténtica joven “esposa abrazada estrechamente a un Dios abandonado”.
Por ello, con Él Chiara Luce vivió, con Él ha transformado su pasión en una canción nupcial, visto su deseo de que, cuando su alma santa pasase a la Otra vida, fuera vestida con un traje de novia. Y se ocupó de cada detalle, porque ella, en aquel momento, estaría “feliz con Jesús”. Así afirmaba y quería que dijeran sus padres.
Fue una elección radical de Jesús abandonado la suya. Una elección de lo que hace sufrir y que, si no se ama, puede arrastrar el espíritu en un túnel oscuro.
Sí, una elección de aquello que hace daño.
En estos días, pensando en ella, que se ha presentado en primer plano en el escenario de nuestra vida, recordé una conocida frase de un escrito de 1949, titulado: “Tengo un solo Esposo sobre la tierra”. Dice: “Lo que me hace daño es mío. Mío es el dolor que me acaricia en el presente. Mío el dolor de las almas que están a mi lado…”.

Quizás convenga no llegar a la vigilia de nuestro pasaje a la Otra vida para pronunciarla también nosotros, conscientes de su valor y atraídos por esa dinámica de vida que ella puede suscitar en nosotros.
(…) me invito a mí misma y a todos ustedes a hacer de esa frase una “luz para nuestros pasos” para poder servir de corona a nuestra pequeña santa (como esperamos llamar dentro de poco a Chiara Luce), o “gen realizada”, como probablemente prefieren decir nuestros jóvenes.
Estas palabras: “Lo que me hace daño es mío”, no es más que una nueva versión de lo que ya vivimos: “Eres tú, Señor (=Jesús abandonado), mi único bien”.
Sí, así: “Lo que me hace daño es mío”.
Y, para que no sean sólo palabras, tratemos de acostumbrarnos – al menos durante unos días – a contar cuántas veces en el día las ponemos en práctica, las vivimos. Este método funciona y ayuda mucho.
“Lo que me hace daño es mío”, en mí; en mis límites físicos, morales y espirituales y en los de mis hermanos; en todo tipo de sufrimiento que pasan.
Indirectamente, será una óptima contribución para la santificación no solamente nuestra, sino también de Jesús en medio de nosotros.
“Lo que me hace daño” es mío, más que cualquier otra cosa, como era para Chiara Luce.
¡Ánimo! No dudemos en comenzar.
                           
Chiara Lubich
 

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