21 Feb 2012 | Sin categorizar
Conocer, Vivir, Comunicar, Actuar. Alrededor de estas 4 pistas de reflexión y acción se desarrolló, del 17 al 21 de febrero en el Centro Mariápolis de Castelgandolfo, el congreso de los gen 3. Los participantes eran 410, de los 13 a los 17 años, de 17 nacionalidades distintas, algunas extra-europeas: Brasil, Panamá, Chile, Costa Rica y Venezuela. Estaba también presente un representante de Irak. El tema central del encuentro fue: “La Palabra Crea”, que los chicos profundizaron de distintas formas en un programa articulado que les permitió alternar momentos en la sala, trabajo en grupos, tiempo de diálogo sobre varios temas y también espacios “tú a tú con Dios”. Los gen 3 no estuvieron de brazos cruzados. Como auténticos protagonistas del encuentro participaron activamente en distintos talleres en los que pudieron hacer experiencias sobre el tema de la “Palabra” en distintos campos de la comunicación. Divididos en varios grupos trabajaron explorando los secretos de la publicidad y las técnicas del periodismo y de la WEB. Conocieron de cerca la redacción de la Revista Gen 3, de focolare.org y del SIF (Servicio de Informaciones Focolares). Hicieron una práctica con Teens TV, Teens radio, Ciudad Nueva, el Centro Santa Chiara Audiovisuales y el sector de la informática. Algunos pusieron manos a la obra y fueron a entrevistar al alcalde de Grottaferrata (Roma) Gabriele Mori a quien le dirigieron 9 preguntas sobre Chiara Lubich, el Movimiento de los Focolares, su vida política, sobre cómo vivir el Evangelio y sobre el papel de los chicos en la vida de la ciudad. Un nutrido grupo de gen 3 trabajó codo a codo con los miembros de grupo internacional Gen Rosso, para preparar un espectáculo con el título “Street light” que se presentó en el gimnasio de Genzano (Roma), que el alcalde puso a disposición y lo abrió a todos en forma gratuita. Es una historia metropolitana de bulismo ocurrida en los años ’60 en Chicago en la que se cuenta en forma creativa como se puede vivir la paz, el perdón, la solidaridad recíproca. El adversario no es un enemigo. También los gen 3 tienen sus historias de vida cotidiana iluminada por el Evangelio. Tomaron la palabra los chicos africanos, europeos, sudamericanos donde ante la venganza por un daño sufrido, se responde con el perdón y ante el camino más fácil de adaptarse, se elige ir contracorriente. “Juego en un equipo de baloncesto –cuenta Andrea-. Hace tiempo, durante un partido, por una falta que hice, un chico se cayó al piso, me acerqué y lo ayudé a levantarse. Desde la banca, mi entrenador se molestó porque había ayudado al adversario. Según su filosofía no tenía que hacerlo. Pero pensé que era bueno querer a ese muchacho pero también a mi entrenador y hacerle entender que se podía ganar respetando al adversario, no considerándolo un enemigo”.
20 Feb 2012 | Sin categorizar

PLAY VIDEO (Italian soundtrack)
“Es necesario que el hombre recobre dentro sí mismo, en nombre de Dios que lo ha creado, la conciencia de su socialidad, de su ser social, sin la cual no sería completamente hombre: Según el Génesis, un elemento constitutivo, además de la comunión con Dios y la llamada a procurarse el sustento y trabajar, es la socialidad, su relación con los demás. Es sabido lo que significa según el pensamiento de Dios «socialidad» con los hermanos. Significa amarlos como a nosotros mismos. Como a nosotros mismos; y no menos. Más aún, amarlos con un amor que, al provenir de varias personas, resulta recíproco y, al ser inspirado por Cristo, engendra la unidad. Aquí cobra sentido el acento que hemos puesto poco antes en la necesidad de caminar juntos en la vida, siendo un solo corazón y una sola alma. En este caso puede contribuir, puede tener una cierta validez para solucionar los actuales problema laborales, nuestra espiritualidad colectiva tomada del Evangelio. Por ella, el hombre, y, por consiguiente cada persona que integra el mundo del trabajo (desde el propietario al administrador, del director a los técnicos, desde los empleados a los jefes de taller) toda persona, para ser solidaria con los demás los ama hasta ser una sola cosa con ellos. Por ella nos sentimos impulsados a comprendernos mutuamente, a hacer propios los esfuerzos de los demás, a sentir como propios los problema de los otros, a buscar juntos las soluciones. Ella nos lleva a buscar de común acuerdo nuevas formas de organizar el trabajo. Así se llega a «compartir» a «participar» de los medios de producción y del fruto del trabajo. ¿Con cuales resultados? Si antes, por ejemplo, para un obrero el trabajo industrializado era aplastante y anulaba su propia personalidad, porque no lo descubría como un fruto de su inteligencia y de sus manos, ahora que considera suyo, suyo de verdad, todo lo que concierne a los demás, el trabajo no puede dejar de tener nuevamente un sentido, un extraordinario sentido. Es necesario pues descubrir nuevamente una conciencia social (…) vasta. Más aún, estando como está la economía de cada País relacionada con la de las otras naciones, es preciso -como afirma también el Papa- una conciencia social de dimensión planetaria. Ahora bien ¿quién será capaz de ayudar al hombre a realizar plenamente esto, -a considerarse miembro de la gran familia humana «sin renunciar a sus vínculos de pertenencia (…) a su familia, su pueblo, su nación, ni a las obligaciones que de ello se derivan…»(1) después que él, habiendo interrumpido con el pecado la comunión con Dios, la ha comprometido una y otra vez gravemente también con los hermanos, comprometiendo así la solidaridad humana? ¿Quién será capaz? Sólo Jesucristo -que tantas veces relegamos al ámbito de la vida privada; sólo su amor sobrenatural y universal, considerando tantas veces sólo en los límites de la vida de piedad, cuando es, en realidad, un fermento indispensable para la existencia humana entera en sus múltiples expresiones. Solo con su amor se puede construir con toda certeza un mundo donde prevalezcan la justicia y le paz. Y, por lo que se refiere al trabajo, es con su amor como el egoísmo y el odio, considerados, no raramente, como ley fundamental de la vida social, podrán ser eliminados. Con su amor, en la comunidades laborales se comprenderá que para un mejoramiento del trabajo es más útil la unidad que la rivalidad. Con su amor, la vida misma de la sociedad no se interpretará como una lucha contra alguien, sino como el compromiso de crecer juntos. Por tanto, sólo una nueva civilización basada en el amor, podrá decir una palabra eficaz incluso en favor de los complejos problemas del trabajo. Chiara Lubich, Roma, 3 de junio de 1984
(1) Cf. Giovanni Paolo II, Discorso alla Conferenza dell’OIT, n. 10, Ginevra, 15.6.1982.