Movimiento de los Focolares
Ojos distintos: de tú a tú con la discapacidad

Ojos distintos: de tú a tú con la discapacidad

Por un hecho casual participo en un congreso sobre la discapacidad. Allí encuentro diversos jóvenes, que no tienen una discapacidad gravísima, pero tampoco tienen la capacidad de una normal integración en la sociedad. Si no fuese por sus familias y las asociaciones, estarían abandonados a sí mismos. Soy profesor de un centro de educación para adultos. Comprendo que mi escuela se debe ocupar de ellos. Pero, ¿de qué forma? Tengo una intuición: enseñarles a estos jóvenes cómo usar una máquina de fotos, una vieja pasión mía.

El objetivo no es que se conviertan en fotógrafos, sino permitirles que puedan fijar algunos momentos de su vida. Reúno a los jóvenes con sus familias y comenzamos la aventura: participan cuatro de ellos y cuatro adultos dispuestos a compartir la idea. Estamos en septiembre de 2007.

Primera lección, el uso de sus simples máquinas fotográficas digitales. Tarea indicada: fotografiar su casa. M.G. me trae sus fotografías: una media de color, el borde de una sábana bordada, la manija de un cerrojo muy trabajado…. Me asombro y ella tímidamente me explica que ésas son las cosas que le gustan de su casa.

Aprendo así que mi trabajo no es enseñar algo que yo considero que ellos deben aprender, sino descubrir lo que ellos tienen en su interior y que lo saquen a la luz. El tiempo pasa y los jóvenes expresan pasiones y capacidades inimaginables: saben captar los particulares; el sentido de la composición del marco por parte de una chica que tiene muy baja visión, que es capaz de estar quieta durante 15-20 minutos antes de sacar una foto para captar el momento justo…Hay alguno que no expresa una pasión notable y particular, pero la relación construida con el grupo le permite participar sin sentirse excluido.

A continuación, con la ayuda de un joven artista, nace “OJOS DISTINTOS”, una exposición fotográfica constituida por 100 fotografías hermosas y especiales, impregnadas por un sentido de pasión y pureza que deja su señal en los numerosos visitantes. En el libro de firmas, muchas personas agradecen por haber recibido, detrás de cada foto, el amor de Dios.

Nada de lo ocurrido durante estos años fue planeado en el escritorio. Lo que nació es fruto de un verdadero amor recíproco entre todos los participantes, muchos de los cuales no tienen siquiera fe religiosa. A menudo me encontré enfrentando situaciones para las cuales se habría necesitado otra competencia; de alguna manera, he sido “obligado” por los acontecimientos a dejar los contenidos que quería transmitir, para dejar lugar a la escucha, al juego, al gesto de afecto, a la libertad de expresión, incluso de forma irresoluta. En una  palabra: para dejar sitio a las relaciones.

Me arriesgo a presentar como tema de un nuevo programa:“Foto de un casamiento”, pero no sé realmente dónde encontrar dos novios tan inconscientes como para confiar sus fotos a un grupo de chicos “discapacitados”. La Providencia me presenta a Matteo y a Beate que no quieren tener en su casamiento nada superfluo, ni siquiera el fotógrafo. Y así se encuentran con la banda de fotógrafos más informal que nunca se haya visto. Resulta un magnífico servicio fotográfico, lleno de originalidad, calor y humanidad.

El contacto con estos jóvenes desencadena emociones profundas y así, poco a poco, el grupo va creciendo. Un fotógrafo a quien le pido un favor para estos chicos, me agradece por la lección recibida justamente por ellos y por haber aprendido que él tenía un preconcepto sobre  la “diversidad” y que después de esta experiencia no  ve más la diferencia.

 

Alberto Roccato

Octubre 2013

 “No tengáis otra deuda con nadie, que la del amor recíproco, puesto que quien ama al prójimo, tiene cumplida la Ley”.

Esta Palabra de Vida pone en evidencia dos cosas.

En primer lugar nos presenta el amor como una deuda, esto es, como algo frente a lo cual no se puede permanecer indiferente, no se puede aplazar; como algo que nos empuja, nos acosa, que no nos deja en paz mientras no lo hayamos pagado.

Es como decir que el amor recíproco no es un “además”, fruto de nuestra generosidad, del que, hablando con rigor, podríamos dispensarnos sin incurrir en las sanciones de la ley, positiva; esta Palabra nos pide ponerlo en práctica con insistencia bajo pena de traicionar nuestra dignidad de cristianos, llamados por Jesús a ser instrumentos de su amor en el mundo.

En segundo lugar nos dice que el amor recíproco es el móvil, el alma y el fin hacia el que tienden todos los mandamientos.

Y continúa que, si queremos cumplir bien la voluntad de Dios, no nos podemos conformar con un cumplimiento frío y jurídico de sus mandamientos, sino que será necesario tener siempre presente este fin, que Dios nos propone a través de ellos. Así, por ejemplo, para vivir bien el séptimo mandamiento, no nos podremos limitar a no robar, sino que nos tendremos que comprometer seriamente en eliminar las injusticias sociales. Solamente así demostraremos que amamos a nuestros semejantes.

“No tengáis otra deuda con nadie, que la del amor recíproco, puesto que quien ama al prójimo, tiene cumplida la Ley”

¿Cómo vivir entonces la Palabra de Vida de este mes?

El tema del amor al prójimo que ésta nos propone, tiene infinidad de matices. Aquí nos fijaremos sobre todo en uno que nos parece que es sugerido especialmente por las palabras del texto.

Si, como dice San Pablo, el amor recíproco es una deuda, será necesario tener un amor que sea el primero en amar, como hizo Jesús con nosotros. Por tanto será un amor que toma la iniciativa, que no espera, que no aplaza.

En este mes, por tanto, hagamos así. Tratemos de ser los primeros en amara cada persona que encontremos, que llamemos por teléfono o que escribamos, o con la que vivamos. Y que nuestro amor sea concreto, que sepa comprender, prevenir, que sea paciente, confiado, perseverante, generoso.

Nos daremos cuenta de que nuestra vida espiritual dará un salto de calidad. sin contar la alegría que llenará nuestro corazón.

Chiara Lubich

Publicada por primera vez en Ciudad nueva n. 286/1990