Mar 18, 2015 | Sin categorizar
La carrera hacia el cielo de una chica del ’68, de quien está en curso la causa de beatificación, quien encontró el secreto de la felicidad Diecisés años. En carrera. Sin aliento. Destino Paraíso. María Orsola Bussone es una chica piemontesa del ’68 que ama la música beat, se interesa por las primeras manifestaciones estudiantiles, toca guitarra y va a clases de canto. Una adolescente como las otras, se diría, enamorada de la naturaleza, del deporte y de la música. Sueña con un amor platónico, anota sus pensamientos en un diario personal, tiene muchos amigos y escribe cartas a los más cercanos. Es hija de un pequeño mundo antiguo que parece estar al borde de ser arrasado por la modernidad. Pero su vida, aparentemente sin susultos, esconde en cambio un alma extraordinaria. Una fe genuina y cristalina. Junto con otras amigas, animada por una espiritualidad que le da fuerza adicional, se injerta en una parroquia que hace fructificar las indicaciones del Vaticano II. “Mariolina” corre y en poco tiempo quema rápidamente todas las etapas. Por invitación del párroco el Padre Vincenzo Chiarle, en 1968 participa en uno de los primeros congresos gen, la generación nueva del Movimiento de los Focolares. Allí Chiara Lubich presenta a esos jóvenes del ’68 otro modelo revolucionario: el de un hombre justo que se inmoló por la libertad de los demás. También Él tenía un programa: “Que todos sean uno”. María Orsola queda fascinada, y esta elección ilumina toda su vida. Con 16 años su carrera hacia el cielo se detiene por un banal accidente. Pero detrás de sí deja una estela de luz. Un día había revelado que daría su vida con tal de hacer descubrir a los jóvenes la belleza de Dios. “Y Dios le tomó la palabra”, dijo Juan Pablo II en Turín, en 1983, señalándola como “ejemplo luminoso de aceptación de la propia vida como don recibido y no como poseción egoísta”. “Viva la vida”, era su lema.
En el 2007 fue publicada su biografía, escrita por Gianni Bianco y editada por la Editorial San Pablo: “Viva la vida”, La carrera hacia el Cielo de una chica del ‘68”. «Me pareció una adolescente tremendamente actual –escribe el autor-, que tiene mucho que decir a los chicos de hoy y que en ciertos aspectos anticipó los grandes ideales de la generación de hoy, como el compromiso a favor de la ecología y el servicio civil voluntario. Además me gustó poder seguir de cerca la historia de esta muchacha sencilla, que desde la perspectiva de Turín, donde nació la revolución del ’68 italiana, observaba un mundo en rápido y tormentoso cambio. Sobre todo me motiva la posibilidad de poderla contar, con un lenguaje fresco y directo –eso espero-, a sus coeténeos de hoy, los adolescentes, acusados demasiado a menudo de haber perdido todos los valores, y que ahora la miran como modelo» Leer más: Prensa
Mar 18, 2015 | Focolare Worldwide, Senza categoria

Lara Abou Moussa y George Zahm
«Somos dos jóvenes libaneses y estamos agradecidos de tener la oportunidad que se nos brinda hoy de poder hablar ante esta asamblea tan especial, llamada a recibir las esperanzas y los problemas del pueblo para transformarlas en leyes al servicio del hombre» Lara Abou Moussa y George Zahm comienzan así su relato. Ellos son dos de los 400 jóvenes presentes que se reunieron en la Cámara de Diputados italiana, el 12 de marzo pasado, conmemorando a Chiara Lubich. Ella es bioquímica, tiene 25 años y trabaja en un laboratorio que controla la calidad de los alimentos. Él tiene 22 años y es estudiante de marketing y publicidad. «Como saben, Medio Oriente vive una de las páginas más sangrientas de la historia de la humanidad. Delante de tanto horror, el ejemplo extraordinario de personas condenadas a muerte que rechazan renegar de su religión, que rezan por quienes los persiguen y perdonan estos masacres antes de su muerte, como fue el caso de los veintiún coptos muertos en Libia durante los sucesos de febrero pasado, es algo que nos interpela profundamente, tanto a los cristianos como a los musulmanes que vivimos en estos países, y nos lleva a considerar la grandeza del amor, del perdón, que un día cambiarán la faz del mundo. Muchos ejemplos de Siria, nos han reconfirmado que el amor todo lo vence también allí donde parece imposible. Es el caso de una familia siria que perdió dos de sus hijos de 3 y 9 años. Mientras jugaban en el balcón, un misil los hirió, precisamente en el momento en que estaban contentos de poder finalmente jugar al aire libre, aprovechando un supuesto cese al fuego. Ante el drama y el dolor de sus padres, el amor presente en la comunidad de los Focolares, y el compartir cotidianamente este sufrimiento, tratan de sanar esta profunda herida y de dar sentido a su existencia. Otro hecho dramático ocurrió a una familia que esperaba un hijo. El papá y su hermano se habían ofrecido como voluntarios para mantener la seguridad de su barrio. Los grupos armados disconformes con su presencia los raptaron durante dos meses y luego los devolvieron a sus familias, muertos, descuartizados. Nuevamente el amor de la comunidad cristiana alrededor de estas familias ha podido ofrecer un poco de consuelo. Estas mismas personas dicen que la fuerza del amor es lo que los ayuda a aceptar este trágico dolor y a superar poco a poco su drama. Uno de nuestros amigos que se quería reunir con nosotros, fue detenido en la frontera y se encontró por error en la oscuridad de la prisión. Teniendo como única arma la oración y la confianza en Dios, decidió dejar de lado su pena, para ofrecer a los otros prisioneros una sonrisa, una escucha, un consejo, y también los pocos alimentos que tenía. Quería testimoniar el amor de Dios en este lugar tan oscuro. Ante su actitud sorprendente los otros prisioneros se pusieron también en la disposición de ayudarse recíprocamente. Algunos días después lo dejaron salir de la prisión. En lugares distintos, especialmente en Jordania, no dudan en recibir en las propias casas y con los pocos medios que tienen, a las familias iraquíes refugiadas, que descubrimos como nuestros hermanos y hermanas. Compartimos con ellos el hambre, la vergüenza, la humillación, la pérdida de personas queridas y nos enriquecemos de los tesoros escondidos detrás de sus sufrimientos. Nos interpelan las palabras de Jesús que están en el Evangelio: “…Tenía hambre y me diste de comer, tenía sed y me diste de beber, era extranjero y me alojaste en tu casa, estaba desnudo y me diste ropa, estaba enfermo y en prisión y viniste a visitarme”. Con muchos amigos, comprobamos y creemos firmemente que la violencia no tendrá la última palabra. Existe la capacidad de destruir, pero nunca podrá eliminar al hombre y la fuerza del amor que habita en él. Delante del odio, como dice Chiara Lubich, un acto de amor es capaz de frenar la mano de un terrorista».