May 28, 2015 | Palabra de vida, Sin categorizar
¡Cuánto afecto al repetir este nombre: Marta, Marta! La casa de Betania, a las puertas de Jerusalén, es un lugar donde Jesús suele detenerse y descansar con sus discípulos. Fuera, en la ciudad, debe discutir, encuentra oposición y rechazo; en cambio aquí hay paz y acogida. Marta es emprendedora y activa. Lo demostrará también en la muerte de su hermano, cuando entabla con Jesús una conversación firme, en la cual lo interpela con energía. Es una mujer fuerte, que muestra una gran fe. A la pregunta: «¿Crees que yo soy la resurrección y la vida?», responde sin dudarlo: «Sí, Señor, creo» (cf. Jn 11, 25-27). También ahora está atareada preparando una acogida digna para el Maestro y sus discípulos. Es la anfitriona (lo dice su propio nombre: Marta significa «dueña») y por eso se siente responsable. Probablemente está preparando la cena para este huésped de categoría. María, su hermana, la ha dejado sola en la tarea. En lugar de quedarse en la cocina según las costumbres orientales, se une a los hombres para escuchar a Jesús, sentada a sus pies, como haría una discípula perfecta. De ahí la intervención un poco resentida de Marta: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano» (Lc 10, 40). Y esta es la respuesta afectuosa y a la vez firme de Jesús: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria». ¿Es que no le gustaba a Jesús el estilo emprendedor y el servicio generoso de Marta? ¿Acaso no agradecía su acogida concreta y no iba a tomar con gusto las viandas que le estaba preparando? Poco después de este episodio, en otras parábolas, alabará a administradores, emprendedores y empleados que saben sacar provecho de sus talentos y negociar con los bienes (cf. Lc 12, 42; 19, 12-26). Incluso alaba su astucia (cf. Lc 16, 1-8), de modo que no podía no alegrarse de ver a una mujer tan llena de iniciativa y capaz de una acogida diligente y generosa. Lo que le reprocha es el afán y la preocupación que pone en su trabajo. Está agitada, «afanada con los muchos servicios» (Lc 10, 40), ha perdido la calma. Ya no es ella la que dirige el trabajo, sino el trabajo el que ha tomado la delantera y la tiraniza. Ya no es libre, se ha vuelto esclava de sus tareas. ¿No nos sucede también a nosotros a veces que nos dispersamos en las mil cosas que hay que hacer? Nos dejamos atraer y distraer por Internet, los chats, los superfluos mensajes del móvil. Incluso aunque nos ocupemos en trabajos serios, estos pueden hacer que nos olvidemos de prestar atención a los demás, de escuchar a las personas que tenemos cerca. El peligro está sobre todo en perder de vista por qué y para quién trabajamos. El trabajo y las demás ocupaciones se convierten en fin en sí mismos. O quizá nos pueden el ansia y la agitación ante situaciones y problemas difíciles que atañen a la familia, la economía, la profesión, las clases, nuestro futuro o el de nuestros hijos, hasta hacernos olvidar las palabras de Jesús: «No andéis agobiados pensando en qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso» (Mt 6, 31-32). También nosotros merecemos la reprimenda de Jesús: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria». ¿Qué es lo único necesario? Escuchar y vivir las palabras de Jesús. A ellas –y a Él, que habla– no se les puede anteponer absolutamente nada. El verdadero modo de hospedar a Jesús, de acogerlo, es acoger lo que Él nos dice. Tal como hizo María, que se olvidó de todo, se puso a sus pies y no se perdió ni una palabra suya. Así no nos moverá el deseo de figurar ni de sobresalir, sino de darle gusto a Él, de estar al servicio de su reino. Como Marta, también nosotros estamos llamados a hacer «muchas cosas» por el bien de los demás. Jesús nos ha enseñado que el Padre quiere que demos «mucho fruto» (cf. Jn 15, 8) y que haremos incluso cosas mayores que Él (cf. Jn 14, 12). Es decir, Él espera de nosotros dedicación, pasión en el trabajo que se nos encomienda, inventiva, audacia e iniciativa. Pero sin afán ni agitación, con la paz que viene de saber que estamos cumpliendo la voluntad de Dios. Lo único que importa es, pues, convertirse en discípulos de Jesús, dejar que Él viva en nosotros, estar atentos a sus sugerencias, a su voz sutil, que nos orienta en cada momento. De este modo será Él quien nos guíe en cualquier acción nuestra. Cuando hagamos «muchas cosas», no estaremos distraídos ni dispersos porque, siguiendo las palabras de Jesús, nos moverá solo el amor. En cualquier ocupación haremos siempre una sola cosa: amar.
Fabio Ciardi
May 28, 2015 | Focolare Worldwide
«Mi actual parroquia está ubicada en uno de los barrios de Bratislava, capital de Eslovaquia – dice el padre Ludovit –. Cuenta con unos 4.300 habitantes aproximadamente, entre los cuales, 3.500 son cristianos, en continuo incremento. Llegué aquí en julio de 2009 y sabía que mi primera tarea era la de amar a las personas con el amor de Jesús. Ahora puedo decir que estoy feliz, porque se ha creado una hermosa comunidad entre personas de distintas edades y categorías sociales, procedentes a su vez de distintas ciudades de Eslovaquia, que han descubierto una nueva relación con Dios, no sólo a través de la Biblia y la oración, sino también a través de la comunidad y de las distintas actividades parroquiales. Aquí han encontrado la alegría de la fe por la cual vale la pena vivir. Cuando llegué faltaban los jóvenes. En efecto, el Estado había prohibido la construcción de viviendas nuevas, por lo tanto, las parejas jóvenes se habían trasladado a otros sectores. Por otra parte, no se había hecho un trabajo de formación en la fe para los pocos chicos que aún quedaban. Encontré a tres jóvenes con ganas de colaborar, pero estaban sumergidas en sus estudios y trabajos. Entonces invité a los chicos y a los jóvenes recién confirmados a un asado. Vinieron por respeto, pero nunca más volvieron: “Ya recibimos la confirmación, por lo tanto ya no necesitamos ir a misa”, me dijeron. Le confié a Jesús toda esta situación. Desde septiembre de 2009 doy clases de Catecismo en todos los grados de la primaria y del bachillerato (en total a unos 150 chicos). Simultáneamente, empecé a celebrar la misa dominical para las familias. Trataba de aprovechar todas las ocasiones para crear relaciones: saludar por la calle, ir a visitar a una persona a la casa, cruzar unas palabras en la tienda, en la oficina o en la escuela. Y también, invitar a un asado y a hacer deporte en la cancha de la parroquia, etc. Poco a poco las personas empezaron a participar. Paulatinamente se ha ido creando una comunidad. Los niños no quieren faltar, algunas jóvenes mamás han empezado a descubir muchas cosas en común entre ellas por la edad de sus hijos, los papás se invitaban recíprocamente para realizar algunos trabajos en la iglesia y en la casa parroquial, pero también para ir a jugar tenis o a tomar una cerveza juntos. Incluso el alcalde y algunos diputados han empezado a estar presentes. Un día Jesús me envió también a Blanka, la actual directora del coro parroquial y animadora de muchos eventos». «Muchos dicen que la nuestra es “una parroquia viva” – afirma Blanka –. Más allá de nuestras diferencias individuales, buscamos constantemente lo que nos une, y volvemos siempre a la fuente de la unidad, del amor y del perdón, que es Jesús. Nosotros, padres de familia, tratamos de crear las condiciones prácticas para que puedan desarrollarse muchas actividades. A menudo sucede que estas actividades van en detrimento de nuestro tiempo, del descanso o de los trabajos domésticos, pero es realmente hermoso ver que todos apoyan no sólo a los propios hijos, sino a todos “nuestros” chicos. Como pasó con Michele, uno de nuestros hijos ya adolescente que es autista. Me alegra mucho ver que los demás chicos le abren la puerta, lo invitan y lo tratan por igual. Michele los ama mucho y los siente a todos como su gran familia». «Soy médico imuno-alergóloga, trabajo en consulta privada y en el Hospital pediátrico universitario de Bratislava – agrega Dagmar –. El Centro pastoral y el Preescolar parroquial que se construyeron, se han convertido en centros de apoyo para varias actividades para nuestros niños, chicos y jóvenes, cuyo número crece constantemente. Un día, en mayo de 2012, el padre Ludo me preguntó si estaba disponible para participar como médico en un campamento de verano para los chicos de nuestra parroquia. En un primero momento contesté que no. Pero luego, recordé los rostros de los chicos que ya conocía. Al final dije que sí, ¡y ahora son ya 4 años que lo hago! Me he vuelto más sensible al dolor de los niños y a sus temores por la salud cuando se encuentran lejos de sus padres. Esta experiencia me ha ayudado también a profundizar el sentido del servicio a los demás». «Un encuentro muy importante – concluye el Padre Ludo – se llevó a cabo el año pasado en Benevento (Italia), organizado por el Movimiento Parroquial. Nuestros jóvenes trajeron de allí “una nueva fuerza espiritual, una relación con Dios más directa, – decían – y, sobre todo, las ganas de vivir ‘comprometidos en el amor’, porque cualquier cosa hagamos, si no es por amor, pierde su valor y su significado”. Para mí era una confirmación de que la comunidad no sólo ha nacido y se ha consolidado, sino que se basa también en la fe de los jóvenes. El futuro, por lo tanto, está garantizado».