Movimiento de los Focolares
Refugiados: nuevo compromiso y mayor convergencia

Refugiados: nuevo compromiso y mayor convergencia

Pope Francis Lampedusa«A menudo estamos replegados y encerrados en nosotros mismos, y creamos muchas islas inaccesibles y cerradas a la hospitalidad. Incluso las relaciones humanas más elementales crean a veces realidades incapaces de apertura recíproca: la pareja cerrada, la familia cerrada, el grupo cerrado, la parroquia cerrada, la patria cerrada… ¡Y esto no es de Dios!». Resuenan fuertemente las palabras del Papa Francisco durante el Angelus del 6 de septiembre, con las que indica una acción concreta para socorrer el drama de los centenares de miles de refugiados obligados a dejar sus propias casas: «Ante la proximidad del Jubileo de la Misericordia, hago un llamamiento a las parroquias, a las comunidades religiosas, a los monasterios y a los santuarios de toda Europa para que expresen la concreción del Evangelio y acojan a una familia de refugiados». Maria Voce, en nombre del Movimiento de los Focolares, expresa «gratitud por el llamamiento valiente y concreto del Santo Padre», y subraya la decisión de hacer cuanto pide «abriendo más aún nuestras casas y lugares a la acogida ».

Migrants B&B

Bed & Breakfast abierto a los emigrantes

Ya se están llevando a cabo muchas iniciativas personales y grupales, promovidas por el Movimiento de los Focolares, en varias naciones del Norte de África, Medio Oriente, Europa, Sudeste Asiático, América del Norte y del Sur: soporte a los millares de personas provenientes de Myanmar en los campos de refugiados al Norte de Tailandia, el Bed & Breakfast abierto a los emigrantes en la provincia de Florencia, acogida a los refugiados en Szeged y en otras ciudades de Hungría y en Austria, en Lión con acogida de familias, cartas al Presidente de Uruguay para estimular la acogida de refugiados, por citar algunos entre los millares de ejemplos recogidos en la plataforma del United World Project. Pero no basta.

«Tenemos que hacer más», afirma Maria Voce, para mover los vértices de la política, los circuitos del comercio de armamento, las capacidades de decisión de las opciones estratégicas, las cuales – como empieza a demostrarse – pueden partir de las bases, con la movilización de la sociedad civil. La presidente de los Focolares, además, ha llamado a los miembros del Movimiento «a comprometerse y a converger mayormente» para promover, juntamente con cuantos se movilizan en esta dirección, acciones dirigidas a desenmascarar las causas de la guerra y de las tragedias que afligen a muchos puntos del planeta, con el objetivo de ofrecer remedio, «poniendo en juego nuestras fuerzas, medios y disponibilidad».

Notas de prensa – Servicio de Información de los Focolares (SIF)

La elección de Vincenzo: cuidar a los pacientes más chiquitos

La elección de Vincenzo: cuidar a los pacientes más chiquitos

Vincenzo«Desde hace más de tres meses hago una pasantía en Hematoncología pediátrica, una unidad en la cual nunca se sabe si los pacientes que hoy atiendes, los podrás encontrar mañana. No es para nada fácil vivir en continuo contacto con el dolor de los inocentes, a tal punto que se pone constantemente a prueba la elección de estudiar Enfermería Pediátrica. El primer día siento que estoy dispuesto a todo. Pero, apenas llego a la unidad de oncología, me presentan a una niña maravillosa. Tiene un tumor maligno, uno de los peores, en estado terminal. No tengo la más pálida idea de cómo enfrentar este tema. Nunca como en este momento me siento tan inútil e incapaz, convencido de no poder hacer nada bueno por ella. Hay también otros niños en la unidad, y la jornada parece pasar rápidamente, pero cada vez que entro a la habitación de esa niña siento la misma sensación de impotencia y de incapacidad. Llegan las dos de la tarde, la hora de terminar el turno. No puedo irme sin haber hecho algo por ella. Pero, ¿qué hacer? Tratando de poner en práctica la espiritualidad de la unidad, varias veces había experimentado que en el amor lo que vale es amar. Que no es necesario realizar gestos pomposos; que basta con comenzar por una pequeña cosa, sin tener grandes pretensiones. Pero todo lo que puedo hacer por esa niña ya lo he hecho. ¿Por qué siento que tengo que hacer algo más? De mañana, entrando en el hospital, había visto una pequeña capilla. Tal vez, intuyo, amar a esa niña significa rezar por ella. Me siento en uno de los últimos bancos, pero no sé cómo ni qué pedir para ella. Me quedo allí, en silencio, con un gran dolor en el corazón que me oprime. Y poco a poco siento que Jesús toma sobre sí mismo todo mi sufrimiento. Con el corazón libre ahora puedo confiarle a Él a la niña y luego ir nuevamente a saludarla a ella y a la mamá para demostrarles mi cercanía y expresarles que comparto con ellas ese dolor. Desde entonces sigo yendo a menudo a esa capilla. Y allí encuentro la luz para enfrentar, y también comprender un poquito el misterio del dolor inocente, que se presenta con tanta frecuencia. Y es en Jesús crucificado y resucitado que encuentro la fuerza y la actitud justa para acercarme a los niños y a sus familiares. A menudo no me doy cuenta de lo que puedo hacer por ellos, pero luego la respuesta llega siempre puntualmente. Un día internan a una niña de 10 años que había pasado ya por varios hospitales. Se sospecha que tiene una grave enfermedad en la sangre. Por los análisis se confirma la enfermedad y el diagnóstico cae encima de ella y de su madre como un mazazo dejándolas sin esperanza. Siento la importancia de estar cerca de ellas, de ensimismarme con su situación, ayudándolas como puedo, también a costa de permanecer algunas horas más en el hospital. Durante el día no puedo hacer mucho, pero cuando tengo un momento libre de los otros compromisos del hospital, voy a su habitación, para escuchar a la madre y darle tranquilidad, y también para distraer a la niña. Y cada vez veo en sus ojos un velo de serenidad que antes no existía, un indicio de esperanza al enfrentar la difícil prueba que les espera. Y es así en muchas otras situaciones. Aprovecho cada ocasión para estar un poco más con “mis” niños, no sólo para administrarles su terapia, sino para verlos sonreír y enfrentar con un poco más de serenidad su difícil camino».