Abr 21, 2017 | Sin categorizar
Si pudiéramos ver el mundo desde lejos, con un teleobjetivo muy potente, como a veces pueden hacer los astronautas, veríamos nuestro planeta pacífico e incluso sin fronteras. En cambio, a corta distancia, las imágenes de las que disponemos transmiten los detalles de toda división posible, de odio y prevaricación. A veces, mirando nuestra historia y nuestro planeta desde demasiado lejos, o demasiado cerca, corremos el riesgo de falsear la realidad y empañar el juicio. ¿Cuál será la distancia correcta para no perder de vista la trayectoria hacia la cual se dirige nuestra humanidad? La economía, la sociología, las ciencias naturales, la filosofía, cuestionándose acerca de las transformaciones de la era contemporánea, coinciden en algunos principios. Uno de ellos es la interdependencia: todo lo que acontece en un lugar puede tener consecuencias en otras partes. Cada fragmento o parte de humanidad revela su más alto potencial en el hecho de pertenecer a un destino común. No nos salvamos solos, ni tampoco podemos estar bien, refugiados dentro de un cascarón, si alrededor hay un sufrimiento generalizado. «Que el mundo se convenza de que está llamado a la unidad» es el desafío que Chiara Lubich lanzó a los Jóvenes por un Mundo Unido en 1985. Desde hace más de veinte años, los jóvenes por un mundo unido se nutren de esta visión del bien común y trabajan para realizarla. Atraídos por las infinitas posibilidades de la fraternidad, por el único posible destino de la historia y de la humanidad contemporánea, centenares de jóvenes de varias nacionalidades se están concentrando en Loppiano (Italia). Sus iniciativas, a nivel planetario, convergen en la Semana Mundo Unido que, desde 1995, representa una vitrina de las acciones de fraternidad en acto en el mundo. Acciones que confluyen, a su vez, en el United World Project con el objetivo de llamar la atención de la sociedad civil y de las instituciones internacionales hacia una cultura de la fraternidad.
Abr 21, 2017 | Sin categorizar
Un trabajo mejor Después de un accidente perdí un buen puesto de trabajo y el sueldo de mi esposa no alcanzaba para mantener a la familia. Sin embargo, la providencia no nos abandonó nunca, haciéndonos encontrar en el momento justo trabajitos que nos permitían ir adelante. De noche, junto con los hijos, pedíamos en la oración ayuda, no sólo para nosotros, sino también para todos los que se encontraban en necesidad. Seis meses después del accidente, justo cuando la situación económica en nuestro país era más crítica que nunca, encontré un trabajo mejor del que había perdido.” J.L. – Uruguay La pieza de al lado “Estaba en el hospital, en un estado de postración y oscuridad, por mi estado de salud y también por los medicamentos que tomaba. No sabía qué hacer para salir de esta situación. Escuché el sonido de una campana: alguien en el cuarto de al lado llamaba a la enfermera: Me levanté para ver si podía brindar ayuda. Se trataba simplemente de darle agua a un enfermo. Me detuve al lado de su cama, interesándome por él y tratando de escuchar profundamente sus palabras. No sé cómo, pero de repente me sentí más aliviado.” T. d. M. – Italia Un regalo inesperado “Estamos casados desde hace 50 años. Vivimos como dice el Qoelet, el tiempo de la alegría y el tiempo del dolor. En un momento de particular estrechez, una noche contábamos el poco dinero que nos quedaba y pensábamos qué era lo mejor que podíamos comprar para alimentar a los hijos. En ese momento, nos llama por teléfono un amigo: quería venir a nuestra casa, porque había recibido de regalo dos pavos, y nos quería regalar uno a nosotros. Es verdad que tenemos un Padre que no nos abandona nunca.” T. e R. – Polonia Imprevistos “Viajo con frecuencia por motivos de trabajo, por lo cual debo hacer un programa detallado de las cosas que tengo que hacer, dispuesto también a cambiar alguna cosa de mi programa. Noté en cambio, con sorpresa, que lo imprevisto, si lo acepto como venido de las manos de Dios, resulta mejor de lo que había programado. Este “hacerle lugar” a Él no sólo cuando viajo, sino en todas las otras circunstancias, es una verdadera escuela para permanecer vigilantes. Frente a la belleza de su programa, también cuando me cuesta perder el mío, debo reconocer que el Director invisible sabe indicarme cuál es mi verdadera realización, mi felicidad.” T.M. – Polonia
Abr 21, 2017 | Focolare Worldwide
Todos los años, en el hemisferio norte la primavera se abre unos días antes con respecto al calendario, para quien recuerda a Chiara Lubich. El 14 de marzo fue todo un florecimiento de iniciativas y citas, en todos los rincones del mundo, con características y matices distintos, para recordar a la fundadora de los Focolares, el día del aniversario de su fallecimiento, o mejor dicho de su nacimiento al cielo, que ocurrió en el 2008. En el 2017 esta especial y sentida conmemoración se vinculó con otra, el 50º aniversario de la fundación de Familias Nuevas la rama del Movimiento que abraza a 800 mil familias de todos los continentes que se proponen vivir la espiritualidad de la unidad e irradiar en sus ambientes con los valores de la fraternidad universal. Chiara Lubich y la familia es un binomio muy fuerte. Evidenciado por la atención especial y el justo relieve que le dio la fundadora a un “designio audaz, bellísimo, exigente”, en el cual “valores inmensos y preciosísimos, proyectados y aplicados a la humanidad, pueden transformarla en una gran familia”. “Aquí, delante de ustedes, me parece ver a Jesús que mira al mundo, mira la multitud y tiene piedad –había dicho Chiara Lubich en el histórico discurso de fundación de Familias Nuevas, el 19 de julio de 1967- porque, en esta porción de mundo, se ha puesto sobre sus hombros las realidades más fragmentadas, más parecidas a Él abandonado (…) Que esta piedad no se quede en el campo sentimental sino que se transforme en obras”.
Obras que hoy día son visibles: iniciativas culturales, apoyo a menores, seminarios para familias, ayuda a los separados, proyectos sociales y educativos que ponen de relieve el valor antropológico y universal de la familia dentro de la “gran familia humana”. La concreción es propia de esta “primera célula” de la sociedad, como fue fuertemente subrayado también en los dos Sínodos sobre el tema (2014-2015) cuyos contenidos fueron expresados en la exhortación apostólica Amoris laetitia del Papa Francisco, de la cual precisamente en estos días se recuerda el primer aniversario de publicación. “La alegría del amor”, de la que habla el Papa, está bien representada en las mil voces y en los rostros de las familias de los cinco continentes llegadas a Loppiano (Italia) el marzo pasado, para participar en el evento (mejor dicho en los múltiples eventos internacionales) “FamilyHighlights”, tres días para aprender el arte de la reciprocidad («La vida matrimonial es como un barco, comentaba una familia de Perú: si uno rema solo hace un enorme esfuerzo»), es ese “arte de amar” el que da la fuerza a la familia para regenerarse a sí misma, mediante la confianza, el perdón, la responsabilidad, la creatividad, la acogida, el apoyo.
El evento de Loppiano fue el eje alrededor del cual, antes o después, se desarrollaron más de cien manifestaciones en todo el mundo, a partir del primero, el 27 de enero en El Cairo (Egipto) y después en los meses siguientes (aunque todavía hay algunos en curso) en Panamá, Croacia, Italia, Uganda, Tanzania, USA, Brasil, Francia, Kenia, Lituania, Australia, Bélgica, Canadá, Brasil, Burundi, Singapur… en donde se presentaron experiencias concretas y seminarios sobre el tema de la educación, la relación de pareja, la acogida, historias cotidianas de heroísmo desconocido en lugares donde hay guerra, de solidaridad en situaciones difíciles o a favor de los pueblos menos favorecidos, junto a talleres, espectáculos, momentos de fiesta o de oración en común. Si bien, es difícil nombrarlos todos y describir las características que cada evento tuvo en las distintas latitudes, es imposible no reconocer, en este festivo despliegue de luces –casi como fuegos artificiales– realizados en sinergia con otros Movimientos, representantes de Iglesias, religiones e instituciones civiles, esas “semillas de comunión de la humanidad del Tercer milenio” que Chiara Lubich profetizó en 1993.