Movimiento de los Focolares

México vuelve a temblar

A sólo dos semanas del sismo del 8 de septiembre, ayer el País azteca ha sido golpeado nuevamente por un terremoto de magnitud 7.1 (escala Richter). Por el momento se cuentan 217 víctimas (117 en la capital), un balance lamentablemente destinado a aumentar. Ventiséis niños y 4 adultos han fallecido a causa del derrumbre de una escuela en el area sureste de Ciudad de México. Se ha logrado salvar a 11 niños y aún queda una trentina de menores y 4 adultos para rescatar. Ha habido derrumbres de edificios y almenos 4 millones de personas han quedado sin electricidad. 72 las víctimas registradas en el Estado de Morelos y 43 en Puebla, donde se encuentra la ciudadela de los Focolares “El Diamante”. «Estábamos comiendo cuando sentimos el fuerte sismo – escriben –. Por el momento los miembros de nuestra comunidad de Puebla no han sufrido daños y estamos todos bien». La solidaridad se ha hecho sentir de inmediato sea de parte de Países de la región que de todo el mundo. «En este momento de dolor pido manifestar la solidaridad a toda la población mexicana», el llamado del Papa Francisco, hoy, en la Audiencia General.

El descubrimiento de Jesús Abandonado

El descubrimiento de Jesús Abandonado

En el verano de 1949, Giordani fue a visitar a Chiara que estaba descansando en el valle de Primiero, en Tonadico, en las montañas de la zona de Trento. Junto con la comunidad vivían intensamente el pasaje del Evangelio sobre el abandono de Jesús. El 12 de julio Chiara escribió: “¡Jesús abandonado! Lo importante es que cuando pasa, estemos atentos a escuchar lo que nos quiere decir, porque siempre tiene cosas nuevas para decirnos. Jesús abandonado nos quiere perfectos: Jesús es el único maestro y él se sirve de todas las circunstancias para plasmarnos, para limar los ángulos de nuestro carácter, para santificarnos. Lo único que tenemos que hacer es interpretar todas las voces de las circunstancias como su voz. Todo lo que sucede a mi alrededor, sucede para mí, todo es una expresión coral del amor de Dios hacia mí”. Al final de aquel verano, descendieron desde Primiero a la ciudad. En una hoja timbrada de la Cámara de Diputados que Giordani le dejó, Chiara escribió sin interrupción aquella obra maestra que inicia con un verso ya célebre: “Tengo un sólo esposo en la tierra, Jesús abandonado… “. El descenso de aquel “pequeño Tabor” indica que Jesús Abandonato es el camino hacia la unidad: “Iré por el mundo buscándolo en cada instante de mi vida”, estaba escrito en aquella hoja. Jesús Abandonado es, entonces, el “secreto” de la unidad. Chiara escribirá en el 2000: “Desde el principio comprendimos que todo tiene otra cara, que el árbol tiene sus raíces. El Evangelio te cubre de amor, pero lo exige todo. ‘Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere – leemos en San Juan – queda solo; pero si muere, da mucho fruto’ (Jn 12,24). Y la personificación de esto es Jesús crucificado, cuyo fruto fue la redención de la humanidad. ¡Jesús crucificado! En un episodio de aquellos primeros meses del 1944 tuvimos una nueva comprensión de él. En una circunstancia supimos que el dolor más grande que Jesús había sufrido, y por lo tanto, su mayor acto de amor, fue cuando en la cruz experimentó el abandono del Padre: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27,46). Nos dejó profundamente impresionadas. Y la juventud, el entusiasmo, pero sobre todo la gracia de Dios, nos impulsaron a elegirlo precisamente a Él en su abandono, como camino para realizar nuestro ideal de amor”. “Desde aquel momento, nos pareció descubrir su rostro por todas partes. Él, que experimentó en sí mismo la separación de los hombres de Dios y entre ellos, y había sentido al Padre lejos de él, lo reconocimos no solamente en todos los dolores personales, que no han faltado, y en los de los prójimos, a menudo solos, abandonados, olvidados, sino también en todas las divisiones, los traumas, las rupturas, las indiferencias reciprocas, grandes o pequeñas: en las familias, entre las generaciones, entre pobres y ricos; a veces en la misma Iglesia; y, más tarde, entre las distintas Iglesias; como más adelante entre religiones y entre los que creen y los que tienen otras convicciones”. “Pero todos estos desgarros no nos han asustado; al contrario, por el amor a él abandonado, nos han atraído. Y él mismo nos ha enseñado cómo afrontarlas, como vivirlas, cómo contribuir a superarlas cuando, después del abandono, volvió a poner su espíritu en las manos del Padre: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu» (Lc 23,46), con lo que permitió a la humanidad recomponerse en sí misma y con Dios, y le indicó el modo. Por eso él se manifestó como llave de la unidad, remedio para toda desunidad. Él era el que recomponía la unidad entre nosotros cuando se rompía. Él era aquel en el que reconocíamos y amábamos las grandes y trágicas divisiones de la humanidad y de la Iglesia. Él se convirtió en nuestro único Esposo. Y nuestra convivencia con un Esposo así ha sido tan rica y fecunda que me ha llevado a escribir un libro, como una carta de amor, como un canto, un himno de alegría y de gratitud a Él”.

Brasil: Jóvenes Misioneros Continentales

Brasil: Jóvenes Misioneros Continentales

20170919-02Las palabras que el Papa Francisco pronunció en ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud 2013, en Río de Janeiro, “Id, sin miedo, para servir”, suscitaron en los jóvenes de los Focolares el impulso de comprometerse. De tal suerte que aquellos de la ciudad de Juiz de Fora (500.000 habitantes), en el Estado brasilero de Minas Gerais, lanzaron un proyecto que reúne a jóvenes de distintos carismas. «Nuestra intención es testimoniar la unidad en la diversidad de la Iglesia – dicen los jóvenes– siendo discípulos de Cristo y misioneros, en continuidad con la invitación que los obispos latinoamericanos dirigieron a todos los cristianos. Sin duda no faltan las dificultades, pero esto no nos desanima». El arzobispo Gil Antonio Moreira denominó al grupo – unos 60 – como “Jóvenes Misioneros Continentales” (JMC). «Provenimos de distintas experiencias espirituales – nos explican –: Renovación en el Espíritu; nuevas Comunidades; grupos parroquiales y Movimiento de los Focolares. La misión se abre con la consagración personal a Dios por un año, que se puede renovar por un año más. Y hay tres puntos que nos ayudan a orientar la brújula: oración, formación y misión, poniéndonos al servicio». YoungContinentalMissionariesHoy, 4 años después del inicio del proyecto, ha sido numerosas misiones llevadas a cabo en las parroquias de la arquidiócesis de Juiz de Fora, con un centenar de visitas a las familias de las comunidades rurales, a las periferias y barrios violentos de la ciudad, a los preescolares, a los orfanatos y al reformatorio de menores. «Nos dedicamos al área socio-sanitaria, como en el caso de la lucha contra el dengue (una enfermedad tropical), trabajando allá donde se registra el más alto número de fallecidos. De manera especial nos empeñamos en cuidar la higiene ambiental, eliminando la basura y los vertederos que favorecen la proliferación del mosquito que transmite la enfermedad, pero también informando a la población a través de folletos y afiches. En este período estamos ocupados en misiones especiales en Haiti y en la ciudad de Óbidos (Estado del Pará), en el Centro Educativo de Menores delincuentes y con los “cartoneros” (que recogen el cartón de la basura y que luego se recicla). Evidenciamos su importante trabajo en beneficio de nuestro planeta». No faltó el apoyo económico y psicológico a jóvenes en situaciones especialmente difíciles. «Además, la “Navidad solidaria” nos permite recolectar alimentos no perecederos y otros productos de primera necesidad que luego entregamos a una organización caritativa». Los JMC, con el tiempo, quisieron comprometerse en otros lugares, y llegaron hasta Obidos (Estado de Pará), en el corazón de la Amazonía. «Estando en contacto con las personas, vimos resonar en ellas el llamado a una vida misionera y nacieron distintas vocaciones». 20170919-01Superando los confines de Brasil, desembarcaron inclusive en Haití. El 17 de julio pasado, un grupo de seis personas de la arquidiócesis de Juiz de Fora con su arzobispo, emprendió un viaje hacia Haití. La situación de ese país conoce grandes desafíos 7 años después del terremoto que lo asoló: en el lapso de apenas 35 segundos se derrumbaron más de 300 mil edificios, entre los civiles y los institucionales, provocando la muerte de 200 mil personas. Con sus 7,2 grados de la escala Richter, fue el peor terremoto registrado en las Américas. «Haití es la periferia más pobre de América Latina. Y es precisamente hacia allá – escribe Mons. Gil Antonio Moreira – que se dirige mi mirada y la de los Jóvenes Misioneros Continentales. Con gran alegría vamos para servir, sin miedo, porque nuestra motivación, nuestra meta es Jesucristo». Los jóvenes de los Focolares concluyen: «Lo que nos da la seguridad de que estamos en el camino correcto son, paradójicamente, las dificultades que encontramos, en las cuales tratamos de amar un rostro de Jesús Abandonado. Es Él, el secreto de nuestra alegría y de los frutos que constatamos».      

Evangelio vivido: tomar la propia cruz y seguirlo

Evangelio vivido: tomar la propia cruz y seguirlo

20170916-01El imprevisto Esperábamos nuestro primer niño.  Enseguida después de saberlo, un imprevisto: me encontraron un pequeño nódulo en el seno.  Los exámenes pusieron en evidencia de que se trataba de un cáncer.  Para mí y para mi esposo, que es médico, fue un golpe duro.  Tres días después de la cita con el especialista fui operada.  Según su parecer tener el niño constituía un factor agravante: era necesario proceder a un aborto terapéutico para empezar la quimioterapia.  No queríamos resignarnos.  Confiando en Dios consultamos a otros médicos, buscando soluciones alternativas.  Al final decidimos hacer una cesárea en el séptimo mes de embarazo, cuando el niño estuviera en grado de sobrevivir.  Sólo después empezaría la quimio y la radioterapia.  Desde entonces han pasado 8 años y estoy esperando un tercer hijo. M.D. – Francia El desconocido Un día iba en el automóvil cuando un hombre me pidió que lo llevara.  Era mediodía.  Le pregunté dónde iba a almorzar, y respondió: «No tengo ni una moneda en la bolsa y no sé cómo voy a hacer para comer».  Sentía sospechas y desconfianza.   Pero alejé esos pensamientos diciendo a Jesús: «No me importa quién es, lo que le hago a él te lo hago a ti».  Busqué en el bolsillo y le di lo que tenía, agregando, para no humillarlo: «Me lo devuelves cuando puedas». Algunos días después un cliente me trajo un sobre con la suma exacta de lo que le había dado al desconocido.  Me pareció ver en este hecho la confirmación de que el Evangelio es verdadero. A.G. – Italia Fiesta en familia A distintas familias amigas se nos ocurrió organizar una gran fiesta para las personas de Senegal presentes en nuestra ciudad. Todos nosotros sentimos el compromiso de hacerles experimentar a estos jóvenes migrantes el calor de una familia.  Uno de ellos a un cierto punto señaló: «Todo ha ido más allá de nuestras expectativas. Ninguno de ustedes nos ha hecho sentir diferentes por eso nos sentimos en casa.  Tenemos el mismo Dios que nos hace hermanos». La fiesta terminó pero la amistad no. G.L.- Italia Tenemos un Padre Nos volvimos a encontrar por casualidad después de muchos años.  No la veía desde que estaba en el colegio.  Debido a varios acontecimientos tristes, ella, licenciada en Matemática, se encontraba en mi ciudad sin dinero, viviendo en la calle.  La escuché, estaba desesperada.  En ese momento no tenía nada para darle, pero le prometí que la iba a ayudar, tenía que estar segura, porque – le dije- «Tenemos un Padre en el Cielo».  Nos dimos cita al día siguiente y mientras tanto, con la ayuda de otras personas, encontré un lugar donde podía estar temporalmente y recogimos una pequeña suma: al menos podría vivir, comer y asearse.  Dos días después regresó y me devolvió el dinero, me explicó que le habían ofrecido un trabajo donde tenía también comida y alojamiento.  Y agregó: «Debo darte las gracias, más que por el dinero, porque ese día me devolviste lo que más necesitaba: la esperanza y la certeza de que tengo un Padre que me cuida». Franca – Italia