Movimiento de los Focolares
Una mirada detrás de bambalinas

Una mirada detrás de bambalinas

Diario de la Asamblea general /7, del 30 de enero 2021 Mientras la Asamblea continúa también hoy trabajando sobre las prioridades y las líneas de acción para los próximos seis años, quisiéramos echar un vistazo detrás del telón, para conocer las personas que hacen funcionar “la máquina” que hace posible el desarrollo de este evento. La modalidad telemática ha requerido una red de colaboradores y ténicos especializados en distintos campos, indispensables no sólo para el funcionamiento de las plataformas digitales, sino también para garantizar la validez jurídica de esta Asamblea. Son setenta y tres  las personas que componen el equipo técnico de la Asamblea general de los Focolares; muchos están físicamente presentes en la sede internacional del Movimiento en Rocca di Papa, en Italia, mientras que otros colaboran desde lejos, desde tantas partes del mundo: Brasil, Filipinas, Francia, Guatemala, Inglaterra, Irlanda, Italia, Holanda, España, Tailandia y desde los Estados Unidos. Veinte informáticos se ocupan de las páginas en Internet y de las distintas aplicaciones. Catorce operadores subdivididos en dos direcciones hacen funcionar las distintas  video-conferencias. Treinta y cuatro traductores y traductoras de siete países colaboran para garantizar a los participantes la traducción en cinco idiomas: francés, inglés, italiano, portugués y español. Y el equipo que se ocupa de la coordinación general de todos los equipos técnicos está compuesto por cinco personas. Pero ésta es más que una red de colaboradores o técnicos especializados, como nos dice Francesco Mazzarella, quien trabaja desde Sicilia en el equipo de la dirección de video-conferencias. Nos escribe: Detrás de la Asamblea que va on line, un grupo de personas disperas por el mundo, los “famosos” técnicos se conocieron, se han encontrado y han creado un vínculo que supera de lejos el aspecto técnico, porque entre nosotros ha nacido una comunión espiritual, que ha ido creciendo poco a poco, a través de un camino que podríamos definir tecno-relación. A veces no se piensa en todo lo que está detrás, para que un evento pueda existir. Hoy el desafío pasa por la Web, con todas las incertidumbres y los desafíos de consecuencia, pero además con todas las posibilidades que esto implica. Lograr gestionar los momentos vía Web sin verse, sin poder estrecharse en un abrazo físico, es justamente el desafío de esta Asamblea. Pero la prueba más grande para los técnicos es la de donar las propias capacidades, conquistadas con sudor y estudio, en un intercambio de confianza. Me explico: un técnico, más allá de que haya elegido trabajar siguiendo los principios de la espiritualidad de la unidad, es siempre un profesional celoso de su propio trabajo, de sus propias habilidades. Lograr compartir métodos o procedimientos que con fatiga y estudio se han logrado, no se da por descontado; hacerlo es justamente un acto de fe,  es confiar en el otro, que está allí por amor, confiar que en la donación se construye la Asamblea. Un conjunto de de conexiones telemáticas y de almas que construyen realmente los cimientos tecno-relacionales de esta aventura llamada Asamblea on line. En general,  la presencia de los técnicos salta en evidencia cuando algo no está funcionando. En esta Asamblea es distinto: su trabajo y su “estilo” construyen cada día este evento. ¡Gracias a cada uno y a cada una!

Oficina de Comunicación Focolares

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Lituania – La cercanía espiritual de Dios y de los hermanos es bálsamo y curación

La historia de Irena, médica de Lituania, en el Este europeo, adherente del Movimiento de los Focolares, que contrajo la infección por el Covid 19. La fatiga de la enfermedad y la fuerza en el amor de Dios a través de la oración. “Los mensajes y las oraciones inundaban mi teléfono celular con mensajes.  No sé exactamente cómo lo habían sabido  mis amigos, mis conocidos y mis compañeros de trabajo. Rezaban por mí incluso amigos que yo no sabía que supieran rezar.  No podía imaginar que tanta gente pudiese unirse en oración por mi salud”.  Irena es una médica clínica que adhiere a la espiritualidad del Movimiento de los Focolares y vive en Lituania.  En estos meses en los que su país está afectado por la pandemia del Covid–19, además de su trabajo extenuante, contrajo la infección por el virus y experimentó el malestar de la enfermedad. Pero su fuerza –ella nos cuenta– fue la confianza en el amor de Dios.  Haber descubierto, además, que estaba unida a muchos a través de la oración, de alguna manera, compensó sus esfuerzos y le dio energía en su peregrinar hacia la curación. Su experiencia, de hecho, fue particularmente dura. Ante todo, el trabajo en el hospital seguía su ritmo habitual, pero enseguida el contagio se difundió entre sus colegas e Irena se vio trabajando sola. “Tenía que encontrar camas para el personal que había que aislar –nos explica– ubicar a los pacientes   que tenían que ser dados de alta porque no tenían ningún pariente que los cuidase; contactar a los familiares para que se ocuparan de ellos. No había mascarillas para los enfermos y repartía las mías. Una vez, con una colega que se quedó después del horario de trabajo, examinamos a 37 pacientes. Sólo por la noche tenía un poco de calma y podía rezar”. Tras muchos días vividos en el hospital sin descanso, Irena pudo volver a su casa. Pero sabía que había contraído la enfermedad.  Sin embargo, le llega un sosiego, porque siente la cercanía espiritual de Chiara Lubich (fundadora de los Focolares): “En la mesa de luz al lado de mi cama tenía la foto de Chiara sonriente, la veía como si fuese la primera vez que la miraba. Me sonreía y yo le sonreía, y todo se volvía más fácil”.  Al poco tiempo, los síntomas de la enfermedad se tornaron más pesados, pero Irena no se dejó vencer por el dolor.  “Perdí el sentido del gusto y me di cuenta de que el sentido del gusto también es un don de Dios. Ofrecía mis sufrimientos por mis colegas y por mi país. Las noches eran muy difíciles, pero conmigo estaba Chiara que me sonreía”. Cuando la enfermedad se hizo más agresiva la hospitalización fue inevitable, pero ello le provocó nuevas complicaciones dolorosas.  “Ya no tenía la fuerza de hablar, quedé sometida a un tratamiento experimental. La responsable del sector se ocupaba de mí, pero las enfermeras se olvidaban de darme la medicación y no me preguntaban si tenía fuerzas como para llegar a tomar la comida del carrito.  De todos modos, yo podía ofrecer esas dificultades también”. Y sucedió que la ayuda le llegó del que estaba a su lado: “En mi habitación había una señora con una enfermedad oncológica, me traía algo para comer y beber. Nos hicimos amigas y cuando me sentía mejor rezábamos juntas”.  Sentirse unida en la oración con todos los que rezaban por ella le permitió a Irena sentirse amada por Dios y por los hermanos. “Le estoy agradecida a Dios por la indescriptible experiencia de amor que viví durante la enfermedad –concluye– porque siempre lo sentí cerca, y por la experiencia bellísima de la comunión de oración, que tiene una potencia gigantesca;  y Dios me permitió experimentarlo. Siento como si hubiese vuelto a nacer”.

Claudia Di Lorenzi