Movimiento de los Focolares

Card. Bertone: La comunión, base de la Iglesia

Ene 15, 2008

Visita del Secretario de Estado, Card. Tarcisio Bertone, a los sacerdotes focolarinos con motivo de su encuentro anual en el Centro Mariápolis de Castelgandolfo

Un diálogo intenso, espontáneo, profundo, ha marcado el encuentro del Card. Tarcisio Bertone, con más de 600 sacerdotes diocesanos focolarinos, procedentes de 54 naciones en el Centro Mariápolis de Castelgandolfo. Era la primera vez que, como Secretario de Estado, el Cardenal hacía una visita al Movimiento de los Focolares, en este centro internacional. Había sido invitado para un diálogo con los sacerdotes, reunidos para su encuentro anual. El Cardenal escuchó los testimonios de algunos “focolares sacerdotales” sobre los efectos que el “carisma de la unidad” vivido provoca en distintos contextos eclesiales y socio-culturales: en Irlanda donde, en un panorama de cresciente secularización, se injerta una relación renovada con el obispo y los demás sacerdotes, un fuerte compromiso en las universidades, en el campo ecuménico e interreligioso, una presencia eficaz en el mundo de los medios de comunicación; en Suiza, el testimonio de unidad hace que la vida en común entre sacerdotes se convierta en punto de referencia para varios presbíteros y antídoto para la crisis de vocaciones, así como causa de crecimiento en la asistencia dominical; la colaboración entre sacerdotes y laicos animados por la espiritualidad de comunión en Ascoli Piceno (Italia), infunde una nueva vida en la ciudad como sucedió durante el pasado mes de octubre cuando, con motivo de un evento promovido por los jóvenes de los Focolares, se logró involucrar a las instituciones civiles y a la ciudadanía. Sacerdotes de distintas partes del mundo, hicieron seis preguntas al Secretario de Estado: sobre la actuación del magisterio de Benedicto XVI, los desafíos de la Iglesia en el mundo de hoy, sobre las “lagunas” existentes en las comunidades eclesiales, así como sobre la prioridad en las elecciones pastorales. Y, luego, el papel de los Movimientos eclesiales, la realización de la “Iglesia-comunión”, la formación en los seminarios, la ayuda a los sacerdotes en dificultad. Y finalmente, sobre la relación personal, cotidiana, del Cardenal con el Papa. «La irrelevancia de la fe» y «el aislamiento y la soledad». Estos son los dos mayores desafíos que se encuentran los cristianos hoy. El Cardenal recordó una reflexión del entonces Card. Ratzinger, publicada en un reciente libro, en la que afirma que «la prueba extrema de la soledad incomunicable es el infierno». «Y esto dice que la soledad nosotros la comenzamos aquí y, por lo tanto, el infierno lo comenzamos aquí». Indicó dos citas. Sartre: “Los demás son para mí el infierno”. Gabriel Marcel: “Los demás son para mí el cielo”. Y añadió: «Entonces, el cielo, el paraíso lo comenzamos aquí con la espiritualidad de comunión, con el carisma de comunión. Lo contrario de la soledad». Como contestación al relativismo, «no hay que cansarse de buscar la verdad y los testigos de la verdad». Una pregunta personal: «Usted es un ilustre hijo de San Juan Bosco. ¿En qué modo esta ‘filiación carismática’ le ayuda en su actual ministerio?». «El carisma salesiano me ha ayudado siempre en mi vida, desde que era un muchacho» – ha respondido. «Después entré en la congregación, asimilé un poco este espíritu de familia, la capacidad de escucha y de acogida, de convivencia y de confidencia…». A propósito de la presencia de los Movimientos eclesiales: «Los Movimientos tienen ciudadanía plena en la Iglesia. Su presencia, viva, eficaz, transformante, suscita atención incluso entre los no cristianos». Dirigiendo una mirada a los carismas antiguos y nuevos: «El Señor sigue siendo creativo; la creación está presente en el universo, en el cosmos…, está presente, sobre todo, gracias a la acción del Espíritu». E invitó a que se «incremente el espíritu y la praxis de la comunión entre nuevos carismas e institutos históricos». El Secretario de Estado envió un «saludo calurosísimo» a Chiara Lubich, después de haber reconocido el papel fundamental de los fundadores en la vida de la Iglesia.

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