«Trabajo en un colegio en una zona en riesgo social. A finales del año hice una experiencia que reforzó en mí la convicción de que cada uno de nosotros puede ser constructor de unidad en su propio ambiente. Se dio una situación muy fea en la que un profesor se enfrentó con la rectora y otros colegas. Durante una reunión de profesores, en la que yo estaba encargada de redactar el acta, se generó un momento muy difícil. Llegó la policía, la ambulancia, etc. El clima se puso candente. Luego partieron cartas de acusaciones, amenazas de querellas, denuncias… Fue un momento muy negativo. Veía que los colegas tomaban partido con el uno o con el otro, a veces echaban aún más cizaña y luego seguían cada uno por su cuenta. Me sentía mal, el acta que tenía que redactar era compleja; traté de describir sólo los hechos. Me esforzaba por escuchar a todos, sin prejuicios. Sentía que tenía que hacer algo para reconstruir las relaciones. Las varias partes confiaban en mí por cómo había trabajado durante el año, por mi relación con los estudiantes, las familias, los colegas. Estaba en esto, esperando una ocasión, cuando la rectora me llamó y me pidió que hiciera algo para volver a apaciguar los ánimos. A este punto me puse delante de Jesús Eucaristía y le pedí que me permitiera ser un canal suyo, porque sabía que no era capaz de arreglar esa situación únicamente con mis fuerzas. Entonces, con mucho temor, llamé al colega involucrado que estaba corriendo el riesgo de que lo despidieran. Un idealista con un fuerte sentido de justicia y, a mi modo de ver, muy honesto; no creyente pero en búsqueda, con el cual durante el año había construido una relación profunda cimentada en principios comunes. Él en seguida se abrió, apenas captó mi interés hacia su situación. Hablamos de su vida, de sus motivaciones y se declaró dispuesto a dar marcha atrás, a pedir perdón por algunas de sus actitudes, no seguramente por los principios que defendía”. Luego fui donde la directora; también ahí se trató de escuchar y compartir. Al final se encontraron y esclarecieron algunos puntos conflictivos, disolviendo muchos malentendidos generados por otros. Después de varios encuentros, la situación se superó. Para todos fue un alivio, un poder recomenzar y mirar hacia adelante. Mi colega me dijo: “Te agradezco sobre todo porque me liberé del rencor y perdoné, de forma laica, es decir logré ir más allá”. En cambio yo sabía que tenía que agradecer a Dios por su amor y su misericordia». (G. B. – Italia)
Tener confianza
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