El pasado 3 de octubre el Auditorio de Loppiano estaba repleto. Reinaba un clima de gran interés. Para el programa de la noche estaba previsto un diálogo sobre “Agustín de Hipona: una herencia, un recurso”. La actividad, que se injertó en el marco de la quinta edición de LoppianoLab, fue promovida por el Instituto Universitario Sophia (IUS) y la Editorial Città Nuova y moderada por Marco Tarquinio, el director del Avvenire, el más grande periódico católico italiano. En el escenario estaban dos “entre los más grandes exponentes del pensamiento italiano”, según Michele Zanzucchi, director de Città Nuova: el filósofo y psicoanalista Umberto Galimberti y el Rector del IUS, el teólogo y filósofo Piero Coda. Fue una “lección extraordinaria” ofrecida desde una perspectiva de diálogo y enriquecida por las creativas preguntas de los estudiantes, quienes plantearon cuestiones referentes a la actualidad del pensamiento de este “gigante” de la Iglesia y de la filosofía. A pesar de las distintas fisionomías de los dos huéspedes principales y de la evidente diversidad de algunas de sus consideraciones con relación a la obra del obispo de Hipona, no se asistió a un duelo retórico ni a una confrontación abstracta, alejada de la vida, sino más bien al apasionante resultado que el arte del diálogo puede producir, cuando el conocimiento y el intercambio se entrelazan en forma transparente y abierta a la inteligencia de la verdad. El filósofo Galimberti atribuyó al obispo de Hipona la responsabilidad de haber introducido en la cultura occidental un enfoque individualista subrayando el dualismo alma/cuerpo, y de haberlo hecho a partir de una religión, como la cristiana, que en su reflexión atribuye un valor central precisamente a la corporeidad («Y el Verbo se hizo carne», escribe Juan en el prólogo de su Evangelio). Piero Coda, por su parte, puso en evidencia como Agustín fue “el descubridor de la interioridad” en el ámbito cristiano. Interioridad entendida como el lugar donde se realiza el encuentro del hombre con Dios, donde el hombre alcanza su realización plena como ser corporal y espiritual al mismo tiempo. El “regresa en ti mismo… trasciéndete a ti mismo”, con el que inicia la gran reflexión agustiniana, no significa encerrarse en una ciega introspección, sino entrar para captar el sentido que tiene también lo que está fuera de nosotros mismos. La interioridad de Agustín está habitada por Cristo y por lo tanto, por la relación con el otro. Es aquí que el debate afronta el concepto de “relación”, ya que Dios revela a Jesucristo, quien a su vez habla de Dios como padre y hace referencia al vínculo universal de la fraternidad. El tercer concepto que emergió nítidamente es el de “ciudad”, desde el momento en el que el propio Agustín escribe el “De Civitate Dei”, una obra basada en la imagen de una ciudad que abraza a personas de toda proveniencia, abierta a la búsqueda del bien común que es la raíz del Sumo Bien que es Dios, mediante la vida del Evangelio. Fueron tres perspectivas, que ofrecieron nuevas motivaciones para dar sentido capaz de orientar también a la sociedad de hoy hacia una integración cada vez más plena. Agustín se reveló por lo tanto como un hombre insatisfecho por las certezas consoladoras, incansable buscador de la verdad, como un personaje capaz, también en esta ocasión, de superar los siglos y de hablar a los jóvenes y a los adultos de todas las latitudes. Un punto de referencia al cual mirar para buscar las raíces de la “persona”, de un pueblo, para entender mejor el presente e idear propuestas también para el futuro. Fuente: IUS online
Escuchar atentamente, hablar intencionalmente
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