El papa Francisco no se mide en sus viajes, nunca lo ha hecho. Pero este viaje a Asia parece ser realmente comprometedor. Además de los eventos de carácter institucional como el encuentro interreligioso en Colombo a su llegada a Sri Lanka y la canonización del misionero hindú Giuseppe Vaz, estaba esperando al Papa el clima tropical, pero sobre todo, la población entera que recibe con esta visita un fuerte mensaje de esperanza.
Para Francisco este viaje significa por lo tanto, la posibilidad de una inmersión total en una de las tantas periferias del mundo, que él ama tanto, marcada, también recientemente, por calamidades naturales cuyas consecuencias se mezclan inexorablemente con el trabajoso y no fácil proyecto de promoción de esas tierras.
La expectativa está muy difundida y elevada, especialmente en Manila donde se prevé una participación incluso mayor a los 5 millones de personas que se registraron en el ’95 en la Misa de la JMJ celebrada por San Juan Pablo II. En los centros comerciales y en las iglesias la gente se saca selfies al lado de la gigantografía del papa Francisco, mientras los niños se preparan para recibir al Papa, vestidos de guardias suizos.
En los días cercanos a la Navidad, los jóvenes de los Focolares fueron a la región de Tacloban y Palo, ciudades a las que irá el Santo Padre el día 17, para hacer una fiesta a los niños de las escuelas, con juegos, cantos, mímicas y regalos por la ‘Noche Buena’. Es una acción que organizaron en colaboración con jóvenes de varias partes del mundo que están viviendo una experiencia de donación en la ciudadela de los Focolares en Tagaytay.
Fue una forma de responder a la invitación del Card. Tagle, arzobispo de Manila y del presidente de la Conferencia Episcopal Filipina, Mons. Villegas, de prepararse a la venida del Pontífice intensificando las obras de misericordia hacia los pobres y los marginados. Este gesto no es inusual para ellos. De hecho, desde noviembre del 2013, es decir, desde que se desencadenó el tifón Haiyan (Yolanda), el más fuerte que ha registrado la historia, los Focolares dieron vida a una serie de actividades con la población afectada: ayuda de emergencia con distribución de alimentos, ropa y artículos de primera necesidad, reparación de viviendas; apoyo moral a las familias y a quienes perdieron seres queridos y hasta la realización de un programa de reconstrucción con la fabricación de unas cuarenta casitas. El proyecto de los jóvenes se llama ‘Start Again’. Está todavía en curso, y se concentra especialmente en las escuelas.
No es la única modalidad con la que los Focolares se han comprometido para la venida del Santo Padre a Filipinas. Todas las comunidades de Manila pasaron la voz y se pusieron de acuerdo para estar, el 15 de enero -junto a los demás-, a lo largo de las calles del aeropuerto para recibir al Santo Padre.
La comunidad de Leyte se vio involucrada en la organización de la visita a los lugares del tifón: colaborará con el servicio de orden durante la Misa papal en Tacloban, como también en el encuentro en el Pope Francis Center for the Poor de Palo con alrededor de 200 personas entre ancianos y enfermos y con los niños pobres. Un joven del focolar será el animador de los participantes durante el tiempo de espera de la llegada del Papa.
Pero los más felices son los sobrevivientes. Esto dijo Farah: “Ofrezco todos mis sufrimientos por la seguridad y la salud del Papa”. Y Mark: “Estoy feliz porque podré ver al Papa de cerca. Me siento privilegiado. Estamos muy agradecidos por su visita”.
Una decena de personas del Movimiento han sido elegidas como ‘facilitadoras’ en el del Congreso sobre a Nueva Evangelización que tendrá lugar del 15 al 18 de enero en la Universidad de Santo Tomás, en el que se han inscrito 5.000 delegados y a quienes el Papa encontrará el 18, antes de su regreso.
El último día, el papa Francisco –quien empezó su viaje por Manila encontrándose con las familias- lo dedicará a los jóvenes reunidos en el campo deportivo de la Universidad para después concluir su visita –en la tarde- en el Rizal Park con una gran misa solemne.
¡Buen viaje Santo Padre!
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