Conocido simplemente como Peppuccio, fue por largo tiempo responsable de la Escuela Abba, el centro cultural de los Focolares, Giuseppe Maria Zanghì falleció inesperadamente a los 85 años, después de una breve enfermedad, en la tarde del 23 de enero 2015.
“Él, quien muchas veces nos habló del Paraíso, ahora puede gozarlo plenamente” – afirma María Voce, presidente de los Focolares comunicando la noticia.
Lo recordamos con algunos fragmentos de una entrevista concedida en 2009 a la revista Città Nuova:
Compartiste con Chiara Lubich los inicios del Movimiento Gen, que congrega a los jóvenes de los Focolares. ¿A qué se debe el hecho que ella decidió comunicar también a la nueva generación esas realidades místicas conocidas como “Paraíso del ’49”?
«En fin de cuentas, ¿qué es este “Paraíso del ‘49”? Es el relato escrito que Chiara hacía a Igino Giordani de lo que acontecía en ella en el verano de 1949 en Fiera di Primiero, un periodo contemplativo en el cual Dios le imprimía en el alma, como con un hierro caliente, el proyecto de la Obra que tenía que nacer. Dios hace lo mismo con todos los místicos que deben ser fundadores de realidades en la Iglesia. La característica del ‘49 fue que quien hacía esta experiencia contemplativa con Chiara fue – por participación – un grupo de focolarinas y focolarinos que pasaban con ella un periodo de vacaciones, fundidos en uno por el amor de Dios. Sin embargo fue una fusión que dejaba intactas las distintas individualidades.
Es una experiencia muy original también en el aspecto cultural, porque se refiere a los que yo llamo un “sujeto colectivo”. Toda cultura, de hecho, nace de un sujeto; y el hombre de hoy está buscando precisamente un sujeto para la cultura que tiene que nacer. Ésta es, según mi opinión, la mayor contribución de Chiara al nacimiento de una nueva cultura. Y falta mucho aún por entender.
Pero, dejando de lado este aspecto, sobre el cual tendremos que trabajar y estudiar, la realidad en la que Dios le abrió a Chiara el abismo de su vida y le hizo comprender, al mismo tiempo, muchas cosas de la Obra que tenía que nacer. En ella no era algo sólo para recordar, era la vida del presente. Y te dabas cuenta de esto estando a su lado; sentías que seguir el ideal de la unidad no era tanto conocer una doctrina o bien oír hablar de la experiencia vivida por una persona, no; era entrar en la realidad en la que Chiara había vivido en el ‘49 y en la que seguía viviendo.
Ahora bien, para ella también los jóvenes del Movimiento tenían que entrar en el meollo de esta experiencia, al mismo tiempo humana y divina, espiritual y cultural, y quedarse ahí, desarrollándola y llevándola adelante».
Fuente: Città Nuova
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