«Un grave accidente y terminé en el hospital. Era la primera vez que sentía un dolor así». Quien habla es Sor Felicitas que viene de Filipinas. Estaba enferma como todos los demás. Sin embargo precisamente en el hospital « experimenté el amor de Dios a través de las personas que vinieron a visitarme. Alguien me trajo la Eucaristía, que en ese momento era “todo” para mí. El capellán me manifestó su acogida y disponibilidad. Rodeada del amor de todos, respondí con mi amor. Se estableció una cadena de reciprocidad». La experiencia de Sor Felicitas subraya el impacto de la espiritualidad de comunión como posible respuesta a las exigencias de la vida de comunidad y de apostolado en medio del mundo: «Hay una extraordinaria coincidencia entre lo que la Iglesia y el mundo esperan de la vida consagrada», afirma Sor Antonia Moioli, responsable de las consagradas del Movimiento de los Focolares. «La semilla que Chiara ha plantado dentro de nosotros germina; a veces florece y se convierte en una voz profética que indica el camino de la humanidad desorientada y se convierte en un “castillo exterior” que irradia amor». «Crecer en la espiritualidad de la unidad y vivirla – es lo que pide el Card. João Braz de Aviz, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, a las religiosas y a los religiosos adherentes de los Focolares- porque cuando los carismas se encuentran toman vida y la Obra de María [Movimiento de los Focolares] hace brillar los carismas, los ilumina. No se necesitan palabras –prosigue- basta ser testigos del Evangelio vivido; éste es el camino del cambio. La vocación específica de los consagrados y de las consagradas es abrir caminos proféticos dando testimonio de los valores del Reino. Esto espera la Iglesia y la humanidad de hoy, por eso es necesario volver al propio carisma para vivificarlo». Giuseppe Zanghì (Peppuccio), estudioso y filósofo vio en Chiara Lubich a una portadora de luz, que sentó las bases para una nueva cultura, surgida de Jesús Abandonado: es Él el Dios del hombre contemporáneo. «Su reflexión–explica Sor Antonia- nos impulsa a ser faros en la noche, pequeñas señales que anuncian el mañana. ¿Será posible realizar la vocación profética propia de la vida consagrada? En el pasado, los monasterios y comunidades fueron centros prestigiosos de cultura y espiritualidad. ¿Es posible mirar también hoy como un desafío esta realidad antigua y nueva ?». «Aquí encontramos “un cofre” de dones –afirma María Voce, presidente de los Focolares-. Después, juntos, podemos donar estos tesoros a toda la Iglesia y al mundo entero, que tiene necesidad de ver cómo los cristianos se aman para creer en Cristo. Esta riqueza que Dios nos da, haciéndonos su familia, es para la humanidad. Éste es el sentido de ir hacia fuera que el Papa Francisco sigue subrayándonos». El Congreso de las consagradas se abre a un futuro por construir, no solas, sino junto a muchos, para ser testigos de un amor que desafía las diferencias.
Escuchar atentamente, hablar intencionalmente
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