Tal vez fue por la participación del Papa Francisco y de los máximos representantes de la Federación luterana mundial. Tal vez fue por las palabras tan impactantes de la Declaración conjunta que se leyó en la catedral de Lund (ciudad de 115.000 habitantes en el sur de Suecia). O tal vez fue por la gran participación del pueblo. El hecho es que el éxito del evento en el que se conmemora el Vº centenario de la Reforma superó cualquier expectativa, también por su impacto en los medios de comunicación. « Cristo desea que seamos uno, para que el mundo crea», proclamaron juntos luteranos y católicos, convencidos de que «el modo en que nos relacionamos unos con otros da forma a nuestro testimonio del Evangelio». La mirada del Documento se dirige hacia el futuro y a lo cotidiano: salir de sí mismos, de la propia comunidad, de la propia iglesia para emprender acciones comunes «en el servicio, defendiendo los derechos humanos y la dignidad, especialmente la de los pobres, trabajando por la justicia y rechazando toda forma de violencia». Un propósito de trabajar juntos «para acoger al extranjero, para socorrer las necesidades de los que se ven forzados a huir a causa de la guerra y la persecución, y para defender los derechos de los refugiados y de los que buscan asilo» y para la defensa de toda la creación «que sufre explotación y los efectos de la codicia insaciable». Una Declaración que se vuelve global en el llamado final a los católicos y a los luteranos del mundo entero para que «todas las comunidades y parroquias Luteranas y Católicas» sean «valientes y creativas», olvidando los conflictos del pasado porque «la unidad entre nosotros guiará la cooperación y hará más profunda nuestra solidaridad». La Reforma de Lutero en Suecia fue introducida por motivos meramente políticos. El rey Gustav Vasa tomó el control de la Iglesia y fue sólo en el año 2000 que se dio la separación entre Estado e Iglesia. A lo largo de los siglos, el luteranismo adquirió muchos matices que se reflejan en las distintas características nacionales. . Sin embargo, más allá de la historia de cada país, vemos que hoy se abre camino la “Reforma de la unidad” querida con convicción por ambas iglesias, la luterana y la católica. Una reforma destinada a convertirse en cultura popular y por lo tanto posible. La misma se fundamenta en 5 compromisos: 1) Partir siempre de la perspectiva de la unidad y no del punto de vista de las divisiones; 2) Dejarse continuamente transformar por el encuentro con los demás; 3) Buscar una unidad visible elaborando juntos pasos concretos; 4) Redescubrir la fuerza del Evangelio; 5) Testimoniar juntos la misericordia de Dios. Estos compromisos llevan a testimoniar la belleza de ser cristianos en la diversidad, precisamente porque lo que nos une es mucho más de lo que nos separa. Es ésta la convicción que ha orientado también la larga amistad entre los Focolares y los luteranos y la acción de muchos otros movimientos. Entrevistamos a Antje Jackelen, la primera mujer arzobispo de la iglesia luterana sueca (61 años, casada con dos hijas) y le preguntamos acerca de la contribución de los movimientos. Nos dijo que éstos «son ecuménicos en su misma configuración, por lo cual con los movimientos se han derribado los prejuicios». Agregó que el evento de estos días «es también el fruto de 50 años de diálogo y de trabajo conjunto». Por la tarde, en el Malmö Arena, repleto con 10 mil personas, se alternaron los testimonios: Pranita (India), Hector Fabio (Colombia), Marguerite (Burundi), Rose (Sudán de Sur), Antoine (Siria). Ellos, más que muchos discursos, demostraron que ya existe una colaboración entre las iglesias, con acciones comunes a favor de la creación, de la justicia social, de los niños, para ayudar a los pobres, los campesinos, las víctimas de las guerras. «Que estas historias – concluyó el Papa – nos animen y nos brinden un nuevo impulso para trabajar cada vez más unidos. Cuando volvamos a nuestras casas, llevemos con nosotros el compromiso de hacer cada día un gesto de paz y de reconciliación, para ser testigos valientes y fieles de la esperanza cristiana». De las palabras, a los hechos. Para ser verdaderos, para ser creíbles.
Anunciar el amor mutuo
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