«Queridísimos jóvenes, Dios llama de distintas y de varias maneras: llama a muchos con funciones y misiones particulares; por ejemplo, llama a algunos jóvenes a la sublime vocación sacerdotal, a ser otros Cristo. Llama a hombres y mujeres a formar parte de las áreas multicolores del jardín de la Iglesia que son las Familias religiosas, para hacer que la Esposa de Cristo perfume constantemente con las más espléndidas virtudes. Llama a hombres y mujeres en los modernos Movimientos eclesiales a donarse a Dios, individual y comunitariamente, o a componer familias modelo, como muchas pequeñas Iglesias. Recuerden: Él llama en todas las edades. Llama también a los chicos, también a los niños. Llama en todos los puntos de la Tierra. ¿Pero cómo se puede conocer la propia vocación? Por experiencia debo decirles que generalmente es necesaria una particular disposición. Dado que la llamada de Dios es un acto de amor suyo, si Él encuentra amor en las almas, está más libre para llamar. Entonces, ¿qué hay que hacer para escuchar la voz de Dios? Es necesario amar, pero con un amor verdadero. Si lo hacemos, facilitamos la tarea a Dios, y si ya se conoce la propia vocación, en el amor se encuentra la mejor manera de realizarla. Pero, es necesario el amor verdadero. Es tan importante el amor verdadero que si tú lo vives desencadenas en el mundo una revolución, que es la revolución cristiana. El amor verdadero tiene cuatro cualidades: ama a todos, porque Jesús murió por todos; María es madre de todos. Por lo tanto, un amor verdadero no tiene tanto en cuenta si una persona es simpática o antipática, joven o vieja, blanca o de color, alemana o italiana, de una religión o de otra, si es amigo o enemigo. El amor verdadero ama a todos. Intenten vivirlo. Nosotros estamos un poco acostumbrados a amar a los amigos, a amar a los padres, a los parientes. Y es maravilloso. ¿Pero tenemos en el corazón el amor hacia todos? Prueben, prueben. Es una revolución. Porque la gente no lo entiende y al cabo de poco tiempo dice: “¿Pero, tú por qué haces esto? ¿Por qué me quieres? ¿Por qué me has dado aquel lápiz? ¿Por qué me has ayudado con ese trabajo? ¿Por qué?” “¿Por qué? Porque quiero amar a todos”, y así comienza el diálogo entre nosotros, católicos, con personas de otras Iglesias o de otras religiones. Así comienza un diálogo porque en las personas se despierta el interés. Por lo tanto, recuerden que el primer punto del amor verdadero es amar a todos Segundo punto: ser los primeros en amar. Cuando Jesús vino a la Tierra, nosotros no lo amábamos, éramos todos pecadores. Él fue el primero en amarnos. Es necesario acercarnos a todos sin esperar que nos amen, no amar porque somos amados, ¡no! Es necesario ser los primeros en amar. Éste es el amor que el Espíritu Santo ha infundido en nuestro corazón. Es el mismo amor presente en la Santísima Trinidad, del cual nosotros participamos, pero que debemos poner en práctica. Además, es necesario ver a Jesús en todos, pues Él lo dijo: en el Juicio Final el examen será éste: “A mí me lo hiciste”, todo lo que hagamos de bueno y lo que hagamos – desgraciadamente – de malo. Tres cosas, entonces: amar a todos, ser los primeros en amar, ver a Jesús en el prójimo. Pero un amor que no debe ser platónico, sentimental, sino un amor concreto y para que sea concreto es necesario, como dice san Pablo, hacerse todo a todos (Cf. 1 Co 9, 22), hacerse uno con quien sufre, hacerse uno con quien goza y compartir alegrías, dolores, necesidades. Compartir. Entonces: amar a todos, ser los primeros en amar, ver a Jesús, y además, amar concretamente. Esto es lo que podemos hacer nosotros, poner en nuestro corazón el amor verdadero. La llamada es la parte de Dios, ésta es la nuestra. La llamada es la parte de Dios, es tarea suya. Queridísimos jóvenes, Dios no cesa de llamar, especialmente si amamos. A nosotros nos corresponde responder y componer con nuestra vida ese divino, maravilloso designio que Dios tiene para cada uno de nosotros para el bien de todos. ¿Saben lo que significa poner a Dios en el primer lugar, ya sea que te llame a consagrarte a Él o que te llame a formar una linda familia? Poner a Dios en el primer lugar en la vida significa encontrar ya desde aquí la felicidad. ¡Es lo que les deseo a todos ustedes! Apunten alto, jóvenes, tenemos una vida sola, no se repite: conviene gastarla bien».
Escuchar atentamente, hablar intencionalmente
Escuchar atentamente, hablar intencionalmente
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