Movimiento de los Focolares

Brasil. Descubrir el valor del sufrimiento

Jun 7, 2013

Proponemos el testimonio de Lizomar Dos Santos contada el 18 de mayo de 2013, durante el encuentro de los Movimientos, asociaciones y agregaciones laicales, en la Plaza San Pedro con el Papa Francisco.

Soy de Brasil, el quinto de una familia de seis hijos, de los cuales dos nacieron en el primer matrimonio de mi padre, quien quedó viudo.

Tenía sólo un año cuando mi papá se fue de la casa, dejando a mi mamá embarazada y sin la posibilidad de trabajar porque todavía éramos pequeños.

Como no teníamos parientes cercanos y nuestro padre no contribuía a nuestro sustentamiento, la situación se volvió crítica. En práctica no teníamos nada que comer, y ¡muchas deudas que pagar!

Mi mamá decidió vender algunos muebles de la casa para suplir las necesidades inmediatas y nos quedamos sólo con lo esencial.

Uno de mis hermanos por parte de papá tenía un almacén donde ella adquiría lo que necesitábamos para comer. Pero dado que no teníamos cómo pagarlo, un día él se llevó la nevera (heladera).

Por el mismo motivo, primero nos cortaron la luz y después el gas. Durante años vivimos usando lámparas de aceite y cocinando con leña. A menudo los vecinos nos ayudaban, con lo poco que disponían.

Mientras tanto, nuestro padre tuvo otros tres hijos con otra mujer. Para nosotros fue muy duro no tener su amor, pero mi mamá siempre nos enseñó a respetarlo como nuestro padre. Cuando lo veíamos ella nos decía: “Él es su papá, vayan a pedir la bendición”.

Hasta los 18 años trabajé como vendedor ambulante. A menudo me escondía cuando veía a algún amigo, porque me daba vergüenza. También trabajé como campesino y albañil. Después, en el 2000, me convocaron para que trabajara como voluntario del Ministerio de Justicia, y viendo mi esfuerzo, me contrataron en la Secretaría del Tribunal. También logré terminar mis estudios y graduarme en Letras.

Un día un amigo me invitó a un encuentro del Movimiento de los Focolares del que formaba parte. Allí descubrí que Jesús, que había vivido y sufrido el abandono en la cruz, podía dar significado a mi sufrimiento personal y al de mi familia. Creí que todo podía tener un sentido y que mi dolor había servido para hacerme una persona más humana, sensible al sufrimiento de los demás. Este descubrimiento me condujo y me conduce a un encuentro personal con Dios, al que decidí darle mi vida, sirviendo a los hermanos por el camino del focolar.

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