«… comprendo cuán auténticas y sabias son las palabras del Papa Juan XXIII: “Yo debo hacer cada cosa, recitar cada oración, acatar cada norma como si no tuviera otra cosa que hacer, como si el Señor me hubiese traído al mundo sólo para hacer bien esa acción y que mi santificación dependiera del buen resultado de ella, sin pensar en el antes o el después”».
Con estas palabras escritas en su diario, y a menudo repetidas en público, Chiara Lubich reafirmaba la importancia para el cristiano de santificarse haciendo la voluntad de Dios momento por momento. Un concepto que le confirmaban las enseñanzas de Juan XXIII. En la misma página seguía escribiendo:
«A menudo veo mi alma como embestida, en el momento presente, por dos, tres cosas que hacer, que después me dejan inquieta. Veo que a menudo me asalta el deseo de llegar a todos, de hacer todo, de abrazar el mundo, yo lo interpreto en la práctica en un modo que no es correcto. Es una avidez espiritual que le pertenece al hombre viejo, aunque esté teñida de diligencia.
Éste no es el modo de vivir del cristiano. También quien está en un restaurante, si lo desea, come una cosa o la otra, pero no todas juntas y no todo lo que hay. Es necesario alimentarse, y por lo tanto saciarse, con lo que Dios quiere de nosotros en el presente.
He intentado hacer así en estos últimos días: es una experiencia maravillosa. Truncando con violencia todo lo que no es voluntad de Dios, para sumergirme sólo en ella, he experimentado la saciedad del alma: ¡es paz, gozo, felicidad! Una especie de beatitud».
Fuente: Città Nuova del 8-11-2010
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