François-Xavier Nguyên Van Thuân nació en Huê (Vietnam) el 17 de abril de 1928, en una familia profundamente católica. Ordenado sacerdote en 1953, se dedicó con fervor a la formación de los seminaristas, distinguiéndose como profesor, rector y guía espiritual. En 1967 fue nombrado Obispo de Nha Trang, y allí promovió una pastoral misionera, al lado de los pobres y atenta al apostolado de los laicos.
En 1975 San Paulo VI lo eligió como Arzobispo Coadjutor de Saigón, pero pocos meses más tarde fue arrestado por el régimen comunista. Transcurrió trece años en prisión, nueve de los cuales en aislamiento. En esa prueba supo unirse íntimamente a Cristo crucificado, transformando el sufrimiento en entrega y la soledad en comunión con la Iglesia. Durante esos años nacieron sus “Pensamientos de esperanza” que pasaron a ser un auténtico testamento espiritual, capaz de iluminar la fe de millones de personas en todo el mundo.

Hacia mediados de la década de 1970, un encuentro decisivo fue el que tuvo con Chiara Lubich y la espiritualidad del Movimiento de los Focolares, con el carisma de la unidad y la centralidad de Jesús Abandonado –Jesús que experimenta el abandono del Padre en la cruz, expresión máxima del amor– que representó una fuente de fortaleza, incluso en los momentos más oscuros.
Fue liberado en 1988 y debió exiliarse; se estableció en Roma, en donde San Juan Pablo II lo llamó a servir a la Iglesia como Vicepresidente (1994) y luego Presidente (1998) del Pontificio Consejo de la Justicia y la Paz. Desde esa función anunció incansablemente el Evangelio de la paz y de la justicia, viajando por todo el mundo.
En el año 2000 fue invitado por San Juan Pablo II a predicar los ejercicios espirituales para la Curia Romana. Fue creado Cardenal en 2001; vivió el último período marcado por la enfermedad con serenidad y total abandono a Dios. Murió en Roma el 16 de septiembre de 2002, dejando una herencia espiritual de fe inquebrantable, esperanza luminosa y amor misericordioso.
Hoy su figura sigue hablando a la Iglesia y al mundo. Su vida, plasmada por la cruz y por la esperanza, da testimonio de que el amor de Cristo puede transformar toda noche en aurora.

Vivir la esperanza
Pensamientos de François-Xavier Nguyen Van Thuan
escritos durante los primeros meses en prisión (*)
979. Tú quieres desencadenar una revolución: renovar el mundo. Podrás cumplir esa preciosa misión que Dios te ha confiado sólo con la “potencia del Espíritu Santo”. Cada día, allí en donde vives, prepara un nuevo Pentecostés.
980. Comprometido en una campaña que tiene como objetivo hacer felices a todos. Sacrifícate continuamente, con Jesús, para llevar la paz a las almas, desarrollo y prosperidad a los pueblos.
981. Sigue siendo fiel al ideal del apóstol: “dar la vida por los hermanos”. De hecho, «nadie tiene un amor más grande que éste» (Juan 15, 13).
982. Grita un solo lema: «Todos uno», que quiere decir: unidad entre los católicos, unidad entre los cristianos y unidad entre las naciones. «Como el Padre y el Hijo son uno» (cf. Juan 17, 22-23).
985. Debes atenerte firmemente a un único principio-guía: la oración. Nadie es más fuerte que la persona que reza.
986. Observa una sola regla: el Evangelio… No es difícil, ni complicada o legalista como las demás. Por el contrario es dinámica, amable y estimulante.
994. Para tu apostolado usa el único método eficaz: el contacto personal. Con él entras en la vida de los demás, los comprendes y los amas. Las relaciones personales son más eficaces que las prédicas y que los libros.
(*) De: El camino de la esperanza. Dar testimonio de la pertenencia a Cristo con alegría, Città Nuova, 6° edición, Roma 2004.
a cargo de Waldery Hilgeman e Hubertus Blaumeiser
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