«Con sorpresa y gran alegría y gratitud hemos acogido el anuncio del próximo “Año de la fe” convocado por el Papa Benedicto XVI. Y todavía más su Carta Apostólica “Porta fidei”, con la que convoca dicho año, que comenzará el 11 de octubre de 2012, con motivo del 50° aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. Una vez más se siente el fuerte impulso del Espíritu Santo en esta iniciativa que llega con puntualidad en este momento de la historia. Los jóvenes de la JMJ, las familias, los trabajadores y los jóvenes que bajan a las plazas, inauguran nuevas primaveras e invocan profundas reformas sociales; son signos que dicen hasta que punto la humanidad busca hoy el cambio. También me lo han confirmado los recientes viajes que he hecho a Estados Unidos, Santo Domingo, Rusia, Eslovenia, Gran Bretaña. “No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta” , escribe el Papa. Es una urgencia que también nosotros advertimos intensamente y que pide una conversión: vivir con particular intensidad la Palabra de Dios. Impulsados con mayor vigor por el ‘mandato’ del Papa, nos hemos comprometido a volver a la radicalidad de los comienzos del Movimiento para, antes que nada, volvernos a evangelizar nosotros mismos y luego irradiar el Evangelio, con su fuerza de transformación, sobre la humanidad que nos rodea. Todavía hoy – como Chiara Lubich escribía en 1948 – “el mundo necesita una cura de Evangelio”. Además, profundo eco ha encontrado en nosotros la apremiante invitación del Papa a dar testimonio público de la fe, de la Palabra vivida “como experiencia de un amor que se recibe” y “se comunica como experiencia de gracia y gozo” . En los primeros años de vida del Movimiento de los Focolares era una novedad la comunión de las experiencias de la vida de la Palabra. Éstas resultaban irrefutables, porque eran ‘vita’, fecundas, capaces de engendrar el encuentro vivo con Jesús, de hacer que personas dispersas formaran una comunidad. Benedicto XVI nos ha recordado que no se afronta esta empresa solos, sino en compañía. Queremos intensificar esa experiencia de comunión y de fraternidad en nuestros ambientes: en los parlamentos, en las fábricas, en los barrios, en las universidades, en las familias, porque en la comunión es el mismo Resucitado quien está espiritualmente presente, toca los corazones y los transforma. El Papa nos ha reforzado en la convicción de que éste es un momento de gracia especial para la Iglesia, en el que el espíritu de renovación del Concilio sigue actuando como nunca».
Prontitud en acoger a todos
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