Responder, junto a todo el Movimiento de los Focolares, a las solicitudes de la Iglesia y de la humanidad; experimentar nuevos caminos para ir al encuentro de todos, plenamente conscientes de la propia identidad y del aporte específico que estamos llamados a dar: «Las periferias son también nuestros enfermos, los ancianos, los que han abandonado el ministerio…; periferia es la Iglesia misma cuando se aleja de la que Dios quiere». Ésta es una síntesis de lo que emergió en los “cinco días intensos, ricos de comunión y de gran alegría”, como relata uno de los presentes describiendo la experiencia vivida en el centro de Castelgandolfo con la Asamblea de los sacerdotes focolarinos. Luego de la aprobación del reglamento y de la agenda de trabajo, el programa preveía, una jornada de retiro y un informe sobre los seis años pasados y las nuevas perspectivas; después se prosiguió con los trabajos por grupos temáticos y la elección del nuevo responsable central. El último día se dedicó a las orientaciones para los próximos seis años, y al diálogo con la presidente de los Focolares, María Voce, y el copresidente, el español, Jesús Morán. Las meditaciones de la mañana, con una selección de textos de Chiara Lubich, fueron momentos de profundización acerca las características de los sacerdotes y diáconos focolarinos. Se recordó la figura del Padre Silvano Cola quien ayudó a Chiara a fundar esta rama del Movimiento, cuando aún no estaba delineada. En 1965, en un primer encuentro para sacerdotes diocesanos focolarinos, Chiara expuso su visión del sacerdote focolarino, describiéndolo como alguien que guarda siempre en el corazón la oración de Jesús “Padre, que todos sean uno”, y que «no se da paz hasta no verla realizada en su parroquia […]. Por lo tanto es necesario […] no resignarse sólo a los buenos que van a la iglesia, sino hacer todo lo posible para acercarse a todos […] es necesario moverse, no es posible quedarse quietos». Chiara habló de focolares proyectados hacia la Iglesia como fermento de unidad y explicó que el «focolar sacerdotal es como la sal que debe disolverse en la diócesis para sazonar toda la sopa, es decir, para “sazonar” a la diócesis. Pero, si esta sal queda aislada, entonces va en contra de su propia vocación». Presentando el informe sobre los seis años pasados, se analizaron las prioridades surgidas en la Asamblea anterior, entre ellas la relación con las nuevas generaciones, la vida de familia con los sacerdotes ancianos y enfermos, la irradiación de la espiritualidad de comunión en la Iglesia. Luego se dio un diálogo que testimonió el compromiso y planteó preguntas principalmente sobre tres aspectos: la formación, la vida en común, la necesidad de salir. Estos temas recuerdan las palabras-claves de las orientaciones surgidas en la Asamblea general: salir, juntos, oportunamente preparados, y todo esto en marcada sintonía con lo que el Papa Francisco indicó en la audiencia del 26 de septiembre a los Focolares. Finalmente, en los trabajos por grupos y en la plenaria, se trazó el camino a recorrer en los próximos seis años.
Con todo esto en el corazón se hizo la votación y se eligió a Antonio Bacelar, de Portugal, el cual aceptó «con la gracia de Dios, dispuesto a dar la vida por cada uno de ustedes». Fue un momento de fuerte emoción. El Padre Antonio les confió a los presentes: «Tengo en el alma el deseo de descubrir cada vez más nuestro sacerdocio mariano. Sobre muchas cosas me pregunto “¿cómo será?”. Dejémonos guiar por Dios, por Jesús entre nosotros y encontraremos el camino. Si mirara desde un punto de vista humano, me vendría temor, pero con ustedes será una aventura extraordinaria». En la conclusión se recordó una frase de santa Teresa de Ávila que el mismo Bacelar había mencionado el día anterior: «Si nosotros estamos en el amor, haremos muchas cosas, en poco tiempo, sin fatiga».
Pequeños actos, gran impacto
Pequeños actos, gran impacto
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