Movimiento de los Focolares

Athenágoras I y Chiara Lubich

Jul 4, 2012

El 7 de julio de 1972 nos dejó una de las personalidades más grandes del mundo religioso del 20º siglo: Athenágoras I, Patriarca de Constantinopla. Recordamos su relación con Chiara Lubich.

El Movimiento de los Focolares recuerda al Patriarca de Constantinopla Athenágoras I con especial gratitud, por la relación privilegiada con Chiara Lubich con quien se encontró en 25 oportunidades. A cuarenta años de su desaparición, el Movimiento promovió eventos  de conmemoración en Estambul –donde Su Santidad el Patriarca Bartolomeo I recibió una nutrida delegación-, y en Padua, donde el metropolita de Italia y de Malta, Gennadios, saludó a los participantes con un mensaje. Chiara Lubich escribió en el Avvenire el 13 de enero de 1972: “Puede decirse que Athenágoras es el prototipo de la Iglesia de Oriente, pero, reconociendo en él una de las más excelsas personalidades cristianas actuales, se nota que es un símbolo de la entera Cristiandad, que sufre por las seculares divisiones que la han herido profundamente y que anhela la perfecta unificación. Es una de las figuras de la época presente que pertenece ya a la historia y a la Iglesia (…). Fue este interés común el que lo ha impulsado un día a llamarme a Estambul, sabiendo que trabajaba con el Movimiento de los Focolares en el ecumenismo. Era el 13 de junio de 1967. Me recibió como si me conociera desde siempre. “¡La esperaba!”, exclamó y dijo que le narrara los contactos del Movimiento con los luteranos y con los anglicanos. “Es una gran cosa conocerse –comentó– hemos vivido aislados, sin tener hermanos, sin tener hermanas, durante muchos siglos, como huérfanos!. Los primeros diez siglos del cristianismo fueron sobre los dogmas y sobre la organización de la Iglesia. En los diez siglos siguientes hemos sufrido cismas, la división. La tercera época es esta, es la del amor”. “Me pidió que mantuviera el vínculo. Me acuerdo que lo que me impresionó no fueron tanto las palabras dichas en aquella audiencia, sino su figura, la atmósfera sobrenatural que se respiraba y que en general notan todos los que se le acercan. Y sobre todo, su corazón: un corazón tan grande, tan profundamente humano que despierta en mi la pregunta sobre cuántos otras personas en la vida habría conocido que fueran así. (…)” “En otra oportunidad me mostró su mensaje dirigido también especialmente al Movimiento de los Focolares. Entre otras cosas se lee: “Los tres encuentros ocurridos con Pablo VI: en Jerusalén el 5 de enero de 1964; el de aquí en Estambul el 25 de enero de 1967 y el de Roma el 26 de octubre de 1967, constituyen el signo sorprendente y glorioso del triunfo del amor de Cristo y de la grandeza del Papa, y estos encuentros nos han definitivamente puesto, con firme fe y esperanza en el camino bendito para la realización de la voluntad de Cristo, es decir el encuentro de nuevo en el mismo cáliz de su sangre y de su cuerpo”. Algún tiempo después, hablando de él, Chiara comentó: “Existía una profundísima relación con el Patriarca también porque conocía muy bien a Pablo VI. Por lo tanto era posible para mi tener un contacto personal con el Santo Padre, me encontré siendo involuntariamente un nexo a través del cual el Patriarca podía comunicarse con el Papa extra oficialmente”. Dos días después de su fallecimiento, Chiara escribió una carta a las jóvenes generaciones del Movimiento de los Focolares: “Tenemos en el Cielo un grandísimo protector de nuestro Movimiento. El último informe que le mostré, hace dos meses, fue aquel sobre las jornadas gen con las impresiones de los participantes. Me dijo: “¿Sabes quiénes son los gen?” y siguió: “Amo”, aludiendo a la canción “Ama y comprenderás”. Quisiera que este fuese el testamento que El deja a nuestro Movimiento, el continuo llamado que El nos dirige ahora desde el Cielo. Desde que supe que falleció, me resuena una pregunta en el alma: “¿Por qué buscan entre los muertos a Aquel que vive?”(Lc, 24, 5). Sí, vive y nosotros lo sentimos. Parto para estar cerca de su cuerpo mortal hasta el último momento. Lo saludaré de parte de todos ustedes. Le comunicaré vuestra gratitud por habernos amado tanto, por haber creído y trabajado –hasta lo imposible– por la unidad. Le pediré que esté cerca nuestro siempre y que nos sugiera: Ama!”

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