Movimiento de los Focolares
Filipinas: una pequeña ciudad llamada “Paz”

Filipinas: una pequeña ciudad llamada “Paz”

SOR Taal vulcan e lago1Llegando a Manila (a 60 Km) la primera sensación que se advierte al acercarse a la zona que rodea el Lago de Taal (en la isla de Luzón, en la parte septentrional del archipiélago de Filipinas) es la de una profunda paz. El visitante queda encantado ante la vista de un espectáculo único en su género: el lago, que con sus aguas llenó una antigua caldera volcánica, que tiene dentro una isla. Esta isla, a su vez, dentro de un nuevo cráter tiene un nuevo lago mucho más pequeño. Y en el centro de este pequeño espejo de agua hay un escollo. Un efecto “matrioska” de lagos, uno dentro del otro. Desde la cima del volcán, la vista se extiende hacia las verdes colinas cubiertas de bosques y prados, cultivos de piña, café, banano y una infinita variedad de flores tropicales. Tagaytay 2En las cercanías del Lago Taal, desde 1982 esta misma sensación se respira entre las edificaciones y las calles de la Mariápolis de Tagaytay. “Paz” es la aprimera ciudadela del Movimiento en Asia. «Tengo un sueño», había exclamado Chiara Lubich aquel año, observando las colinas de Tagaytay, que precisamente aquí crezca una de las ciudades de los Focolares, que son lugares donde se vive permanentemente el Evangelio, para presentar un boceto de cómo sería el mundo si todos los vivieran. Pero la presencia de los Focolares en Tagaytay es todavía más antigua. Ya en 1966, de hecho, tuvo lugar en estos lugares un primer encuentro de personas adherentes al Movimiento. En esa ocasión, los presentes, impresionados por la belleza del lugar, pidieron que precisamente allí pudiera surgir un centro de formación, una “casa para todos”. Al año siguiente, gracias a una primera donación, ese deseo empezó a volverse realidad, tomando forma en 1975. Después, los acontecimientos y el sueño de 1982, coincidieron con la invitación que le dirigió la Conferencia episcopal filipina al Movimiento para que construyera, precisamente en las adyacencias de Tagaytay, un “escuela” para sacerdotes asiáticos. Desde entonces el desarrollo ha sido inesperado. En especial, entre las decenas de realidades que han surgido, es importante señalar una escuela para el diálogo con las grandes religiones de Asia, dirigida especialmente a musulmanes y budistas, pero también a hindúes, sintoístas. Todos los años convergen de estos lados, para experimentar la alegría de la convivencia, los jóvenes budistas de una asociación laica japonesa. Recientemente, el pasado mes de mayo, 200 miembros de grandes religiones de 13 países asiáticos distintos, participaron en la Escuela de las Religiones Orientales (SOR). SOR3Desde su fundación, la ciudadela Paz ha asumido también un fuerte perfil social y de promoción humana, y se ha convertido en una de las sedes de la Bukas Palad Foundation, ONG sin fines de lucro, fundada en las cercanías de Manila en 1983 para responder a las necesidades sociales y sanitarias de los sectores más pobres de la población, especialmente de zonas rurales. Familias enteras, en condiciones habitacionales precarias (a menudo en casas con una sola habitación de piso de tierra, sin agua) con difícil acceso a los servicios socio-sanitarios y escasas oportunidades laborales. Bajo el tema “libremente hemos recibido, libremente donamos”, Bukas Palad (que en idioma tagalo significa “manos abiertas”) ha hecho ya un recorrido de más de treinta años, mejorando la calidad de vida de miles de personas, no sólo en el aspecto de la salud, sino también en la parte humana y espiritual, desde un enfoque integral y global, dirigido a la promoción humana y de la salud de las personas. Actualmente en la ciudadela tienen especial relevancia las empresas que adhieren al proyecto por una economía de comunión, las actividades de los voluntarios hospitalarios en varias instituciones públicas de salud, el vivo testimonio de los empleados de los medios de comunicación y las distintas iniciativas a nivel educativo. En Tagaytay las experiencias de diálogo y comunión crecen y se multiplican, como el agua del lago que se replica en otros espejos de agua. Pero los reflejos de Paz no se pueden contar.

¿Quiénes son los “voluntarios de Dios”?

¿Quiénes son los “voluntarios de Dios”?

Gennaro e Lucia PiccoloDe chico amaba sintonizar en la noche la Radio Vaticana que transmitía noticieros en varias lenguas extranjeras. Naturalmente, no conocía ninguna de ellas pero esa escucha me fascinaba, tenía la impresión de que mi corazón se dilataba a la humanidad, a los pueblos y a su cotidianidad. Fue una de esas noches que escuché al Papa Pio XII invocar el nombre de Dios tres veces: ¡Dios, Dios, Dios!”. Ese “grito” se imprimió en mi conciencia, aunque con el pasar del tiempo, terminó debilitándose y perdiéndose en la memoria. Era el año 1956. Nueve años después, en enero  de 1963, estaba haciendo el servicio militar en Turín. Un compañero de habitación me invitó a un Congreso del cual, extrañamente, no pedí ninguna información. Sin embargo al pedir permiso a mis superiores, les dije que se trataba de un Congreso del que dependía toda mi vida. Gracias a un inesperado consentimiento de mis superiores, partí hacia Ala di Stura, un pueblito en la montaña en un marco natural estupendo. Fui recibido como si me conocieran desde siempre. Fue allí donde conocí a Chiara Lubich –fundadora del Movimiento de los Focolares- y a Igino Giordani, co-fundador. Fue una realidad fuerte para mí encontrarme por primera vez con personas de culturas y religiones distintas. En esos días tuve la posibilidad de conocer, porque era huésped de los Focolares, a Assunta Roncalli, la hermana del Papa Juan XXIII, quien murió el 3 de junio de ese mismo año, 1963. Una mañana Chiara Lubich habló de una nueva vocación nacida dentro del Movimiento. Y fue sólo cuando Chiara indicó el año y las circunstancias de ese nacimiento, que volvió a florecer imperiosa en mi conciencia aquella invocación de Pio XII: «¡Dios, Dios, Dios! Dios los ayudará. Dios será su fuerza. Resuene este inefable nombre, fuente de todo derecho, justicia y libertad, en los parlamentos, en las plazas, en las casas, en los talleres…». Así se expresó el Papa en el radiomensaje del 10 de noviembre de 1956 durante la represión de la revolución de Hungría. Y Chiara comentó: «Por lo tanto, si ha habido una sociedad capaz de suprimir el nombre de Dios, la realidad de Dios, la Providencia de Dios, el Amor de Dios del corazón de los seres humanos, debe existir una sociedad capaz de volver a ponerlo en su lugar. ¿Es posible que el demonio tenga seguidores fidelísimos, totalitarios, pseudo-mártires de sus ideas, y que Dios no tenga un ejército compacto de cristianos que lo den todo para reconquistarle a Él la tierra?». A esta invocación del Papa, Chiara respondió con la intuición de reunir a mujeres y hombres de todas las edades, nacionalidades, condiciones, vinculados por un único lazo, el de la fraternidad universal, para que formaran un ejército de voluntarios, “Los Voluntarios de Dios”, expresión del Movimiento de los Focolares que hoy día está presente en 182 naciones del mundo. Una vocación moderna, totalitaria, a la que Chiara Lubich dio un ulterior toque de encanto cuando la describió como el atractivo del tiempo moderno: «Penetrar en la más alta contemplación permaneciendo mezclados entre todos, hombre junto al hombre… para diseñar en la multitud un bordado de luz y, al mismo tiempo, compartir con el prójimo la deshonra, el hambre, los golpes, las breves alegrías».  Igino Giordani la compara con una «santidad con overol del obrero que impulsa a llevar a Dios al Parlamento, a los Consejos Comunales, a los hospitales, escuelas, talleres, laboratorios, oficinas, a la casa, a los campos deportivos, pero también al mundo del arte, de la comunicación, de la ciencia, de la economía…»,  porque, agrega, «¡¡llevar a Dios a todos estos lugares significa transformarlos en Abadías, transformarlos en lugares sagrados en donde se celebra todos los días una Misa especial!!» Han pasado 54 años desde aquel día en cuando yo sentí el llamado a enrolarme con “Los Voluntarios de Dios”, nacidos de un carisma que, porque es auténtico, se pueden medir también sus implicaciones concretas que se reflejan en la cultura, en lo social, en la economía, en la política… Para que los distintos ámbitos de la vida no permanezcan en la mediocridad, sin valor, incapaces de unir, insensibles, sino que se abran para acoger la profunda presencia de Dios. Gennaro Piccolo – Centro Igino Giordani “Un camino para la unidad” (Andria, Italia)  

Francisco y su segunda vértebra cervical (C2)

Francisco y su segunda vértebra cervical (C2)

Bici 10Francesco es un deportista tenaz, especialmente con su bicicleta. Recorre, cada día, varios kilómetros por tortuosos y pintorescos caminos de las colinas romanas para mantenerse entrenado. En efecto parece aún un jovencito, sin embargo hace muchos años que decidió donar su vida por amor a Dios en los hermanos con quienes se encuentra cada día. Y también en las situaciones difíciles ya sean las propias o ajenas. Entonces quiere con razón, mantenerse ágil. Hace pocos días, durante uno de sus habituales entrenamientos, su bici chocó contra una piedra y perdió el control del volante, arrojándolo por el aire.  El aterrizaje no fue para nada suave… y su cuello fue el primero que chocó con el asfalto, con el resultado de un vértebra cervical (exactamente la C2) dañada. En un momento le cambia el panorama: de una intensa actividad física se encuentra inmovilizado en una cama de hospital con un “jaula” de hierro desde el cuello para arriba, sostenida con tornillos que se apoyan en su cráneo. El singular arnés debería servir para impedir cualquier movimiento y asi esperar que lentamente se suelde la vértebra lesionada. Es desde la cama del hospital que escribe, no sin dificultades, en su celular: «C2, entraste con prepotencia a cambiar mi jornada y no sólo eso. No sabía ni siquiera que existías, y si existías, ¿dónde estabas? Después de ese brusco aterrizaje en el asfalto de la calle, y entre las varias cosas rotas, tú entraste enseguida en la cabeza y en las preocupaciones de todos. Tenías el poder de darme matarme, de dejarme inmóvil en una silla de ruedas. Solo te alcanzó la advertencia rompiéndose “el diente del axis”… trocito de hueso sobre el que se basa todo el movimiento de la cabeza. Esperamos que después de este golpe no cambie la visión del mundo y que tú puedas, también a través de un aparato moderno, volver a ser el perno donde mi cabeza se pueda mover. Gran C2, trato de recuperar mi relación contigo, y que no sea sólo por interés, sino para conocer algo de las maravillas de cómo estamos hechos. ¡Cuánto valor tiene cada pequeña cosa! Que estos momentos me ayuden a descubrir todo el valor que, dentro mío, es fruto de Tu amor» Francisco (Italia)

España: deporte, inclusión social y reciprocidad

España: deporte, inclusión social y reciprocidad

IMG_20170713_171000El Palau Robert de Barcelona, con sus jardines, es una especie de refugio verde reparado de las caóticas calles de la ciudad. Allí fueron acogidas, a partir del 13 de julio pasado, unas setenta personas, provenientes de distintos lugares de España, Italia y Croacia, reunidas para el Simposio Internacional “Escuelas inclusivas: innovación social, infancia y deporte”, organizado por el Laboratorio de Investigación Pro-social Aplicada (LIPA), por la Universitat Autònoma de Barcelona y por la red internacional Sportmeet. Docentes, fisioterapistas, deportistas se reunieron para un intercambio sobre proyectos de inclusión, modelos de intervención ante la discapacidad a partir de una óptica de inclusión social, partiendo de la convicción de que todas las etapas de la vida son dignas de ser vividas. La vida misma tiene necesidad de espacios de debilidad para experimentar en sí misma su propia capacidad de recuperación. Los días siguientes, el Centro Mariápolis “Loreto” de Cartell d’Aro (Girona) acogió la Escuela de Verano, un espacio de intercambio y aprendizaje sobre el tema del deporte inclusivo. Fueron unos veinte los participantes, bajo la guía experta de Eugenio Jiménez y de Javier Lamoneda, quienes experimentaron, a través de los juegos, qué significa “ponerse en el lugar de la persona discapacitada”. La experiencia deportiva, que es de por sí una posibilidad de confrontación con el límite, ofrece argumentos para la reflexión sobre la relación de la vida misma con los obstáculos, el sufrimiento, el malestar. Mediante las reflexiones, Paolo Crepaz de Sportmeet llevó a los participantes a preguntarse sobre el concepto del límite, como barrera, obstáculo, sufrimiento o malestar en términos generales, desde la óptica (contraria, respecto al sentir común) según la cual, la presencia misma de un límite podría convertirse en una potencialidad, en la posibilidad de “tender constantemente y por hábito adquirido a la fraternidad universal” (Chiara Lubich). IMG_20170714_115356Sorprende la capacidad que tiene la actividad deportiva de afrontar y superar los obstáculos, de incluir e integrar, de abatir barreras en todas las latitudes y en todos los contextos sociales. Por ejemplo, ¿cuánto puede hacer un balón para unir, en una soleada plazoleta en las vacaciones o dentro de un campo de refugiados? Los participantes dialogaron en un clima de confianza y estima recíprocas. Javier Lamoneda Prieto, profesor de Educación Física de Jerez de la Frontera (Cádiz, España) compartió su experiencia: “Parece que se forjó, en estos días, un equipo que quiere hacer de la actividad física un recurso para el encuentro entre distintos actores y profesionales del deporte, trazando principalmente dos ámbitos de acción: el académico y el social. Por primera vez se desarrolló un programa formativo en conjunto con una Universidad pública”. Roberto Nicolis, técnico socio-deportivo de Verona (Italia) dijo: “El ´limite que yo a menudo experimento es el que separa a las personas unas de otras, la discapacidad, precisamente. Reducir la distancia mediante el compartir, el conocimiento y las experiencias nos hace sentir más cercanos”. Roberto Macri, Presidente de la Fundación Obra Santa Rita, de Prato (Italia), expresó: “Han creado sobre todo una posibilidad de reflexión sobre nosotros mismos y los valores que le dan un sentido a nuestro compromiso. No sólo a nuestro compromiso profesional o de voluntariado, sino más en general a lo que puede dar un sentido más profundo a nuestro ser hombres y mujeres”.  

El esplendor de la naturaleza

El esplendor de la naturaleza

Natura 1«Contemplando la inmensidad del universo, la extraordinaria belleza de la naturaleza y su potencia, me remonté espontáneamente al Creador de todo y adquirí una nueva comprensión acerca de la inmensidad de Dios. La impresión que tuve fue tan fuerte y tan nueva que enseguida me habría arrojado a tierra de rodillas para adorar, alabar y glorificar a Dios. Sentí la necesidad de hacerlo como si ésta fuese mi vocación actual. Y casi como si ahora se abrieran mis ojos, comprendí como nunca Quién es el que hemos elegido como ideal; o mejor dicho, Quién es el que nos ha elegido a nosotros. Lo vi tan grande, tan grande, tan grande que me parecía imposible que hubiera pensado en nosotros. Esta impresión de su inmensidad ha permanecido en mi corazón durante algunos días. Ahora, al rezar: “Santificado sea tu nombre” o “Gloria al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo” es otra cosa para mí: es una necesidad del corazón. (Rocca di Papa, 22.1.87) «[…] Contemplar, tal vez, la infinita extensión del mar, una cadena de montañas altísimas, un glaciar imponente, o la bóveda del cielo punteada de estrellas… ¡Qué majestuosidad! ¡Qué inmensidad! Y a través del esplendor deslumbrante de la naturaleza, nos remontásemos a Aquél que es su autor: Dios, el Rey del universo, el Señor de las galaxias, el Infinito. […] Él está presente en todas partes: está en el centelleo de un arroyo, en una flor que se abre, en una aurora clara, en un rojo atardecer, en una cumbre nevada … En nuestras metrópolis de cemento, construidas por la mano del hombre entre el ruido del mundo, la naturaleza pocas veces se ha salvado. Y sin embargo, si queremos, basta con un retazo de cielo azul descubierto entre los tejados de los rascacielos, para acordarnos de Dios; es suficiente un rayo de sol, que no deja de penetrar ni siquiera a través de los barrotes de una cárcel; es suficiente una flor, un prado, el rostro de un niño… […] Esto nos ayudará a regresar entre los hombres, donde tenemos nuestro sitio, sintiéndonos fortalecidos, igual que se sentía Jesús cuando, después de haber rezado al Padre durante toda la noche en los montes, bajo el cielo estrellado, volvía entre los hombres a hacer el bien». (Mollens, 22.9.88)   De Chiara Lubich – “Buscando las cosas de arriba” – Editorial Ciudad Nueva, Madrid 1993, págs. 18 – 20