
Giordani: ¿Cuál dignidad para el trabajo?
«Al ser humano le fue impuesto el trabajo como castigo; pero también como redención. Mientras tiene la finalidad inmediata de la obtención del pan de cada día, concurre también a la finalidad última de la consecución del Reino eterno. Concierne entonces tanto a la economía, como a la teología; de hecho, el ser humano es hijo de Dios, destinado a Dios, también cuando trabaja. Si el problema se redujera a pura economía, el trabajador se convertiría en pura máquina; su dignidad de persona se reduciría a la de un utensilio. Hoy en día se habla mucho de la dignidad del trabajo, hasta el punto que se ha vuelto un tópico. Pero no está asegurado que la mentalidad esclavista se haya extinguido, ni que falten empresarios, de pronto bautizados, a los cuales les parece que, porque pagan un sueldo, tienen el derecho a humillar a quienes viven de ese sueldo, tratándolos con desprecio y desconfianza, así sea un trabajador intelectual o bien una empleada doméstica casi analfabeta. Pero el trabajo no sirve sólo para conseguir una retribución en dinero. El trabajo realizado con un deseo de redención moral, de participación con los sufrimientos de Cristo, se convierte en producción de santidad, entra en la economía de las cosas eternas, de lo que deriva una dignidad que transforma a los constructores de maquinarias, a los agricultores, a los estudiantes, a los profesionales, a los empleados y a las amas de casa, en constructores del Cristo integral. «Cada buen obrero – escribió San Ambrosio – es una mano de Cristo». Es decir, Cristo trabaja en la sociedad con las manos de sus obreros. En otras palabras, quien obra bien edifica en la tierra una construcción celestial, es el artífice humano de una arquitectura divina. Y esto eleva a una dignidad inmensa a quien hace y a lo que hace, si lo hace en el espíritu y bajo la ley de Cristo. Así se ve que lo divino obra en la sociedad por medio del ser humano, asociado a participar del prodigio vivo de la Encarnación, la cual, si fue el milagro de la humanización del hijo de Dios, trae consigo también el milagro de cada día de una divinización de todos los hijos del hombre y por lo tanto, hijos de Dios. Un movimiento que va desde la tierra al encuentro de Cristo que viene del cielo. De tal manera que la vida en los caminos atormentados del planeta es, sí, totalmente humana, pero también, si se vive en el espíritu de la Redención, está plenamente injertada en lo divino, es totalmente divina. Esta dignidad no se limita sólo a las obras del espíritu, sino que abarca a toda la persona humana, cuerpo y espíritu, en todo lo que hace. El oficio, la profesión, la oficina…. estas cosas melancólicas y a veces trágicas y a menudo aburridas, se transfiguran, de golpe, en Valores insospechados, en elementos de nuestro destino. Se convierten en medios de nuestra redención. El trabajo era nuestro castigo; y, por la humanidad de Cristo, se vuelve nuestro rescate. Es nuestra contribución a la Redención. Se escala el cielo con los materiales de la tierra. Nada se pierde, ni una jornada mal pagada, ni una palabra dicha, ni un vaso de agua ofrecido por Cristo. Con estas simples cosas, la mayoría edifica el Reino de Dios. Porque la mayoría no se va de misión, ni se encierra en los yermos, ni escribe tratados de teología, sino que todos trabajan, todos sirven. Ahora bien, sirviendo a los demás, si se actúa en el espíritu de Cristo, se sirve a Dios, Quien no se nos presenta todavía en su luz, ya que encandilaría nuestra vista, sino a través de esa imagen suya, que son los seres humanos, su representación y hechura». Igino Giordani, La società cristiana, Città Nuova, Roma (1942) 2010, pp. 72-82

Educar en red para cambiar el mundo
EdU (EducaciónUnidad), equipo interdisciplinar e internacional de estudio del área pedagógica y educativa, se encontró en España (Centro Mariápolis Luminosa, Madrid) en un seminario que tuvo la inclusión educativa como tema central. Educadores de Brasil, Croacia, Italia, Kenia, Burundi, Eslovenia, Corea, Polonia, Portugal y, por supuesto, España. Y se ha contado con contribuciones a través de internet desde Argentina, Méjico, España y Estados Unidos, han profundizado tres grandes temáticas: las relaciones, la comunidad y arte y deporte. La sala del Seminario se amplió al mundo entero gracias a la transmisión en directo por internet, permitiendo participar desde otros lugares de España o hasta desde Benín, con aportes de Argentina, México y EEUU. Muy interesantes y estimulantes las aportaciones teóricas, que servían de marco a las experiencias llevadas a cabo en los lugares más variados: viviendo el dado del arte de amar en Burundi, las relaciones creadas en la Escuela Rayo de Sol (Croacia), la Asociación Autismo Sevilla… o la implicación de la educación en la comunidad y de la comunidad en la educación, como en Argentina, donde se crea una escuela en una comunidad originaria con el objetico de educar a los niños sin recursos; al final, es la escuela la que rescata las tradiciones del lugar que estaban desapareciendo, a través de talleres de orfebrería, telares o instrumentos musicales.
La diversidad de experiencias mostradas ha sido uno de los puntos fuertes de un seminario pensado como laboratorio, ya que –según una participante en el mismo- “te dan la sensación de que no estás sólo en el mundo, luchando; sino que hay muchas personas que están junto a ti trabajando por lo mismo”. Se ha creado, de hecho, una red aún más amplia y estrecha entre todos los participantes, con la certeza de que “el verdadero trabajo, empieza ahora”, como decían muchos. También ha habido ocasión de conocer proyectos internacionales como Living Peace, Scholas Ocurrentes y Sportmeet. Y en el aspecto de la contribución del arte a la educación, la fotógrafa y educadora Concha Casajús mostró parte de sus trabajos, un diaporama denuncia a partir de fotografías realizadas a víctimas de abusos sexuales en Congo. Al concluir el Seminario, los participantes estaban aún más convencidos de que la inclusión es un estilo de vida, una necesidad en un mundo tan complejo y variado como el actual; y, más concretamente, la educación inclusiva es una prioridad en todos los ámbitos. El Seminario estuvo precedido por un Simposio que se desarrolló el 22 de abril en la Universidad Complutense de Madrid. También dedicado a la inclusión educativa, contó para su apertura con la presencia del Rector de la Universidad Nacional de Educación a distancia, Alejandro Tiana, quien se mostró como un apasionado de la inclusión. Kishore Singh, Relator Especial de Naciones Unidas sobre el Derecho a la Educación, ha enviado un mensaje de agradecimiento a la organización del Simposio. La próxima cita de EdU será en Polonia el 3 y 4 de junio, durante la Conferencia Interdisciplinar Internacional en ocasión del 20º aniversario de la entrega del doctorado h. c. a Chiara Lubich en Ciencias Sociales por parte de la Universidad Católica de Lublin “Juan Pablo II”.

Congo: el compromiso de los jóvenes por la paz

Micheline Mwendike
Palabra de vida
Siempre ha sido este el deseo de Dios: poner su morada entre nosotros, su pueblo. Ya las primeras páginas de la Biblia nos lo muestran descendiendo del cielo, paseando por el jardín y conversando con Adán y Eva. ¿No nos creó para esto? ¿Qué desea el que ama sino estar con la persona amada? El libro del Apocalipsis, que escruta el proyecto de Dios sobre la historia, nos da la certeza de que el deseo de Dios se realizará en plenitud. Él ya comenzó a poner su morada en medio de nosotros cuando vino Jesús, el Emmanuel, el «Dios-con-nosotros». Y ahora que Jesús ha resucitado, su presencia ya no está limitada a un lugar ni a un tiempo: se ha extendido al mundo entero. Con Jesús comenzó la construcción de una nueva comunidad humana muy original, un pueblo compuesto por muchos pueblos. Dios no solo quiere habitar en mi alma, en mi familia y en mi pueblo, sino entre todos los pueblos, llamados a formar un solo pueblo. Por otra parte, la actual movilidad humana está cambiando el mismo concepto de pueblo. En muchos países el pueblo está compuesto ya por muchos pueblos. Somos muy diferentes por color de piel, cultura y religión. Muchas veces nos miramos con desconfianza, recelo o miedo. Hacemos la guerra unos contra otros. Pero Dios es Padre de todos, nos ama a todos y a cada uno. No quiere habitar con un pueblo –«por supuesto, el nuestro», podríamos pensar– y dejar solos a los demás pueblos. Para Él somos todos hijos e hijas suyos, una única familia. Así pues, guiados por la Palabra de vida de este mes, ejercitémonos en apreciar la diversidad, en respetar al otro, en mirarlo como una persona que forma parte de mí: yo soy el otro y el otro es yo; el otro vive en mí y yo vivo en el otro. Comenzando por las personas con las que vivo cada día. De este modo podemos hacer sitio a la presencia de Dios entre nosotros. Y Él recompondrá la unidad, salvaguardará la identidad de cada pueblo, creará una nueva «socialidad». Así lo intuyó Chiara Lubich ya en 1959, en una página de extrema actualidad y de increíble profecía: «El día en que los hombres –pero no en cuanto individuos, sino en cuanto pueblos– […] sean capaces de posponerse a sí mismos, de posponer la idea que tienen de su patria, […] y esto lo hagan por ese amor recíproco entre los Estados que Dios pide (lo mismo que pide el amor recíproco entre los hermanos), ese día será el comienzo de una nueva era, porque ese día […] se hará vivo y presente Jesús entre los pueblos […].» Éstos son tiempos en los que cada pueblo ha de traspasar sus propias fronteras y mirar más lejos. Ha llegado el momento de amar la patria de los demás como la nuestra. Nuestros ojos tienen que adquirir una nueva pureza. No basta con desapegarnos de nosotros mismos para ser cristianos. Hoy los tiempos exigen al seguidor de Cristo algo más: una conciencia social del cristianismo […].» […] nosotros esperamos que el Señor tenga piedad de este mundo dividido y disperso, de estos pueblos encerrados en su propio cascarón contemplando su belleza –única para ellos– limitada e insatisfactoria, defendiendo con uñas y dientes sus tesoros –incluidos tantos bienes que podrían hacer falta a otros pueblos que se mueren de hambre– y haga caer las barreras y que fluya ininterrumpidamente la caridad entre una tierra y otra, como un torrente de bienes espirituales y materiales.»Esperemos que el Señor componga un orden nuevo en el mundo: Él, el único capaz de hacer de la humanidad una familia y de cultivar la diversidad entre los pueblos para que en el esplendor de cada uno puesto al servicio de los demás, resplandezca la única luz de vida que embellece la patria terrenal y la convierte en antesala de la Patria eterna»1. FABIO CIARDI 1 «María, reina del mundo»: C. LUBICH, Pensamientos (1961), en Escritos espirituales/1, Ciudad Nueva, Madrid 1995, pp. 211-213. Cf. también ID., La doctrina espiritual, Madrid 2002, pp. 300-301.