Confiar en Dios
Confiar en Dios
Confiar en Dios
La nostalgia es un sentimiento determinante para enfrentarse a los interrogantes morales, filosóficos y espirituales del ser humano. Etimológicamente significa “dolor del retorno”, en un sentido a veces indeterminado porque no siempre se refiere a un pasado hecho de lugares, personas o acontecimientos concretos, sino más bien a una emoción profunda que nos hace anhelar algo bello, justo y universal, como si, en el fondo, supiéramos que formamos parte de ello o que estamos llamados a ello.
El tema del exilio atraviesa la historia del pensamiento humano: el viaje de Ulises (“La Ilíada y la Odisea” de Homero) es un viaje que remite al infinito porque siempre queda inacabado, pero conlleva una experiencia de sabiduría.
(…)
“Ten siempre a Ítaca en tu mente. Llegar allí es tu destino. Mas no apresures nunca el viaje. Mejor que dure muchos años (…) Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado. Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, entenderás ya qué significan las Ítacas.”[1]
Cada relato de exilio, desde las civilizaciones más antiguas hasta nuestros días, plantea preguntas existenciales fundamentales no solo para su tiempo: ¿existe un “hilo” que dé sentido a la historia? Esta pregunta también puede formularse a nivel personal: ¿Qué sentido tiene lo que estoy viviendo o lo que he vivido? ¿Por qué el mal, el dolor, la muerte? Son cuestiones no siempre expresadas, pero profundamente presentes en las investigaciones más recientes sobre las necesidades auténticas de los jóvenes. A menudo, la nostalgia del infinito se describe como melancolía, soledad del alma, búsqueda de un por qué.[2].
Y sin embargo estos interrogantes tienen dificultades para emerger: estamos distraídos por cosas que nos suceden, por las mil preocupaciones que nos atenazan el alma, por pensamientos que nos importunan. Tal vez no nos detenemos lo suficiente para descubrir a nuestro alrededor pequeñas respuestas que podrían ser un faro que nos ayude a no perder el sentido de nuestro camino.
Intentemos, entonces, buscar de todas las maneras posibles esas oportunidades -en tiempos y espacios de escucha, con reflexiones compartidas- y junto a quienes viajan con nosotros en el camino de la existencia: nuestra comunidad, nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo, tratemos de trabajar, de confrontarnos sin perder la confianza en que las cosas pueden cambiar para mejor. También nosotros nos sentiremos transformados.
En las comunidades cristianas de todo el mundo, este mes se celebra la Pascua. El mensaje de los “tres días” es profundo y sigue interpelando a todas las personas capaces de hacerse preguntas y de dialogar[3]. El misterio del dolor, la capacidad de “permanecer” en las heridas de la humanidad, la fuerza de recomenzar son valores presentes en cada corazón y acompañan nuestro viaje a través de los desiertos guiando la historia y nuestra vida.
© Foto da StockSnap/Pixabay
LA IDEA DEL MES, es elaborada por el “Centro para el diálogo con personas de convicciones no religiosas” del Movimiento de los Focolares. Se trata de una iniciativa nacida en 2014 en Uruguay para compartir con amigos no creyentes los valores de la Palabra de Vida que es la frase de la Escritura que los miembros del Movimiento se esfuerzan por poner en práctica en su vida cotidiana. Actualmente LA IDEA DEL MES es traducida a 12 idiomas y se distribuye en más de 25 países, con adaptaciones del texto según las diferentes sensibilidades culturales.
[1]Konstandinos P. Kavafis. Poesie, Mondadori, Milano 1961
[2]Istituto Giuseppe Toniolo: Cerco, dunque credo? (Vita e Pensiero, 2024) cura di R. Bichi e P. Bignardi
[3]Convegno Internazionale “Il senso nel dolore?” (Castel Gandolfo, 2017) https://www.cittanuova.it/senso-neldolore/?ms=006&se=007
El exilio en Babilonia y la destrucción del templo de Jerusalén habían provocado en el pueblo de Israel un trauma colectivo y les había planteado un interrogante teológico: ¿sigue estando Dios con nosotros, o nos ha abandonado? El fin de esta parte del libro de Isaías es ayudar al pueblo a entender lo que Dios está obrando, a fiarse de Él y así poder volver a la patria. Y precisamente en la experiencia del exilio es donde se revela el rostro de Dios creador y salvador.
“Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?”.
Isaías recuerda el amor fiel de Dios por su pueblo. Su fidelidad se mantiene constante incluso durante el tiempo dramático del exilio. Aunque las promesas que había hecho a Abrahán se ven inalcanzables y el pacto de la Alianza pasa por momentos críticos, el pueblo de Israel sigue siendo un lugar especialmente privilegiado de la presencia de Dios en la historia.
El libro profético aborda preguntas existenciales, fundamentales no solo para aquel tiempo: ¿quién lleva las riendas del discurrir y del sentido de la historia? Esta pregunta se puede plantear también a título personal: ¿quién tiene en mano el destino de mi vida? ¿Qué sentido tiene lo que estoy viviendo o lo que he vivido?
“Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?”.
Dios actúa constantemente en la vida de cada uno, haciendo «algo nuevo». Si no siempre nos damos cuenta de ello o conseguimos entender su sentido y su alcance es porque aún son brotes o porque no estamos dispuestos a reconocer lo que Él está obrando. Distraídos por cosas que nos suceden, por las mil preocupaciones que nos atenazan el alma, por pensamientos que nos importunan, quizá no nos paramos suficientemente a observar esos brotes, que son la certeza de su presencia. Él nunca nos ha abandonado, y crea y recrea una y otra vez nuestra vida.
«Nosotros somos ese “algo nuevo”, la “nueva creación” que Dios ha engendrado. […] No sigamos mirando al pasado añorando todo lo bello que nos ha sucedido o lamentando nuestros fallos: creamos con fuerza en la acción de Dios, que puede seguir realizando algo nuevo» .[1].
“Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?”.
Junto con quienes comparten con nosotros el camino de nuestra existencia, nuestra comunidad, los amigos y los compañeros de trabajo, hagamos la prueba de trabajar, compartir y no perder la confianza de que las cosas pueden cambiar a mejor.
2025 es un año especial porque la fecha de la Pascua ortodoxa coincide con la de las otras denominaciones cristianas. Que este acontecimiento, la fiesta de la Pascua común, pueda ser un testimonio de la voluntad de las Iglesias por continuar dialogando sin descanso para afrontar juntos los desafíos de la humanidad y promover acciones conjuntas.
Preparémonos, pues, a vivir este tiempo pascual con alegría plena, fe y esperanza. Así como Cristo ha resucitado, también nosotros, después de haber atravesado nuestros desiertos, dejémonos acompañar en este viaje por Aquel que guía la historia y nuestra vida.
Patrizia Mazzola y el equipo de la Palabra de vida
©Foto di Adina Voicu da Pixabay
[1] Cf. C. LUBICH, Palabra de vida, marzo 2004: Ciudad Nueva n. 407 (2004/3), p. 23
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