Movimiento de los Focolares
“¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo?” (Lc 6,41).

“¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo?” (Lc 6,41).

Jesús desciende de la montaña tras una noche de oración y elige a sus discípulos. Al llegar a una llanura les dirige un largo discurso que comienza con la proclamación de las Bienaventuranzas.

En el texto de Lucas, a diferencia del Evangelio de Mateo, son solo cuatro y se refieren a los pobres, los que tienen hambre, los que sufren y los afligidos, con el añadido de otras tantas advertencias a los ricos, los hartos y los arrogantes [1]. Jesús convierte esta predilección de Dios por los últimos en su misión cuando, en la sinagoga de Nazaret [2], afirma que está lleno del Espíritu del Señor y que trae a los pobres la buena nueva, la liberación a los cautivos y la libertad a los oprimidos.

Luego continúa exhortando a sus discípulos a amar incluso a los enemigos [3]. un mensaje que encuentra su motivación última en el comportamiento del Padre celestial: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo” (Lc 6,36).

Esta afirmación es también el punto de partida de lo que sigue: “No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados, perdonad y seréis perdonados” (Lc 6,37).
Luego, Jesús amonesta mediante una imagen intencionadamente disparatada:

“¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo?”

Jesús conoce nuestro corazón de verdad. ¡Cuántas veces en la vida de todos los días hacemos esta triste experiencia! Es fácil criticar –y con rigor– errores y debilidades en un hermano o en una hermana, sin tener en cuenta que de ese modo nos atribuimos una prerrogativa que corresponde solo a Dios. La cuestión es que para “sacarnos la viga“ del ojo nos hace falta esa humildad que nace de ser conscientes de que somos pecadores que necesitan continuamente del perdón de Dios. Solo quien tiene la valentía de darse cuenta de su propia “viga“, de aquello de lo que tiene que convertirse, podrá entender sin juzgar y sin exagerar las fragilidades y flaquezas propias y de los demás.

Sin embargo, Jesús no invita a cerrar los ojos y dejar correr las cosas. Él quiere que sus seguidores se ayuden mutuamente a avanzar por el camino de una vida nueva. También el apóstol Pablo pide con insistencia que nos preocupemos de los demás: de corregir a los indisciplinados, confortar a los pusilánimes, sostener a los débiles y ser pacientes con todos[4]. Solo el amor es capaz de un servicio semejante.

“¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo?”

¿Cómo poner en práctica esta Palabra de Vida?

Además de lo que ya hemos dicho, empezando por este tiempo de Cuaresma, podemos pedirle a Jesús que nos enseñe a ver a los demás como Él los ve, como Dios los ve. Y Dios ve con los ojos del corazón, porque su mirada es una mirada de amor. Luego, para ayudarnos mutuamente, podríamos restablecer una práctica que fue determinante para el primer grupo de chicas de los Focolares en Trento.

“En los inicios –cuenta Chiara Lubich a un grupo de amigos musulmanes– no siempre era fácil vivir la radicalidad del amor. […] También entre nosotras y en nuestras relaciones podía depositarse algo de polvo, y la unidad podía languidecer. Esto ocurría, por ejemplo, cuando nos dábamos cuenta de los defectos e imperfecciones de los demás y los juzgábamos, de modo que la corriente de amor recíproco se enfriaba. Para reaccionar ante esta situación se nos ocurrió un día sellar un pacto entre nosotras, y lo llamamos ‘pacto de misericordia’. Decidimos, cada mañana, ver nuevo al prójimo con el que nos encontrásemos –en casa, en clase, en el trabajo, etc.– y no recordar en absoluto sus defectos, sino cubrirlo todo con el amor. […] Era un compromiso fuerte, que asumimos todas juntas y que nos ayudaba a ser siempre las primeras en amar, a imitación de Dios misericordioso, el cual perdona y olvida” [5].

Augusto Parody Reyes y el equipo de la Palabra de vida


[1]Cf. Lc 6, 20-26

[2]Cf. Lc 4, 16-21

[3]Cf. Lc 6, 27-35

[4] Cf. 1 Ts 5, 14

[5] C. LUBICH, «El amor al prójimo», Charla con un grupo de musulmanes, Castel Gandolfo 1-11-2002. Cf. El amor recíproco, Ciudad Nueva, Madrid 2013, pp. 109-110.

©Fotos – Yan Krukov-Pexels

Mirarnos sin juzgar

Mirarnos sin juzgar

Parece evidente que estamos hechos para la relación. De hecho, toda nuestra vida está
entrelazada de relaciones. Pero a veces corremos el riesgo de dañarlas con juicios duros y superficiales.

A] lo largo de la historia encontramos múltiples imágenes que ya forman parte del lenguaje común. Por ejemplo, en la tradición antigua encontramos una expresión muy conocida que dice: “¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no te das cuenta de la viga que está en el tuyo?”[1]; igualmente proverbial es la imagen de las dos alforjas: una delante de los ojos, con los defectos de los demás, que vemos fácilmente, y la otra en la espalda, con nuestros defectos, que por lo tanto nos cuesta reconocer [2] y como dice el proverbio chino, “el hombre es ciego a sus propios defectos, pero tiene ojos de águila para los de los demás”.

Esto no significa aceptar lo que sucede indiscriminadamente. Ante la injusticia, la violencia o el abuso no podemos cerrar los ojos. Es necesario comprometerse con el cambio, comenzando por mirarnos antes que nada a nosotros mismos, escuchando con sinceridad nuestra propia conciencia para descubrir qué debemos mejorar. Solo así podremos preguntarnos cómo ayudar concretamente a los demás, incluso con consejos y correcciones.

Se necesita “otro punto de vista” que me ofrezca una perspectiva diferente a la mía,
enriqueciendo mi ‘verdad’ y ayudándome a no caer en la autorreferencialidad y en esos
errores de valoración que, en el fondo, forman parte de nuestra naturaleza humana.

Hay una palabra que puede parecer antigua, pero que se enriquece con significados
siempre nuevos: misericordia, que debemos vivir, en primer lugar, hacia nosotros mismos y luego hacia los demás. De hecho, solo si somos capaces de aceptar y perdonar nuestros propios límites podremos acoger las debilidades y los errores de los demás. Es más, cuando nos damos cuenta de que inconscientemente nos sentimos superiores y con derecho a juzgar, se vuelve indispensable estar dispuestos a dar “el primer paso” hacia el otro para evitar que la relación se deteriore.

Chiara Lubich cuenta a un grupo de musulmanes su experiencia en la pequeña casa de
Trento, donde comenzó su aventura con sus primeras compañeras. No todo era sencillo y no faltaban las incomprensiones: “No siempre era fácil vivir la radicalidad del amor. […] También entre nosotras y en nuestras relaciones, podía depositarse algo de polvo, y la unidad podía languidecer. Esto ocurría, por ejemplo, cuando nos dábamos cuenta de los defectos e imperfecciones de los demás y los juzgábamos, de modo que la corriente de amor recíproco se enfriaba. Para reaccionar ante esta situación se nos ocurrió un día sellar un pacto entre nosotras, y lo llamamos «pacto de misericordia». Decidimos, cada mañana, ver nueva a la persona que encontráramos —en casa, en clase, en el trabajo, etc.— sin recordar en absoluto
sus defectos, cubriéndolo todo con amor. […]“[3].
Un verdadero “método” que vale la pena poner en práctica en los grupos de trabajo, en la familia y en las asambleas de cualquier tipo.

© Foto di Cottonbro studioPexels


LA IDEA DEL MES, está elaborada por el “Centro para el diálogo con personas de convicciones no religiosas” del Movimiento de los Focolares. Se trata de una iniciativa nacida en 2014 en Uruguay para compartir con amigos no creyentes los valores de la Palabra de Vida que es la frase de la Escritura que los miembros del Movimiento se esfuerzan por poner en práctica en su vida cotidiana. Actualmente LA IDEA DEL MES es traducida a 12 idiomas y se distribuye en más de 25 países, con adaptaciones del texto según las diferentes sensibilidades culturales. dialogue4unity.focolare.org


[1] (Lc 6,41)

[2] Esopo (μῦθοι) , Fedro (Fabulae)

[3] C. Lubich, L’amore al prossimo, Conversazione con gli amici musulmani, Castel Gandolfo, 1° novembre 2002. Cf. C. Lubich, L’Amore reciproco, Città Nuova, Roma 2013, pp. 89-90.