Un centro, promovido por un grupo de voluntarias del Movimiento de los Focolares, en Duala, acoge a chicas víctimas de la explotación, violencia y abusos y ofrece itinerarios de formación integral y profesional. “Miramos a nuestro alrededor y probamos una sensación de dolor e impotencia ante las dramáticas situaciones en las que viven las adolescentes de algunas zonas de la ciudad, nos preguntamos qué podíamos hacer”. Con estas palabras Albine Essene, de Duala (Camerún), explica la chispa inspiradora que la llevó a ella y a un grupo de voluntarias de los Focolares, a comprometerse a favor de las chicas que caen víctimas de la explotación, la violencia y los abusos hasta perder la vida, y a abrir en 1998 el centro social HUPJEFI (Halte Utile Pour Jeunes Filles), en Duala (Camerún). “Son muchas las adolescentes –continua- que pasan las noches por las calles, sobre todo delante de los hoteles y los restaurantes, obligadas a prostituirse para obtener un dinero que les garantice su sobrevivencia. Muchas de ellas son menores de edad, por lo tanto se trata de auténticos abusos”. ¿Cómo iniciaron? “Una noche, una de nosotros junto con su esposo, se detuvo para conocer a una de estas chicas y después la acogió en su casa. Posteriormente se puso en contacto con los papás de la chica para hacer que volviera a la familia. Este episodio despertó en mi corazón muchos interrogantes: ¿Cómo podíamos seguir en contacto? ¿Cómo podíamos ayudar a otras chicas? Era necesario un centro que las acogiera y pudiera ofrecerles una formación integral. Entre nosotros hicimos una comunión de bienes: alguno puso a disposición la casa, otro ofreció hacerse cargo de las chicas, otro puso a disposición su tiempo para recopilar informaciones de asistentes sociales, otros ofrecieron dinero. La primera sede se abrió en el centro de la ciudad, donde la prostitución está muy difundida. Empezamos con dos chicas, pero poco después el centro estaba repleto. Después creamos otros tres centros para chicas de los 14 a los 22 años. Nuestro trabajo consiste en escucharlas, hacernos cargo de su desarrollo intelectual y social, también organizamos sesiones de formación a la afectividad y a la sexualidad a través del programa EVA (Educación a la vida y al amor). Después creamos un centro de formación profesional con cursos de escritura, derecho comercial, corte y costura,… son todas actividades que tienen como fin su inserción social. Somos el único centro en el país que ofrece una formación integral”. En estos años han encontrado a tantas chicas, más de 300. ¿Hay alguna historia que recuerdas en forma especial? “Tengo muchas en mi corazón. Recuerdo una chica que nos confió que tenía problemas de relación con su madre. Por eso había decidido casarse con el chico que estaba frecuentando. Le preguntamos si lo amaba y le explicamos que el matrimonio era una decisión importante, no una fuga de los problemas. Nos escuchó sin decir nada. Al día siguiente, en una carta, nos explicó que no amaba al chico. Una semana después regresó para agradecernos, había encontrado la fuerza para dejar a su novio y le había pedido perdón a la madre, entre ellas había regresado la paz. ‘Ahora me siento libre’, nos dijo. Otra, en cambio, había empezado a llegar cada vez más tarde, nos explicó que, todos los días, antes de venir al centro, frecuentaba a un chico que su familia no conocía. Él le había hecho muchas promesas. La pusimos en guardia sobre el hecho de que algunos hombres se aprovechan de la debilidad económica de las chicas para abusar de ellas. Y tratamos de entender si había valorado las consecuencias de este tipo de encuentros (traumas, enfermedades de transmisión sexual, embarazos indeseados…). Si el chico tenía buenas intenciones, tenía que presentarse a sus padres. Nos escuchó. Poco después terminó la relación con el hombre. Empezó a frecuentar un centro profesional de costura, pero también allí encontró dificultades. No teniendo otro medio de transporte iba siempre a pie, hasta que conoció a un hombre que, al principio, se ofreció a acompañarla, pero después empezó a citarla en bares o en hoteles. Sintiéndose en peligro regresó a nuestro centro para pedir ayuda. Hoy es muy apreciada por todos los profesores de la escuela que frecuenta y se está preparando para hacer los exámenes finales del curso”.
Anna Lisa Innocenti
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