«¡Qué alegría! Hace poco volvi a hablar con Jacopo, Gianluca, Alessandro, Alberto, Matilde, Jenny…. ¡y muchos otros! Y recordé los lindos momentos que pasamos juntos en el último encuentro de Loppiano y de otras experiencias que hicimos. ¡Espero poderlos ver pronto! Siento un gran deseo, es más, siento la necesidad de estar un poco en comunión con ellos. ¿Quieren saber quiénes son estas personas que nombré? Tienen razón, no les hablé todavía de ellas. Son religiosos y religiosas de muchos carismas distintos con los que estoy en comunicación constantemente, con quienes tengo una gran amistad que siempre me colma el corazón» El que habla en la Asamblea general de los Focolares, realizada en el pasado mes de septiembre, es Alessandro, un joven religioso que comparte con otros, jóvenes como él, la espiritualidad de la unidad. El encuentro al que Alessandro se refiere es el que tuvo lugar en la ciudadela de Loppiano a fines de abril del año pasado. En esa ocasión, un centenar de jóvenes consagradas y consagrados, procedentes de 36 naciones y pertenecientes a 56 familias religiosas, se reencontraron bajo el lema: ¡Sí! ¡Elegimos el Evangelio!. Un encuentro preparado con entusiasmo, con vistas al año 2015 que será dedicado a la vida consagrada, pero también como etapa de un camino que, más allá de la diversidad de los carismas, es compartido por muchos que se dispusieron a seguir el Evangelio. La presencia del Card. Braz de Avis, Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las sociedades de vida apostólica, manifestaba la importancia del encuentro. En aquella ocasión, “Don Joao”, como le gusta que lo llamen, había afirmado que “el Papa los ama y nuestra Congregación es la casa de ustedes”. «El Señor nos reunió – continúa Alessandro-, haciéndonos experimentar la alegría de donarnos nuestros carismas el uno al otro. Fue lindísimo y respondió a una exigencia nuestra profunda: la de poder dialogar sobre cosas sencillas, concretas, sobre las cosas cotidianas de nuestra vida, con otros jóvenes consagrados. Nos dimos cuenta también de que atravesamos por los mismos momentos de dificultades y de oscuridad y nos contamos cómo logramos superarlos. Compartir estas experiencias para vivirlas juntos fue como respirar hondo, abrir la ventana del corazón no sólo sobre nuestro carisma sino sobre toda la iglesia, más bien, sobre el mundo entero. Esta mirada universal –concluye el joven religioso- ¡nos permitió volar alto!». Su testimonio parece evocar todo lo que el Papa Francisco afirmó en la audiencia general del 1º de octubre pasado, en la plaza de San Pedro: «Los distintos carismas no deben ser motivo de envidia o de división, de celos, porque en la comunidad cristiana precisamos uno del otro y cuando la Iglesia, en la variedad de sus carismas, se expresa en comunión, no se puede equivocar».
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