Dic 15, 2017 | Focolare Worldwide
«Por más que África sea rica, existen otros que parecen beneficiarse más que África de sus riquezas. Al conceder contratos y hacer concesiones para la extracción de minerales a las multinacionales por ejemplo, existe un juego de intereses, en los cuales ‘los beneficios’ y los ‘compromisos’, ‘los arreglos’ y ‘los agradecimientos’ tienen como consecuencia la explotación del país productor, sin un verdadero aumento del nivel de vida de las poblaciones» Raphael Takougang, abogado camerunés de Comunión y Derecho, delinea con fuertes pinceladas el cuadro de la realidad que se vive hoy en África: «La corrupción en África no es sólo obra de ciudadanos individuales, es sobre todo, un modo consolidado con el cual las potencias económicas “crean” y sostienen a políticos déspotas con tal de que estén dispuestos a proteger sus intereses, con la complicidad silenciosa dela comunidad internacional». Los que pagan son siempre los más pobres. Takougang no se limita sólo a hacer denuncias, al contrario, a pesar de todo se manifiesta optimista «porque está naciendo una nueva generación de líderes políticos en África que ha comprendido que tendrá que ser principalmente el ciudadano quien controle la acción de quien lo gobierna para asegurar la defensa de los derechos fundamentales de los pueblos africanos a la vida, a la educación, a la salud, al bienestar espiritual y material». Patience Lobé, ingeniera – responsable mundial de las voluntarias, quienes, junto con los voluntarios animan Humanidad Nueva – durante todo su mandato como dirigente en el Ministerio de Obras Públicas en Camerún recibió pesadas amenazas: «Para la concepción africana de la solidaridad cualquier persona necesitada debe sentirse satisfecha en sus necesidades. . Por este motivo pasaban continuamente personas por mi oficina, algunos para pedir trabajo, otros para pedir apoyo económico. Durante mi permanencia como responsable en esa oficina no hubo un día en el cual no hubiera sido tentada o amenazada. La corrupción es un virus difundido, contagioso, difícil de extinguir. Como todos los virus hay una vacuna que sirve para poderlo debilitar. La vacuna podría estar representada por un verdadero cambio de mentalidad: la educación a una cultura distinta de la consumista, que encuentra en la posesión de los bienes y en recorrer el tener como único camino hacia la felicidad».
Del mismo modo, no es fácil comenzar a abrir caminos y buenas prácticas en el campo de la lucha contra la ilegalidad en la gestión del dinero público. Françoise, funcionaria francesa en el Ministerio de Finanzas, cuenta: «Por la variedad de las situaciones, de los servicios públicos y de las cuestiones que debo tratar, no es siempre fácil mantener el discernimiento, defender la legalidad, sostener las buenas prácticas de gestión o simplemente ser coherente con los principios de honestidad (también intelectual), rectitud, cooperación y solidaridad con los colegas. Pero la experiencia de trabajo en el correr de los años me ha confirmado, que, cada vez que fui fiel a estos valores, descubrí siempre nuevos horizontes, nuevos modos de actuar, las situaciones se resolviendo y la unidad entre instituciones y personas fue posible». Paolo, dirigente Municipal de una gran ciudad italiana, agrega: «No debemos olvidar que como empleados públicos nuestra función primaria es la dedicarnos al bien de la comunidad en todos sus aspectos, asumiendo el peso de las responsabilidades que deriven de esta actitud. Cada acción debe realizarse conforme a principios y valores sin los cuales no se puede vivir juntos, de tal manera que favorezcan el bienestar y el progreso humano de todos los ciudadanos». Lucha contra la corrupción, por lo tanto, pero no sólo esto. Difundir buenas prácticas, respetar los derechos del ciudadano y de sus necesidades, pero también acogida, capacidad de ponerse a trabajar en red con otras instituciones: son es éstos los grandes desafíos para quienes trabajan en la Administración Pública. Los participantes en el Congreso están convencidos de esto e hicieron suyo este procedimiento para continuar llevando adelante cada día. Son semillas de una cultura de la legalidad que fructificará, sin hacer ruido, en su propio país.
Dic 14, 2017 | Focolare Worldwide
Nací en Bérgamo (Italia), soy la mayor de 4 hijos de una linda familia con sólidas raíces cristianas. Cuanto tenía 17 años, iba a la escuela superior y estaba comprometida en la parroquia. Me apasionaba el estudio, dedicarme a los demás, los paseos a la montaña. Tenía muchos amigos y una experiencia de fe rica. Era, como se decía entonces, “una buena muchacha”, sin embargo… me faltaba algo. Buscaba algo todavía más grande, bello, auténtico. Italia atravesaba años difíciles marcados por los atentados de las Brigadas Rojas y por la crisis laboral. Mi papá, metal-mecánico, primero se había tenido que acoger al subsidio estatal porque le habían reducido el horario laboral y, después perdió definitivamente el trabajo. Yo sentía un fuerte el dolor ante las injusticias, ante las contraposiciones sociales, me atraía el compromiso político para renovar la sociedad. Transcurría horas hablando con mis amigos, confrontándonos en debates que, sin embargo, me dejaban vacía por dentro.
Un día Anita, una chica de la parroquia, nos invitó a mí y a mi hermana al Genfest que se iba a realizar en Roma. Nos dijo que nos encontraríamos con miles de jóvenes de otros países y también con el Papa. Anita tenía algo especial. Una alegría sincera brillaba en sus ojos, y como ella, otras personas de la parroquia –el sacerdote, dos catequistas, un seminarista- parecía que tenían un secreto: estaban siempre abiertos a todos, disponibles, eran capaces de escuchar en forma auténtica. Con una buena dosis de inconciencia, mi hermana y yo partimos con un centenar de jóvenes de la parroquia a Roma, al Genfest. Debido a un accidente llegamos tarde al estadio Flaminio, y nos tocó ubicarnos en la parte alta de las graderías, en la parte descubierta y lejos del palco donde ondeaba un escrito: “Por un mundo unido”. Llovía sin parar y estaba empapada. Empecé a preguntarme cómo se me había ocurrido emprender una aventura de este tipo. Pero enseguida unos jóvenes suizos que estaban sentados unas gradas más debajo de las nuestras, nos pasaron una lona para que nos reparáramos de la lluvia, nos ofrecieron comida y nos prestaron binoculares para poder seguir mejor el programa. Hablábamos idiomas distintos, pero nos entendimos enseguida: experimenté la gratuidad del amor y una gran acogida. En la gramilla del estadio, a pesar de la lluvia, se alternaban coreografías coloridas. Me parecía que había entrado en otra dimensión. 40.000 jóvenes llenos de entusiasmo que llegaban de todas partes de la Tierra, que daban testimonio del Evangelio vivido realmente.
Después subió al palco una pequeña mujer de cabello blanco. Era Chiara Lubich. La veía por el binocular. Apenas empezó a hablar, el estadio hizo profundo silencio. Escuchaba absorta, más por su tono de voz y por la convicción que emanaba que por sus palabras. Tenía una potencia que contrastaba con su figura frágil. Hablada de un “momento de Dios”, y a pesar de que hizo referencia a las divisiones, fracturas y desunidades de la humanidad, anunciaba un gran ideal: el de un mundo unido, el ideal del Jesús. Nos invitaba a llevar lo divino a la sociedad, al mundo, mediante el amor. Su intervención duró pocos minutos. Yo me sentía como aplastada por una conmoción que nunca había experimentado. Tenía el rostro húmedo por las lágrimas. Salí de ese estadio caminando entre el río de jóvenes, con la profunda convicción de que –desde ese momento en adelante- ningún acontecimiento doloroso o difícil me podría destruir: ¡el mundo unido es posible y yo tengo la maravillosa posibilidad de construirlo con mi vida! ¡Había encontrado! Quería vivir como Chiara, como esos jóvenes con quienes había estado esa tarde, tener una fe como la de ellos, su misma vivacidad, su misma alegría.
A la mañana siguiente, en la Plaza San Pedro, tuvo lugar el fascinante encuentro con Juan Pablo II. Durante el viaje de regreso, yo –que era timidísima- bombardeé de preguntas a las Gen: ¡quería saber todo de ellas! Empecé a frecuentarlas en mi ciudad. Las Gen me hablaron de su secreto, un amor sin condiciones a Jesús Abandonado en cada pequeño o gran dolor en nosotros o a nuestro alrededor. Comprendí que se trataba de una experiencia de Dios, radical, sin medias tintas; que Él me invitaba a darLe todo, a seguirlo. Me vino un temor grandísimo pues para mí se trataba de TODO o NADA. En los meses sucesivos al Genfest, no faltaron los sufrimientos y dolores fuertes. Pero la vida que había emprendido con las Gen, el poderle dar un sentido al dolor, la unidad entre nosotras hecha de amor concreto, de comunión, me ayudó a seguir adelante, más allá de cada obstáculo, en una aventura extraordinaria que me dilató el corazón. Experimenté que, con Dios en medio nuestro, todo es posible y la realidad de la familia humana que había soñado era posible. Patrizia Bertoncello
Dic 13, 2017 | Focolare Worldwide
En la Escuela Loreto cada vez que empieza el año, nada es igual que antes. Sucede desde 1982, año de su fundación, porque es siempre distinta la procedencia de los núcleos familiares que la frecuentan. Así como son distintas las expectativas que los impulsan a venir a Loppiano. El ritmo de las lecciones se adapta a sus idiomas y culturas; el trabajo, que es parte integrante de la Escuela, se reacomoda; los momentos de fiesta se enriquecen con nuevos sonidos y colores.Los cursos, que están centrados en temas de familia bajo la orientación de la espiritualidad de la unidad, coinciden con el año escolar de los hijos que frecuentan las escuelas públicas vecinas. Japón, Corea, México, Brasil, Colombia, Italia-Argentina, Vietnam, son los países de las 8 familias del curso recién inaugurado. Los une un único deseo: crecer como familia en el amor recíproco del Evangelio. De hecho es ésta la única ley vigente en la ciudadela en la que estas familias quieren hacer una experiencia de inmersión total. “¿Por qué vinimos aquí?”, tratan de responder Indian Henke y Emilio de Pelotas (Brasil). “Para buscar lo esencial de la vida. No queríamos quedarnos en el círculo vicioso del lucro por eso, insertamos nuestra empresa en el proyecto de la EdC, vendimos el automóvil, les regalamos a los pobres la mitad de nuestra ropa y algunos electrodomésticos. Fue una revolución y, como consecuencia, nos vino un deseo irresistible de hacer una experiencia formativa juntos, con nuestros hijos”.
“Para venir – cuenta Bao Chau, vietnamita, papá de los niños – tuvimos que esperar cuatro años por motivos familiares. Estábamos a punto de retirar la inscripción, cuando, se disiparon las dificultades, y sentimos fuertemente que Dios nos esperaba en Loppiano. Estamos aquí desde el 2016. Debido al idioma, en el curso anterior no pudimos comprender todo. Por eso pensamos quedarnos otro año. Hice la solicitud a mi jefe, les pedí a mis hermanos si me podían ayudar con el préstamo de la casa e hice la solicitud a los responsables de la Escuela. Después de casi dos meses, finalmente todas las respuestas fueron afirmativas”. “Estamos felices de quedarnos – agrega la esposa de Bao Vy – para aprender más profundamente la vida del Evangelio y, regresando, compartir con las familias de Vietnam, creciendo juntos en el amor cada día”. “Venimos de Corea y ella es nuestra hija María Grazia de 13 años”. Así se presentan Irema y Michele, quienes fueron docentes de un Instituto que hace unos quince años fundó Michele para responder a la general exigencia de una mejor preparación universitaria. “De los diez estudiantes con los que empezamos –cuentan– en tres años las inscripciones llegaron a mil. El trabajo nos exigía cada vez más y nuestro proyecto de construir una familia unida y armoniosa empezó a resentirse” Después de una profunda comunión entre ellos, a principios de junio surgió la decisión de vender y buscar otro trabajo. Después a Michele le surgió una idea: “¡Si vendemos el Instituto y vamos a Loppiano por un año!”. Era la propuesta que Irema le había hecho cuando estaban recién casados, pero entonces no era realizable. “Teníamos que lograr vender antes de las vacaciones. Rezamos mucho y el último sábado de junio se vendió el Instituto. ¡Realmente Dios nos quería aquí!”.
También componen este multiforme mosaico internacional, Francesca (34), italiana, y Roberto (37) argentino de Córdoba. “Después de varias experiencias vividas en otros países –ahora somos residentes en Italia, en Loreto. En nuestro itinerario familiar, hasta ahora breve pero intenso, no han faltado las dificultades: los contextos familiares distintos, algunos hechos externos a nosotros y nuestra forma, diferente, de reaccionar nos han obstaculizado, pero el amor y la voluntad de construir una familia sana y abierta son fuertes. Así maduró la decisión de venir a la Escuela Loreto con Isabel (3 años), para aprender a dar la justa prioridad a cada cosa y crecer como personas y como padres. Viviendo la comunión y el intercambio con los demás, y así quizás un día ser también nosotros testigos del Evangelio en el mundo”. Ver el Video
Dic 12, 2017 | Focolare Worldwide
Una emergencia continua, pero también solidaridad y el deseo de abandonar el lugar. En Venezuela, hay un difícil cuadro socio político. La inflación está por las nubes, el aumento persistente del número de personas en estado de pobreza extrema, para muchos la falta de lo más necesario, enfrentamientos violentos. En Cuba y en Puerto Rico, después del paso del huracán, hay una difícil reconstrucción, el éxodo de millares de personas, falta la electricidad, de agua potable y comunicaciones. Sin embargo, también en medio de estas dificultades extremas, no falta la vitalidad del pueblo caribeño y la voluntad de recomenzar. María Augusta y José Juan, de la comunidad de los Focolares de la zona del Caribe, cuentan: «La situación general en Venezuela es muy dolorosa, por la falta de comida, medicinas, por la impotencia y la precariedad cada vez mayor y, además, también por el continuo éxodo de personas que dejan el país. La lista de nuestros amigos que ya se fueron, y de otros que se están preparando para irse, es larga. No obstante esto, debemos “permanecer al pie de la cruz”, en medio de tanto dolor, con la esperanza en la Resurrección, que ya vemos encarnada en las personas, en su profundidad y en la solidaridad evangélica que los alienta» Ofelia, en nombre de la comunidad venezolana, cuenta: «No es fácil encontrar soluciones a los problemas que estamos viviendo, como la falta de comida, ropa y medicinas. Pero tenemos vivo en el corazón las palabras de Jesús “Den y se les dará”, que podemos vivir día a día. Si alguien no tiene nada para comer, compartimos el paquete de arroz o las medicinas y todo lo que nos llega de mil maneras. Y entre aquellos que tienen más necesidad circula todo, sin distinción. Cada uno piensa y tiene presente a los demás, la vida circula y la comunidad crece. En medio de la violencia y de la precariedad de cada día, la presencia de Jesús entre nosotros es como una llama que atrae y da esperanza»
María Augusta y José Juan también nos dan noticias sobre la situación de la comunidad de Cuba: «El fin de semana pasado, en Santiago, se realizó una Mariápolis con casi 200 personas, un signo de la vida que brota siempre nueva en medio de las dificultades que todos debemos enfrentar» Y con respecto a la comunidad de Puerto Rico dicen: «Como bien saben, se viven meses verdaderamente trágicos por los devastadores efectos del huracán que destruyó la isla. De allí recibimos continuos y conmovedores testimonios de amor evangélico y de solidaridad entre todos» Aquí algunos testimonios: «Van 56 días sin luz eléctrica y hay agua solo durante 30 minutos por día. No es fácil trabajar en la oficina con el gran calor, ¡pero se puede! La antorcha ilumina un poco, las botellas de agua se pueden poner al sol y a medio día ya hay un poco de agua tibia para lavarse. Por el calor tan fuerte… un abanico o un spray con agua y alcohol refresca un poco…» «Algunos jóvenes del Movimiento y de la Parroquia Inmaculado Corazón de María del pueblo Patillas, junto con los estudiantes del Colegio San Ignacio, distribuyeron alimentos a las comunidades más necesitadas. En total 237 bolsas de alimentos» «Mi experiencia en Palma Sola fue muy fuerte por la destrucción y la falta de todo. Ponerme al servicio, junto con mi familia, fue la cosa más linda que hice en mi vida» «Tenemos siempre algo para dar, evaluamos bien lo que necesitamos y ofrecemos el resto con alegría al que lo precisa» «Fuimos a la comunidad de Recio del “barrio” Guardarraya de Patillas. Era difícil llegar a causa de las calles destruidas por el huracán. Comenzando por la periferia donde la devastación fue total, sumando pobreza a la miseria que ya existía, hemos encontrado ancianos con rostro cansado y desalentados, personas con problemas de asma, úlceras en las piernas, diabetes (y el problema de cómo conservar la insulina en ausencia de la energía eléctrica), presión alta. Un niño tenía una alergia en la piel… Tratamos de volver a utilizar el antiguo acueducto comunitario para suplir la falta de agua» «En Gurabo tuvimos la posibilidad de conocernos mejor con nuestros vecinos, mientras los ayudábamos en sus necesidades» «Ir adelante y ponernos de pie no depende sólo del Gobierno, ni de los militares, ni de ayudas externas. Depende también de nosotros, de mí, de ti. ¡Juntos lo lograremos!”.
Dic 8, 2017 | Focolare Worldwide
La paz, el respeto de la dignidad y de los derechos de cada pueblo, el diálogo a todo nivel, son los objetivos altísimos dejados como herencia a los pueblos visitados por el Papa Francisco en su reciente viaje a Asia. En estos días están llegando algunos testimonios de la comunidad de los Focolares de Myanmar, quienes, junto a otros, han trabajado en la preparación de distintos aspectos y durante el desarrollo de este viaje: en las traducciones, el servicio de orden, la asistencia médica, la orquesta de las celebraciones. He aquí algunos: «La venida del Papa Francisco para nosotros ha sido la realización de un sueño. Se necesitó tiempo para que el estupor se transformara en conciencia de lo que realmente estaba sucediendo». «Las lágrimas corrían por las mejillas de los ancianos. Pero también los jóvenes , por más que sea difícil para ellos entender el alcance del evento, lo gozaron». Los católicos, una pequeña minoría del país, se sintieron animados: «Éramos una grey pequeña y aislada. Finalmente hemos visto de cerca a nuestro pastor. Ahora este pueblo ya no está al margen, sino bajo los reflectores del mundo. Finalmente ha sucedido algo de lo que estamos orgullosos. El Papa está en Myanmar». «No debemos tener miedo de nada».
Gennie trabaja con los “desplazados internos” (IDP, Internally Displaced Persons), es decir civiles que se han visto obligados a huir de las persecuciones, y a diferencia de los refugiados, no han atravesado una frontera nacional. En la mayoría de los casos, a la espera de una nueva esperanza de vida, no tienen ni asistencia ni protección. Después del paso del Papa Francisco, ha escrito: «Hoy esta esperanza se ha renovado. Personalmente mi esperanza está en el Amor, y de ahora en adelante está viva en mí». Desde su ciudad, Loikaw, capital del Estado de Kayah, un territorio montañoso en Myanmar oriental, el 28 de noviembre partió para Yangon, junto con un grupo de unas cien personas, provenientes de aldeas más alejadas del Estado. Viajaron en 5 microbuses. «Este viaje lo organizó nuestra parroquia. Ver al Papa era un sueño para nosotros. Salimos a las 9 de la mañana y nos esperaba un viaje de 10 horas. Estábamos llenos de entusiasmo, rezábamos y cantábamos. Tomamos un camino más corto, pero tortuoso, para poder llegar antes. EN cambio, uno de los microbuses tuvo problemas en el camino, y empleamos casi veinte horas para llegar, porque no queríamos dejar solos a nuestros compañeros. Ninguno se lamentó».
Eran casi las 5,30 de la mañana cuando llegó el grupo al Kyaikkasan Ground de Yangon, donde estaba por iniciar la Misa, seguida no sólo por la minoría católica, sino también por musulmanes, budistas y fieles de distintas religiones. «Nuestro grupo no pudo entrar, pero nos pusimos cerca de una de las entradas. A través del Papa, se sentía el amor de la Iglesia por los más pequeños. Entre toda la población se percibía un amor muy fuerte, no sólo entre los cristianos. El chofer del taxi que tomamos nos dijo que desde tempranas horas de la mañana transportaba gratuitamente a las personas que iban hacia el Estadio, pero también en los autobuses y en los trenes se podía viajar gratuitamente». Una joven budista, después de participar en la Misa, escribió: «También aquí me sentí en familia. Advierto la paz en lo profundo de mi corazón». Prosigue Gennie: «Es sorprendente el cambio en los criterios de quienes deben ser ahora, para nosotros, los “vip”: lo recuerda el Magníficat… ensalzó a los humildes, colmó de bienes a los hambrientos».
Debemos agradecer a todos por esta experiencia «a los Yangonianos, siempre pacientes con la multitud, a quienes prepararon este evento, pero sobre todo al Santo Padre que ha decidido venir a un país tan lejano. Es un alba nueva para Myanmar». Valentina es médico. Junto a los médicos del servicio sanitario prestó asistencia ininterrumpida: «Fue una ocasión que nos puso a todos juntos, sin fronteras. Nosotros médicos, católicos y no católicos, estábamos muy cansados, pero recibimos una “gracia”, la de lograr amar sin detenernos nunca». Jerome, en cambio, trabajó como traductor: «Para mí fue especialmente bello ver a los jóvenes a la espera desde primera hora de la mañana delante de la catedral de Saint Mary, en Yangon. Al terminar la misa el Papa se dirigió a nosotros, nos animó con fuerza a trabajar por la paz. Ahora me siento llamado a una mayor generosidad, a ser valiente y alegre, como nos ha pedido».
Dic 4, 2017 | Focolare Worldwide
Masaka, Campala, Entebbe, el Gran Lago Victoria. Es la geografía de los traslados de Henry en ‘su’ Uganda, la “perla de África”. Desde su pueblo nativo, a los estudios de Economía en la Universidad de la capital, hasta las orillas del lago más grande del continente. Un territorio tan vasto que puede contener más de tres mil islas. De aquí brotan las aguas del Nilo Blanco que desembocan en el río africano más largo, el Nilo. Todo tiene dimensiones grandiosas en Uganda: los parques, las selvas impenetrables, las reservas naturales. Los sueños de Henry son también grandes. «En Masaka, donde asistía a la Universidad, había notado que la gente no tenía nunca tiempo para cocinar»– Para resolver este problema Henry proyecta y comienza una empresa de productos basados en carne y pescado. Con tan solo 24 años, junto con otros dos coetáneos, Henry funda, en Entebbe, la “Sseruh Food Processing company Ltd”.
En otra parte del mundo, en Argentina, otro empresario, Gonzalo Perrín, ya desde hacía algunos años había encaminado la empresa, la Pasticcino, que produce galletitas para diversas cadenas de cafeterías y supermercados de café. Impulsado por el espíritu de la Economía de Comunión, Gonzalo se trasladó al Polo “Solidariedad” de la ciudadela “Mariápolis Lia”, promoviendo, con su actividad, una cultura orientada a los valores de la reciprocidad, de la atención a las personas carenciadas y al ambiente. Pasaron dos años desde que, en junio de 2015, Gonzalo viajó a Masaka, en ocasión de una visita a la comunidad africana. Henry, que en esa época era un estudiante de 22 años, era un empresario “novato”. Pero Gonzalo intuyó que su proyecto poseía todos los componentes para transformarse en un buen “business”: la idea, la atención por los detalles, la calidad del producto.
Lo que más le asombraba a Gonzalo era el proyecto del empaquetamiento, realizado con materiales simples, pero con la creatividad y responsabilidad de alguien que tiene la vena empresarial. Fueron suficientes pocos minutos para convertirse en amigos. « No olvidaré nunca la visita al pueblo de Henry- recuerda Gonzalo-. El calor y la alegría de su gente, la maravillosa acogida con el sonar de los tambores que, habían preparado para nuestra pequeña delegación de amigos argentinos; y el abrazo, porque el verdadero encuentro se produce con el abrazo» Para sellar ese encuentro Gonzalo se sacó su pañuelo y lo anudó en el cuello de Henry: «Cuando hayas terminado los estudios, te espero en Argentina». Ese momento llegó. El verano pasado Henry se encontró con Gonzalo. Cuenta: _ «Después de haber enfrentado todos los obstáculos para obtener la visa, finalmente subí al avión. Después de un viaje de 21 horas, en el aeropuerto de Ezeiza, a las 3.30 de una fría noche de invierno, encontré a mi amigo Gonzalo esperándome». Era una oportunidad única para Henry, que acompañó a Gonzalo a las reuniones con los clientes y en las diversas fases del trabajo. «Como empresario, conocí muchos aspectos de la industria alimenticia y pude apreciar los sacrificios necesarios para concretar una empresa motivada por el ideal». El joven ugandés en Argentina descubrió el asado – presente en todas las ocasiones de encuentro con cada familia”- el mate- “muy cercano a los ritos sociales de la cultura africana, en particular en la zona de Bugana, donde los granos de café se comparten como signo de unidad”-, el típico saludo hola- para mi casi un signo de paz- y también la experiencia del invierno– “¡ni siquiera imaginaba que existiera un frío de ese tipo!”. Ahora Henry ha vuelto a Uganda: «He proyectado anexar a la empresa la construcción de estanques para asegurar la provisión constante de pescado fresco, y tal vez, exportarlo también fuera de Uganda y de África. Muchos jóvenes africanos prefieren ser trabajadores dependientes. Pero los que eligen el camino empresarial trabajan con pasión y ésto hace la diferencia». La amistad y colaboración entre las dos empresas continúa. Desde continentes lejanos, pero en las orillas del mismo Océano. Fuente: Economia di Comunione online